Gabriel Santamarina
Periodista
ODA AL
FÚTBOL MODERNO
E
xiste una corriente muy extendida de crítica hacia el fútbol moderno. Cada vez hay más gente que aboga por el regreso de un fútbol que, desde su punto de vista, está más próximo al ámbito local y guarda una esencia que, lo más seguro, ni la mayoría de sus defensores conocieron. En sentido general, muchos hablan de la caída del Muro de Berlín como el último gran símbolo de cambio, puesto que supone el asentamiento de la democracia en Occidente y el inicio de una época de bonanza —al menos, en buena parte del Viejo Continente—. En sentido futbolístico, algunos hablan de la Ley Bosman como la causa principal que transforma este deporte, abriendo aún más sus fronteras y llevándolo a una nueva dimensión.
Soy afortunado por vivir una de las mejores épocas en la historia del Celta. La viví lejos, pero la viví. Sufrimos para amarrar una permanencia en una temporada en la que solo teníamos un 4,01 % de probabilidades de salvarnos. Luis Enrique llegó a nuestro banquillo y en apenas un año nos abandonó por el que había sido el equipo de mi niñez. Sin embargo, esto permitió la llegada de Eduardo Berizzo. Nuestro amigo Eduardo nos lo dio todo y se lo llevó el día que se fue «entre lágrimas» tras no llegar a un acuerdo de renovación. A partir de entonces, varamos por un lugar cercano al inmenso mar de la Segunda División esperando que llegue una especie de Muelle de San Blas que nos ilumine.
En resumen, el fútbol moderno ha permitido que muchas personas huérfanas de su hogar pudiesen reencontrarse con su tierra durante noventa minutos. A mí me devolvió a las gaviotas, la lluvia y el horrendo barrio obrero de Balaídos. Desde el momento en el que pisé Madrid, he recorrido estadios defendiendo unos colores que nunca había sentido tan profundamente mientras vivía en Vigo: Municipal de Butarque, Coliseum Alfonso Pérez, Santiago Bernabéu y el extinto Vicente Calderón. Sorprendente y surrealista.
Para terminar, me gustaría acercarme al celtismo con una línea que añadí en aquel primer reportaje para esta revista: «El Celta no tendrá títulos porque vive de noches gloriosas». Y así vamos acercándonos al centenario del club con la esperanza de que en un futuro próximo se cumpla la profecía de Berizzo. «Algún día golpearemos la puerta tan fuerte que caerá», aseguró el argentino en 2017, convertido ya en leyenda celeste. Y hasta que esa puerta caiga nos quedará la Copa Intertoto y varias finales fallidas de Copa del Rey. Gracias por darme tanto, Celta, y perdón por darte tan poco en aquellos primeros años. Cada domingo me armaré de afouteza e corazón para seguir defendiendo esta bandera allá donde esté.