ENTREVISTA:
ÁLEX MÉRIDA
JOSÉ GORDILLO
FOTOGRAFÍA:
JULIÁN VÉLEZ
KIKI HERNÁNDEZ
VARIOS
ILUSTRACIÓN:
DIEGO URIBE
SEBASTIÁN MARTOS
E
l Mágico lo que quería era jugar en el Cádiz. Podía llevarse toda la noche de juerga y al día siguiente salía a jugar como si nada; te tenías que esperar los noventa minutos para poder verlo a gusto, pero jugando al fútbol era un fenómeno, igual que bebiendo Valdepeñas». «Aun perdiendo el Cádiz, siempre salías satisfecho viendo a Mágico». «No quería el dinero, él quería estar a gusto donde estaba, y cayó en Cádiz y ya está». «Buscaba ser feliz y vivir bien, y mejor que aquí, en pocos sitios». Estas declaraciones, recogidas a diferentes aficionados gaditanos, ejemplifican perfectamente la leyenda que se forjó en la década de los ochenta respecto a la figura de Jorge Alberto González Barillas (San Salvador, El Salvador, 13 de marzo de 1958). Todos ellos tuvieron el privilegio de disfrutar con un futbolista único y sorprendente. En la mayoría de las entrevistas que concedió durante su estancia en España intentaron mitificarlo, hasta el punto de que se mostraría esquivo y reticente a comparecer en público. Su regate más famoso, la culebrita macheteada, también salía a relucir fuera del campo.
En la primera tarde de otoño quedamos con Jorge para repasar las vivencias de una persona de la que se habló mucho, pero pocos han llegado a conocer de verdad. Con la incertidumbre de que uno de sus dribles nos pueda dejar sin su presencia, emprendemos nuestro camino a Cádiz preparados para todo lo que venga. Sin embargo, nos recibe antes de la hora acordada en el sitio acordado. Nada más cruzar la puerta de la sala, se adueña de la pelota que llevamos para juguetear con ella y ya no la soltará hasta finalizar la entrevista. «Para servirles y agradecerles», nos dice muy sonriente a su llegada. Cuarenta años después de su debut con el Cádiz CF y con motivo del 112 aniversario del equipo gaditano, el club lo ha invitado para que realice el saque de honor en su partido frente al FC Barcelona. El salvadoreño, con sentimientos encontrados, todavía no puede explicarse el enorme cariño recibido: «Sigo sin entenderlo. Estar en Cádiz una vez más, y además de esta manera, que se me tome en cuenta para un detalle tan bonito como es hacer un saque de honor en un partido importantísimo… Al ser el cumpleaños de la entidad, consideré bastante apropiado venir y aquí estoy, agradecido y sin saber cómo sentirme por la impresión que me he llevado».
UNA NIÑEZ INFINITA
La colonia Luz, uno de los barrios más humildes de San Salvador (El Salvador), fue el lugar en el que nació y se crio Jorge González. Los años de infancia marcarían profundamente su vida a la postre. Rodeado siempre de su familia, era el más pequeño de sus ocho hermanos, así que, en su caso, no tenía que trabajar para contribuir económicamente a los suyos, aunque no por ello estaba exento de obligaciones. «Nuestros padres se iban a trabajar y nos dejaban solos. Teníamos que fregar, barrer y tener todo decente en casa; y solo jugabas si te daba tiempo El mayor, que ya era adolescente con catorce o quince años, tenía que trabajar para ayudar en casa. Como fui el menor de todos, tuve suerte y no tuve que trabajar», relata el salvadoreño. A pesar de las dificultades que podían surgir en un entorno tan humilde como aquel y en un país que se encaminaba a una guerra civil, creció en un hogar repleto de amor, donde los hermanos pequeños iban heredando la ropa de los mayores. Desde muy pequeño, lo movió más que nada la idea de disfrutar con el balón, un método de evasión que fue perfeccionando entre trucos y toques hasta convertirlo en su arte. Son muchísimos los aficionados que recuerdan con gran entusiasmo las vivencias de Mágico; ahora es momento de descubrir a Jorge.
ÁLEX MÉRIDA: Creciste en un contexto complicado, con una guerra civil de por medio. Imagino que viviste una infancia dura, ¿no?
JORGE GONZÁLEZ: Pues la recuerdo muy linda. Éramos felices desde nuestras edades, que éramos demasiado niños, siempre por el medio del fútbol querido… Quieras o no, pertenezco a una familia futbolera, a una dinastía en nuestro país que se llama los Pachines por mi hermano mayor, al que le llamaron Pachín de mote. Y por ahí empezamos todos. Somos ocho hermanos y siete somos varones, una es hembra. Yo soy el más pequeño. Desde la panza de mi madre ya quería saber qué era eso que le emocionaba a ella cuando iba a ver a mis hermanos mayores jugar, y era el fútbol, definitivamente era el fútbol.
«Desde la panza de mi madre quería saber qué era eso que le emocionaba cuando iba a ver a mis hermanos jugar, y definitivamente era el fútbol»
ÁLEX MÉRIDA: El fútbol te ayudó en cierto modo a abstraerte un poco de todo.
JORGE GONZÁLEZ: Sí, don Diosito, mi querido y amado Dios. Fue quien verdaderamente puso un poco de ese don en este salvadoreño. El fútbol lo disfrutaba de tal manera en la que claramente necesitaba una oportunidad para irme cada vez sintiendo más positivo y encontrado conmigo mismo, tratándose de que el fútbol mientras más en serio lo juegas, para mí da más regocijo, más mariposeo. Era como estar más seguro de mí en lo que estaba haciendo.
Como todo niño, Jorge siempre estaba deseando salir a la calle a divertirse cuando quedaba libre de las responsabilidades familiares. «Si nos daba tiempo, íbamos a jugar por las tardes con el grupo de amigos para estar con las hormillas, jugar chibolas o canicas, estar con el trompo…», hobbies de la infancia que pasaban a un segundo plano en cuanto aparecía una pelota, que no tenía por qué ser tal como la imaginamos y, por lo general, simplemente era un objeto con forma esférica. En ese preciso instante buscaban cualquier elemento que tuvieran a mano para armar dos porterías y poder echar una pachanga, disfrazándose de los míticos jugadores salvadoreños de aquella época como eran Mauricio ‘Pipo’ Rodríguez, Salvador Mariona, Guillermo ‘Loro’ Castro, Salvador Flamenco o Mario Monge: «El Salvador siempre ha tenido buen fútbol y cuando yo era niño no fue la excepción, con grandes jugadores en nuestra selección, y siempre echaba la imaginación a volar —rememora entre suspiros de nostalgia—: “Yo me siento ‘Pipo’ Rodríguez” decía, un excelente jugador y un ejemplo en nuestro fútbol. Y ya me sentía él, o sea, era una magia». Para él, un muchacho alegre y tranquilo, «ver un balón era un ya, para pasarlo lo mejor posible, para disfrutar y hacer disfrutar».
La importancia de la religión está muy presente en la vida de Jorge; al igual que el deporte, es algo que lo ha acompañaba en su día a día desde que era muy niño: «Así se me inculcó y se me crio. Mis padres eran católicos y nos lo transmitieron a la familia. Participábamos en los barrios de El Salvador y en las procesiones —mi madre, sobre todo, que me llevaba a la iglesia—, de tal manera que soy católico. No sé si soy así con Diosito, pero lo quiero y estoy muy agradecido a él». Asimismo, también encuentra su vinculación religiosa en la faceta futbolística. La conexión entre Dios y el fútbol radica en el don que este le dio para alcanzar ese nivel de genialidad dentro del terreno de juego, con acciones maravillosas como la mencionada culebrita macheteada, un regate en el que un giro de tobillo hace que la bola cambie rápidamente su dirección elevándose desde fuera hacia dentro. Entre risas, nos desvela que su célebre finta realmente nació a raíz del virtuosismo de sus hermanos: «Mis hermanos tenían sus cualidades; cinco de ellos jugaron en selecciones nacionales y dos en segunda división, y gracias a Dios adquirí unas cualidades con las que pude sentirme seguro a la hora de querer jugar al fútbol».
En aquellos terrenos baldíos por las calles de San Salvador, un pequeño Jorge empieza a despuntar con el balón; a la corta edad de 15 años llama ya la atención de algunos equipos de la máxima categoría nacional como era el CD ANTEL, con el que debutaría como profesional. Es allí donde se da a conocer al protagonizar un partido increíble contra el Águila; con el resultado en contra, se interna por la banda izquierda, llega a línea de fondo, amaga un pase hacia atrás para engañar al defensor y envía un centro que significa el empate (1-1). El público se queda boquiabierto y el comentarista Rosalío Hernández Colorado lo bautiza como el Mago. «Fue como todas las cosas en mi vida, un poco locas, en un año con demasiados cambios bruscos para mi edad —enfatiza al profundizar en aquellos tiempos—. En esa época teníamos muy pocas escuelas de fútbol donde haber podido, tal vez, estar tirando un chance de cómo deberíamos afrontarlo todo». Siendo todavía un adolescente, la selección nacional juvenil reclama su magia. Así pues, Jorge salta de su niñez a competir directamente entre adultos, representar a su país y dedicarse de lleno a aquello que más le apasiona: «El primer salario que tuve fue ese año. De los 15 colones por partido que recibía por jugar en un equipo de la tercera división, ya pasé a percibir un salario de primera, que no era mucho, pero también fue un cambio brusco». A medida que iba tirando la puerta abajo, los ecos de su talento resonaban cada vez con más fuerza en el fútbol salvadoreño.
ORGULLO TIGRILLO
Finalizada la temporada 1975/76, en la que el CD ANTEL había terminado en mitad de la tabla de la Primera División de El Salvador, la compañía telefónica retira el patrocinio, por lo que la entidad tuvo que poner fin a su periplo en el profesionalismo. Aunque buena parte de sus futbolistas firmarían por clubes punteros del campeonato, Jorge siguió en el CS Independiente de San Vicente, que había adquirido la plaza federativa del ANTEL. Más tarde, probaría en México con los Leones Negros de la Universidad de Guadalajara, pero tras una semana y media, los tapatíos contrataron a un argentino al que ya conocían. En el verano de 1977, se le presentó la opción de fichar por un grande del fútbol salvadoreño: CD FAS. Los de Santa Ana pagarían la escandalosa cantidad de 60 000 colones a cambio de un chaval de 17 años cuya imagen distaba mucho de la de un deportista de élite: flacucho, melena larga, medias caídas y expresión en el rostro del que vive en su mundo. Ahora bien, con la pelota en los pies era imparable, un extremo veloz, creativo y habilidoso que se plantaba en área casi por inercia. «Yo era muy flaco y esquivo. Evitaba el choque, y eso me hacía buscar la tangente más adecuada para salir y ganar la espalda del contrario—contaría posteriormente—. Cosas que uno hace sin saber por qué ni cómo. Sí sé que era rápido con las piernas y con la mente». El Mago González había hechizado a los hinchas de todo el país.
La etapa de Jorge en el FAS sería histórica. En su primera campaña (1977/78), el cuadro santaneco se clasifica como segundo para el playoff final y acaba conquistando el campeonato liguero, algo que no logra desde 1962. El técnico José Eugenio ‘Chepe’ Castro forma un bloque tremendamente intenso en el que destacan los internacionales salvadoreños Carlos ‘Imacasa’ Recinos y David Cabrera; los argentinos Alcides Piccioni, Amado Abraham, Manolo Álvarez y Roberto Casadei; y el uruguayo Juan Maldonado: «Era bien difícil ver en el equipo a algunos que no se dejaran el pellejo en cada partido». González apenas juega ese año, pero ya asoma la cabeza como uno de los futbolistas jóvenes con más proyección de toda América. Al curso siguiente adquiere más relevancia en el plantel y los tigrillos lideran la liga salvadoreña, arrasando al resto de equipos para revalidar el título por primera vez en su historia. No obstante, el gran reto reside en la Copa de Campeones de la Concacaf. Si en su participación anterior habían sido eliminados en segunda ronda, en esta ocasión el torneo resultaría muy diferente.
La Copa de Campeones la Concacaf de 1979 es cuando menos peculiar, ya que hablamos de una edición caracterizada por la retirada de varios participantes debido a problemas administrativos y logísticos. Esta coyuntura beneficia al FAS, que se clasificaría desde la Zona Centroamericana sin tener que jugar y ve ante sí una excelente oportunidad para ganar el torneo. Las semifinales lo miden con el rival más duro posible: el Tigres mexicano. Después de empatar en el Estadio Universitario (0-0), los fasistas certificarían el pase en su casa (1-0). En la final espera el Jong Colombia de las Antillas Neerlandesas, que alcanzó la misma instancia en 1967 perdiendo, curiosamente, contra otro club salvadoreño como Alianza. En la ida, disputada en la cancha de arena del Estadio Willemstad, Frank Victoria y David Cabrera anotan para ambos bandos (1-1). El 29 de diciembre de 1979, se juega la vuelta ante las 50 000 personas que se dan cita en el Estadio Cuscatlán, «el estadio de San Salvador donde se juegan las finales y los partidos más importantes, y donde juega la selección nacional aún». Los rojiazules salen más inspirados y Roberto Casadei hace un doblete en el primer tiempo. Tras la pausa se sueltan la melena gracias a Jorge González, que cuaja una actuación soberbia con dos goles y recibe el premio a mejor jugador del partido. Alfredo Erazo y David Cabrera (2) también se sumaron a la lista de anotadores para dejar un marcador aplastante (7-1). De esta manera, el FAS estrena su palmarés internacional con una copa que corona al mejor equipo de su historia.
JOSÉ GORDILLO: En 1977 llegaste al CD FAS y los resultados no podrían ser mejores: varias ligas y sobre todo una Copa de Campeones de la Concacaf, que fue todo un hito. ¿Cómo jugaba aquel equipo y cuál era tu papel en la cancha?
JORGE GONZÁLEZ: En mi papel seguía estando muy joven. Era un equipo muy bueno. La verdad es que los equipos de esa época, todos los que somos del redondo nacional de nuestro país, El Salvador, éramos muy parejos, muy completos y bastante compactos. El fútbol que se hacía en ese entonces tenía un buen nivel, llamémosle así, y el FAS no se quedaba atrás. Además, había que cuidar esos aspectos y mantener ese rango de equipo con intenciones de ser campeón.
JOSÉ GORDILLO: Es decir, que siempre había una gran exigencia.
JORGE GONZÁLEZ: Siempre. Una exigencia de meterte en las clasificatorias y estar ahí luchando la copa. Era un equipo al que se le llamaba argentinizado porque tenía una columna vertebral que eran cuatro argentinos; muy profesionales por cierto ellos, que residían en la ciudad de Santa Ana, de donde es el FAS. Y teníamos un presidente excelente, al que siempre he admirado, como fue don Armando Monedero, que Dios en su gloria lo tenga y que descanse en paz.
Archivo
A principios de la década de 1980, la popularidad del Mago González sube como la espuma. La Copa de Campeones de la Concacaf le concede al FAS la posibilidad de jugar por la Copa Interamericana contra el campeón de la Copa Libertadores, el Olimpia de Paraguay: «Era algo para mí que no me lo podía creer, porque era un equipo sudamericano que venía de ser campeón donde se ponía. En el Cuscatlán empezamos con respeto, como era lógico». En el primer asalto, celebrado un 17 de febrero, los visitantes solo tardan cinco minutos en tomar ventaja y veintiocho en aumentarla, llegando al descanso con 0-2. Jorge permanece en la banca, supuestamente, por no haber ido a algunos entrenamientos de esa semana, pero la razón principal de su suplencia es otra. «Los botines que tenía estaban rotos y un futbolista de primera en un partido tan importante no podía jugar así —nos aclara él mismo—. El míster me hizo ver eso y me dejó en el banquillo». La hinchada exige el ingreso de González mientras el FAS recorta distancias con un gol de Roberto Casadei y el Olimpia responde con otro de Evaristo Isasi, de ahí que, finalmente, el técnico Juan Francisco Barraza decida situarlo en el campo. Los trucos del Mago surtirán efecto: dos acciones suyas desembocan en el segundo tanto de Casadei y un penal convertido por Amado Abraham: «Al final tuvimos suerte y les empatamos el partido 3-3». La prensa paraguaya no deja de hablar sobre aquel futbolista imprevisible y descarado que había revolucionado el partido.
El 17 de marzo de 1980, el Estadio Defensores del Chaco en Asunción acoge la vuelta de la Copa Interamericana. Esta vez, el conjunto franjeado sí que hace valer su superioridad y realiza un encuentro sensacional para alzarse con el trofeo (5-0). Una vez que concluye la final, el FAS comienza a desmantelarse con la salida de varios de sus integrantes, especialmente el bloque argentino, significando así el fin de la era más dorada en el club santaneco. Además, la selección nacional de El Salvador quiere prepararse bien de cara a las eliminatorias mundialistas y demanda la presencia a tiempo completo de sus futbolistas, entre los que están Carlos Recinos y Jorge González. El mediapunta ya había debutado como internacional el 19 de noviembre de 1976 en un amistoso frente a Vitória Setúbal, estrenándose como goleador a los cinco días contra Independiente de Medellín. Aún con 19 años, había lideró al combinado sub-21 en los Juegos Centroamericanos de San Salvador 1977, cuando anotó cinco goles en cinco partidos y se hizo con la medalla de oro. Desde ese momento fue poco a poco convirtiéndose en el estandarte de su selección.
DE SAN SALVADOR AL MUNDO
La fase clasificatoria para la Copa Mundial de España 1982 agrupa a El Salvador con Costa Rica, Guatemala, Honduras y Panamá. Jorge González sería el mejor futbolista de esta serie con 5 goles en 7 partidos, incluyendo los tres que le endosa a Panamá (4-1). La Selecta pasa de ronda junto con Honduras, país donde ambas pelean por dos plazas mundialistas contra Canadá, Cuba, Haití y México. El hexagonal arranca mal para los cuscatlecos con la derrota ante Canadá (1-0). La segunda jornada depara un desafío frente a México, la mayor potencia del grupo, pero la sorpresa sería mayúscula. En el minuto 81, el Mago agarra la pelota casi en el círculo central y corre hacia adelante fintando a unos cuantos defensores, pisa área rival y suelta un zurdazo cruzado. El arquero rechaza la bola y esta le cae a Ever Hernández, que marca gol para darle el triunfo a los hombres dirigidos por ‘Pipo’ Rodríguez (0-1). «Fue un partido importantísimo. Primero, porque era una cancha neutral y para mí tiene más de valor. En casa la noble afición te transmite una inspiración que no tiene precio cuando juegas», sostiene Jorge. Fue uno de los días más felices de su vida, pues le dieron una alegría a un país que sufría los inicios de una guerra civil.
El Salvador completa un hexagonal notable. Luego de ganarle a México, empata a cero tanto con Cuba como con Honduras y en la última fecha vence a Haití (0-1). Contra todo pronóstico, queda segundo detrás de Honduras y se clasifica para disputar el Mundial por segunda vez. En la fase de grupos tendrán que enfrentarse a Argentina, Bélgica y Hungría, tres selecciones con un nivel altísimo. El 15 de junio de 1982, en el entonces llamado Nuevo Estadio de Elche, el duelo entre Hungría y El Salvador pasará a la historia. Desde el principio, los centroamericanos se ven desbordados por unos europeos que no muestran ni una pizca de piedad. «No tuvimos tanta suerte a la hora de enfrentar a Hungría, que sinceramente nos aplastó; creo que fue pagar muy caro el derecho de piso que se le llama en el fútbol —se lamenta Jorge visiblemente dolido, como quien guarda una espina clavada demasiado tiempo—. Fue impactante, horrible ese resultado para los que queremos a nuestro país. Hungría es la factura pendiente que tenemos con nuestra selección». Tanto es así que los magiares los destrozan hasta conseguir la mayor goleada en toda la historia mundialista (10-1). Lo que menos podemos esperar después de tal paliza es que nombren como mejor jugador del partido a un salvadoreño, aunque si este se apellida González, quizás no suene tan raro; los narradores de la época opinaban que era el único que intentaba algo diferente en el campo. El propio Jorge no lo entiende, «pero bueno son cosas que suceden y son increíbles».
«Hungría es la factura pendiente que tenemos con nuestra selección»
En la siguiente jornada, El Salvador repite escenario en Elche jugando ante Bélgica: «Estuvimos bastante mejor, aunque perdimos 1-0, con un gol de larga distancia». El tanto de Ludo Coeck no ensucia la mejora de los salvadoreños, que ofrecen una imagen mucho más competitiva y solvente, creando mayor número de oportunidades en la zona de ataque a través de Jorge González y José María Rivas. La última jornada en el José Rico Pérez de Alicante depara un contrincante temible, uno de los grandes favoritos con César Menotti en la dirección técnica y con futbolistas como Daniel Passarella, Osvaldo Ardiles, Diego Maradona, Daniel Bertoni o Mario Kempes. «Argentina venía también de ser campeona y fue un 2-0 con un penalti ahí que…», que era más que discutible. Pasarella transforma la pena máxima y luego Bertoni sentencia el choque con un jugadón individual. Pese a las tres derrotas, El Salvador deja un buen sabor de boca y el Mago cada vez atrae el interés de más clubes: Comunicaciones, Alajuelense, Los Angeles Aztecs, Pumas, Universitario… El que más cerca está de ficharlo es el París Saint-Germain, que un par de meses antes perdió un amistoso ante la Selecta tras otro festival suyo. Los franceses viajan a San Salvador con el objetivo de cerrar su incorporación. Sin embargo, el jugador ya es conocido por su carácter díscolo; con todo acordado, ni siquiera acude al hotel donde había quedado con los dirigentes parisinos. Pensándolo mejor, esa propuesta era demasiado seria para él, por lo que les hizo la culebrita macheteada.
LA TACITA DE PLATA RECIBE A SU MAGO
Un 27 de julio de 1982, Jorge González aterrizaría en el aeropuerto de Jerez de la Frontera. Con 24 años, había deslumbrado a todo el universo futbolístico en el Mundial de España 1982, así que recibe ofertas de varios clubes españoles. La exhibición ante Hungría y su excelsa habilidad sobre el terreno de juego son motivos suficientes para que el Cádiz CF intente hacerse con sus servicios: «Eso fue lo que llevó a Camilo Liz, que era el señor directivo en aquel entonces, y al presidente Manuel Irigoyen a fijarse en mí, a pretenderme y querer hablar conmigo. Y así es como fue. Tengo que decir que fue un partido tan brusco, tan negativo que no entiendo que hubieran considerado mi fichaje por ello». Cuenta Enrique Alcina Echeverría en su libro Mágico González, la leyenda que el acuerdo se cierra en la localidad gaditana de San Fernando, en la mítica Venta de Vargas. Allí se presentan Jorge, un compañero suyo, Camilo Liz y Manuel Irigoyen. La vinculación se pacta en forma de cesión anual abonando 7 millones de las antiguas pesetas al FAS, más una opción de compra de otros 13 millones más. Debido a que no quiere quedarse solo en España, el futbolista exige, como parte ineludible de la negociación, que contraten a Jaime Rodríguez, amigo de la selección que pertenece al Bayer Uerdingen —condición que rechaza previamente el Atlético de Madrid—. El Cádiz contacta con los alemanes para preguntar por su situación, aunque el zaguero se va al Club León de México. Aun así, González recala en el Submarino Amarillo.
«Yo siempre he tenido una mentalidad más atrasada a mi verdadera edad, siempre me he considerado así»
Á.M.: Al firmar por el Cádiz y no poder contar con la ‘Chelona’ Rodríguez, estuviste cerca de volverte para El Salvador, pero fue la Chelona quien te paró. ¿Qué sucedió?
J.G.: Sí, algo así fue. Era lo entendido con el señor Camilo Liz, y con el Cádiz en este caso. Éramos dos los salvadoreños y, como siempre existió mucho el compañerismo y la amistad más allá del fútbol, pues yo quería andar con alguien que fuera de mi confianza, con el que me entendiera y con el que encima jugara al fútbol. Yo siempre he tenido una mentalidad más atrasada a mi verdadera edad, siempre me he considerado así. Ya cuando tenía 20 años consideraba que tenía una mentalidad muy de chaval, muy de joven, muy de cipote. He tenido edad de adulto y me he considerado con una mentalidad que tampoco ha sido apropiada para mi edad. Eso no quiere decir ni que sea bueno ni que sea malo. Es una de las razones por las que me he venido comportando en la vida, así como soy, claro.
«Yo siempre he tenido una mentalidad más atrasada a mi verdadera edad, siempre me he considerado así»
Kiki Hernández – Mundo Deportivo
Kiki Hernández – Mundo Deportivo
El fichaje de Jorge González por el Cádiz es todavía más sorprendente si tenemos en cuenta que, en ese momento, se trata de un club recién descendido a la Segunda División y únicamente ha disputado un par de años en la élite. En uno de los diversos test veraniegos, el salvadoreño debutaría con la elástica cadista en La Barca de la Florida, una pedanía de la localidad gaditana de Vejer de la Frontera. Allí ya deja destellos increíbles de la calidad que atesora: regates, cambios de ritmo, recortes, espuelas, pases imposibles, vaselinas… El público se lo pasa pipa viendo jugar al ídolo que pronto emerge en la bahía. Unos días más tarde, se estrena en el Trofeo Carranza y saborea su primer gol en la final de dicho torneo, aunque los amarillos terminarían perdiendo contra el Real Betis. El centrocampista argentino Hugo Vaca, con el que coincide en esa primera campaña, no titubea al ensalzar sus dotes futbolísticas: «A Jorge le sobraban virtudes para jugar en el PSG, en el Atlético de Madrid o en el Real Madrid. Por calidad técnica podía estar a la altura del mejor equipo del mundo». Durante el Mundial de 1982, el periodista Paco Perea (Diario de Cádiz) argumentaba que el jugador, en realidad, no actuaba como un mago, sino que él era la propia magia; por tanto, lo rebautizó como ‘Mágico’ González. Y así se quedaría para la eternidad.
Aquel Cádiz entrenado por el serbio Dragoljub Milošević se nutre en su mayoría de gente de la tierra como Antonio Amarillo, Chano, Chico Linares, Manolito, Ricardo Escobar, Dieguito, Rafael Choquet, Mané o Pepe Mejías, capitán y quien entabla una gran amistad con Jorge. Además de ellos, hay otros tres nombres claves: el arquero gallego Claudio Silva y los defensas centrales Jorge dos Santos, paraguayo, y Miroslav Vojinović, también serbio. El debut oficial de Mágico llega el 5 de septiembre de 1982 en el Estadio Ramón de Carranza contra el Murcia, que sería el campeón de aquel curso; ya ese día festeja con la grada local el primero de los muchos goles que le brinda (1-1). A la semana siguiente, los amarillos se imponen al filial del Atlético de Madrid (0-1), para luego llevarse el derbi provincial frente al Xerez gracias a un doblete del mediapunta (2-1). A partir de ahí, atraviesan una pésima racha de resultados que va originando una enorme crispación en la afición. En el último encuentro del año, la derrota en casa frente al Castellón antecede a una serie de incidentes entre la policía y grupos de seguidores, lo que provoca la clausura del estadio en la jornada 18. Sin embargo, tras las Navidades el Cádiz recupera las sensaciones positivas. González entra en ebullición y se pone a marcar goles decisivos que, sumados a los de Pepe Mejías, aúpan al equipo al segundo puesto. Al final, los gaditanos regresan a Primera División y Jorge acaba con 14 tantos. Siendo uno de los héroes del ascenso, el club paga la opción de compra para quedarse con su nueva estrella.
Formación del Cádiz en la temporada 1982/83. De izquierda a derecha: Vojinović, Amarillo, Manolito, Linares, Claudio, Chano (arriba); González, Escobar, Dieguito, Mejías II y Mejías I (abajo)./ Kiki Hernández – Cádiz CF
«Reconozco que no soy un santo, que me gusta la noche y que las ganas de juerga no me las quita ni mi madre. Sé que soy un irresponsable y un mal profesional, y puede que esté desaprovechando la oportunidad de mi vida. Lo sé, pero tengo una tontería en el coco: no me gusta tomarme el fútbol como un trabajo. Si lo hiciera no sería yo. Solo juego por divertirme». Aquellas palabras de Jorge para el Diario de Cádiz reflejan su carácter indómito y rebelde. Rara vez se deja condicionar por las normas y, si lo hace, es siempre a su manera. Por ello, los dirigentes Armando Monedero (FAS) y Ramón Flores (Federación Salvadoreña de Fútbol) solían pasarse por suelo gaditano con el fin de asegurarse de que el jugador no se descentrara. El presidente Manuel Irigoyen fue más allá y le asignó a un empleado del club para que lo acompañara y lo despertara cada día; no es que le hiciera demasiado caso. Hasta a su buen amigo Pepe Mejías le resultaba casi imposible meterlo en vereda, tal y como relata en Mágico González, la leyenda: «Por las mañanas iba a levantarlo de la cama, lo vestía, lo lavaba, le metía todas las prisas del mundo. Y le decía que era imprescindible para nosotros. Había otros días, eso sí, en los que no aparecía». En algunos de esos días, se le veía por cualquier plazoleta echando una pachanga entre chavales, disfrutando de verdad con la pelota. «Es una sensación de querer pasártela bien —explica con un brillo especial en los ojos—. Te sentías como que aquello era para ti, porque todo es una transmisión de ‘positivité’, como suelo decir yo, de armoniosidad, de buen rollo, de buena onda. El fútbol tiene esa sonrisa pa mí, esa alegría». Así es él y así conquistó al público gaditano, que se sentía plenamente identificado con su filosofía de vida.
FANTASÍAS EN AMARILLO
Mágico González también demuestra ser un futbolista extraordinario en Primera División. Allá donde juega deja admiradores, que antes tienen que frotarse los ojos para comprobar que esas jugadas que están contemplando, efectivamente, son reales. Después de dos derrotas del Cádiz CF en las dos primeras fechas ligueras, Jorge realiza su primera gran puesta en escena en la máxima categoría ante el Valladolid: conducciones imparables, un eslalon tras otro, culebritas macheteadas, malabarismos dignos del mejor freestyler, sombreritos, pases de todos los colores, disparos, recuperaciones defensivas y dos goles que coronan un recital inmenso (5-1). En la siguiente jornada hace otros dos tantos, nada más y nada menos que al Real Madrid y en el Estadio Santiago Bernabéu, que aplaude su actuación a pesar del marcador abultado (6-2). Málaga (1-1), Valencia (2-0) o Barcelona (1-1) son algunas víctimas de su acierto. El duelo frente a los azulgranas en el Ramón de Carranza es uno de los más memorables de su carrera; esa tarde, el 11 amarillo recibe la bola en el círculo central y se aventura en solitario para iniciar el contragolpe, acelera fintando a tres rivales —el último era José Ramón Alexanko— y define ante el portero con maestría. Una jugada de videojuego que solo entienden los genios como él.
J.G.: Quizá se ha ido perdiendo, con el paso del tiempo, esa imaginación en los niños. Cada vez es más difícil ver ese futbolista que regatea y que se atreve a hacer cosas diferentes. ¿Por qué crees que ha sucedido?
J.G.: Muy buena pregunta, me gusta. Yo sigo pensando que —no sé si hablaré bien cuando no son mis terrenos— a mí lo que me gusta es jugar al fútbol, estar en la cancha, tratar de no hacerle daño a nadie, ser feliz lo más posible. Y bueno, si había afición, mejor, porque me transmitía positivité e inspiración; eso es de cajón. Pero sí, es muy buena pregunta en el aspecto de que esa disciplina dentro de la cancha, los sistemas, cómo es la movilidad… te hacen ser demasiado robótico. Supongo, y creo no equivocarme, que los señores entrenadores pues ya tienen todo eso analizado y entienden a quién le pueden dejar más suelto en lo que es la disciplina táctica en la cancha. Pero sí, los jugadores están siempre un poco así en estos tiempos modernos, pienso yo. Ahí sería ponernos a hablar sobre la actualidad y como ahora mismo me están dando la oportunidad de hablar de antes, de cómo pienso, de cómo sentí y de cómo viví aquello… ya ponernos a hablar de cómo te atan los sistemas dentro de la cancha es un tema muy lindo, muy bonito, pero es de futuro. Para mí es parte de la evolución y mis respetos, por supuesto.
Á.M.: ¿Cómo se define Mágico González tanto dentro como fuera de la cancha?
J.G.: Pues tanto dentro como fuera de la cancha, yo pienso que soy un desobediente, pero lo he sido también hasta conmigo mismo. Mágico es un desobediente con él mismo, un inestable, alguien que quiere entender pero que le cuesta, aunque, al final, no deja de hacer las cosas y también, en ese mismo final, pues no las hace tan mal, pienso yo, las hace normal. Tengo que decirlo así. Y las hace normal porque tal vez tenga un poco la filosofía de tratar de hacer las cosas de la mejor manera posible, o por lo menos de sentirse lo mejor posible, sin pensar en hacerle daño a nadie. Podría ser por eso que tal vez yo sienta y piense así.
Si bien el Cádiz tenía unas dificultades terribles para puntuar, Mágico seguiría estirando su ritmo goleador, una faceta que no había explotado hasta llegar a España. No es que hubiera un cambio en su fútbol ni que asumiera más responsabilidad en ataque, sino una consecuencia de la madurez que iba adquiriendo sobre el verde, lo que se tradujo en aquellos buenos guarismos: «Para mí que me lo fue dando el hecho de que, por lógica, me venía desarrollando en el futbol e iba teniendo más edad, sin perder, claro, la alegría y teniendo la armonía y el agradecimiento siempre a la noble afición por la inspiración que me transmitía». A mitad de diciembre, la mala situación clasificatoria del equipo le cuesta el cargo a Dragoljub Milošević, con el que Jorge guardaba muy buena relación; en su lugar, llega un técnico bastante más serio como Benito Joanet. En febrero los gaditanos se encuentran en el pozo de la liga, pero logran reaccionar y encadenan hasta seis partidos sin perder, una secuencia que se interrumpe en el Camp Nou. Aquel Barcelona-Cádiz se televisa a nivel nacional. A tres minutos del final y con el choque decidido, González controla el esférico orientándolo hacia dentro con el exterior de su pie derecho, se tira un autopase hacia la izquierda para burlar a Migueli y luego supera al meta Urruti con una facilidad pasmosa, poniendo el tanto del honor y desatando los aplausos del coliseo barcelonista (4-1). Pura fantasía en otro templo del fútbol.
En su temporada de estreno en Primera División, Mágico calcó las mismas cifras anotadoras que había aportado el año anterior en la categoría de plata (14 goles), quedándose a tres de los pichichis Jorge da Silva (Valladolid) y Juanito (Real Madrid). Por más que dejó maravillados a propios y extraños con múltiples acciones de bella factura y un fútbol excelso, no pudo impedir el descenso del Cádiz como antepenúltimo del campeonato. Mucha gente sigue preguntándose cómo era posible que un club tan humilde tuviera entre sus filas a un futbolista de talla mundial. Seguramente fue entonces cuando se originó ese carisma que desprende el conjunto gaditano y que continuaría vigente hasta nuestros días. Aparte de aquella mágica semilla, la simpatía por los amarillos también germinaría por una de las hinchadas más fieles y singulares del mundo. «Quieras o no, de esa forma nos ha mantenido en cuanto al fútbol profesional, con todos los detalles que supone tener un club en condiciones», subraya Jorge.
GIRA AMERICANA, EXILIO CASTELLANO
A finales de mayo de 1984, el FC Barcelona que dirige César Luis Menotti y lidera Diego Armando Maradona se dispone a realizar una gira por Estados Unidos. Los culés aún deben disputar la Copa de la Liga, pero la trifulca ocurrida en la última final de la Copa del Rey contra el Athletic se había saldado con varios partidos de sanción para Clos, Migueli y Maradona, por lo que el club quiere aprovechar el tirón mediático del Pelusa. Junto con estos tres jugadores viajarían cuatro de los reservas y seis del filial. Para completar el plantel, incorporan de manera temporal a Juan José Estella (Mallorca), Mario Husillos (Murcia) y Mágico González (Cádiz). «Fue excepcional —recuerda el salvadoreño—. Para mí, que me tomara en cuenta un equipo de esa talla y de esa índole como el Barcelona para jugar una cuadrangular, fue emocionante. Ahí, quieras o no, todo lo que hagas va a tener mucha importancia, entonces, eso era lo que a mí me daba alegría y me hacía sentir regocijo». El día 26, la expedición encabezada por el vicepresidente Nicolau Casaus y el segundo entrenador Rogelio Poncini vuela a Nueva York para participar en la Transatlantic Cup, que tiene lugar en el Giants Stadium. En las semifinales pierden ante New York Cosmos (5-3) y en la final de consolación le ganan en los penaltis a Fluminense, gol de Mágico incluido tras asistencia de Maradona (2-2). Ambos se entendían a la perfección, regalando anécdotas como el caño que Jorge le hizo a Diego para librarse de tres defensas. Dos años después, el argentino declaró lo siguiente: «Hubo otro jugador tan o más grande que Pelé y que yo: Jorge González. Un fenómeno. Es el mejor porque yo vengo del planeta Tierra y él es de otra galaxia».
Al ver el alto nivel mostrado por Mágico en Estados Unidos, el Cádiz intenta sacar tajada traspasándolo al París Saint-Germain, que todavía suspira por reclutar al futbolista, pero la operación no llega a buen puerto y este regresa a Andalucía. El reciente descenso a Segunda División le sienta fatal: «En mi mente sentí que lo nuestro era Primera División; eso me decía a mí mismo, que debíamos cuidar ese aspecto. Dar ese paso atrás no me gustó y me incomodó un poco estar en Cádiz. Eso no le gustó mucho al señor presidente, claro». Esta situación y la cantidad de multas disciplinarias que recibe, perjudican mucho su relación con la entidad. Tras algunas discrepancias con el presidente Manuel Irigoyen, a mitad de curso se acuerda su cesión al Real Valladolid CF. La experiencia en tierras castellanas no resultaría satisfactoria ni para él ni para la parroquia pucelana, amén de los entrenos donde sigue causando asombro y ganándole las apuestas a sus compañeros. «En Valladolid yo estaba pensando en que el Cádiz tenía que tratar de mantenerse en la Primera División. Como jugador y como joven algunas veces he vivido incongruencias y así andaba mi mentalidad [risas]. El frío de Valladolid también tuvo que ver mucho en que no me supiera adaptar. Muy rico el clima, pero tiene lo suyo».
En la media campaña en que milita en el Valladolid, Mágico apenas disputa 10 partidos en los que marca dos goles y da una asistencia. El encuentro que más queda en la memoria es, nuevamente, el que juega frente al Barcelona, que necesita una victoria para adjudicarse matemáticamente el título liguero. El salvadoreño está cerca de aguar la fiesta azulgrana empatando con un golazo de tiro libre, aunque los catalanes terminan haciéndose con el triunfo (1-2). A final de temporada, Jorge decide desconectar del deporte profesional varios meses y se toma un año sabático por México, Estados Unidos y El Salvador. «Me la pasé en Tijuana como ido. Me gasté el dinero. Me quedé a mi rollo. Y de repente, no sé cómo aparecí en Los Ángeles. No hice nada. Regresé a El Salvador a estar en casa sin hacer nada. Fue fatal, horrible, pero sí, lo disfruté», confesaría en una de las entrevistas que concedió a La Prensa Gráfica, refiriéndose a un periplo en el que su pista desapareció por completo, como si fuera una fábula del folclore futbolero. Con el paso del tiempo, ha aprendido «que hay que saber valorar lo que en un momento dado tal vez Diosito te está dando»; echando la vista atrás, deja entrever que debió aprovechar mejor aquella oportunidad.
EL RETORNO DEL ÍDOLO
Durante la ausencia de Mágico González, el Cádiz CF había conseguido su ansiado ascenso a la Primera División. Cuando se acabó la Copa del Mundo de México 1986, el presidente Manuel Irigoyen fue a San Salvador con la intención de repatriar a Jorge. Aun cuando había jurado no volver a contar con él, sucumbió al fervor del público cadista, que soñaba con ver a su mayor ídolo vistiendo otra vez la camiseta amarilla con el 11 a la espalda: «Decidió ir a buscarme a El Salvador; a buscarme no, si no a ver si seguía pensando que lo que él me proponía pues estaba bien, y así fue como tuve la dicha de volver a Cádiz». Pese a que las habían tenido tiesas entre ellos, Irigoyen era casi como un padre para Jorge, así que influyó «de forma positiva. Todos los que hemos estado en el Cádiz lo hemos querido y hemos querido lo mejor para él —agrega a continuación el salvadoreño—. En este caso, el señor presidente también intentaba hacer eso mismo con nosotros desde su posición y desde donde le correspondía»
El retorno del hijo pródigo, que sería llevado a hombros al Estadio Ramón de Carranza, se celebró como un acontecimiento histórico. En el campeonato 1986/87, Manolo Cardo, Dragoljub Milošević y David Vidal apuestan asiduamente por Mágico en la zona de ataque. Es cierto que no está tan certero de cara a la portería contraria como en su anterior etapa, pero sigue siendo determinante y ofrece un fútbol solamente al alcance de los fuera de serie. Por encima del resto, cabe destacar la cuarta jornada de liga. Aquel 14 de septiembre, Cádiz y Racing de Santander fueron testigos directos de una serie de sucesos que escapan a la realidad. Nos situamos en el minuto 69. El resultado refleja un 2-0 a favor de los gaditanos tras los dos goles anotados por González. En una pelota al espacio, Jorge corre por la izquierda y recorta hacia el lado opuesto para marcharse de Sañudo, le hace una croqueta a Chiri, quiebra a Roncal y desde la media luna tira una vaselina que supera a Alba… Golazo. Todo en cinco segundos. El respetable estalla en júbilo y saca a relucir los pañuelos blancos, a la vez que el cancerbero rival sale de su arco para felicitar al mediapunta. Marcar un hat-trick en la élite es ya de por sí un hecho prodigioso; culminarlo tal como lo hizo él es incalificable.
«Para mí, el mejor gol es el que no he metido»
En la penúltima fecha de Primera División, David Vidal se puso al frente del banquillo del Cádiz, que se jugaría la permanencia en una liguilla de la muerte contra Osasuna y Racing. Al revés de lo que le ocurre a mucha gente cuando afronta momentos de tanta tensión, Jorge se sentía como pez en el agua: «Si era un partidillo en la calle, una charamusca, excelente; estaba esa algarabía del mariposeo. Pero ya si tenía árbitro, era más importante; si tenía línea, aún más; y si tenía afición, pues no se diga». Los andaluces empataron a uno en los dos duelos —con gol del Mágico a los rojillos— y se libraron de la quema. Vidal fue quien más veces dirigió a González en la máxima categoría del fútbol español (43). El entrenador natural de Portosín, La Coruña, se las vio y se las deseó con su estrella a causa de su comportamiento, ya que, por mucho que le juraba cambiar de costumbres, seguía por los mismos derroteros. Esta peculiar relación dio lugar a historias imborrables, con ambos jugando al gato y al ratón en la noche gaditana. En una entrevista para Sport, el gallego reveló una anécdota que no tiene desperdicio; según contaba, el jugador llevaba perdido dos semanas y reapareció el día antes de un partido, se quejó al técnico por no haber sido convocado y le dijo que se estaba equivocando: «Y va, se echa una mano atrás y saca un paquete de Winston del pantalón. Le dio siete toques al paquete, rectangular, siete toques. Delante mío. Hoy le daría siete toques al móvil, también rectangular». Simplemente Mágico.
Á.M.: Una persona que tuvo mucha influencia en tu carrera imagino que fue David Vidal, el entrenador con el que más tiempo estuviste. ¿Cómo era vuestra relación?
J.G.: Era normal dentro de lo que cabe. Pero claro, él era el míster, tenía los galones que tenía y había que entrar por ahí, estar siempre dando lo mejor de ti, de la mejor manera, con la mejor voluntad… Al final, pues no sé por qué razón —por algunas habrían sido— que me sentí un poco incómodo, quizás porque no compartía tal vez algo. Yo sentía que era algo conmigo y la verdad es que nunca lo entendía. Bueno, sí creo entender por qué razones, pero él ya me conocía desde que estaba con el Cádiz B hasta cuando estuvo con el primer equipo. Y no sé, pienso que él ya tenía algo en mente conmigo y en esto del fútbol y de la misma vida sentía que era un poco así.
J.G.: Claro, quizá esa era su misión como entrenador, porque luego habla maravillas de ti cada vez que le preguntan, pero en su obligación profesional pues a lo mejor él creía que tenía que ejercer ese papel…
J.G.: Para mí que él en un momento dado fue correcto, hizo lo que debía hacer desde donde lo suele hacer un míster para el equipo, sobre todo en lo profesional. Y me parece bien. Luego él anduvo muy bien —y por cierto, hay que felicitarlo— porque estuvo en muy buenos clubes, buenos equipos acá en España, y fue una gran persona conmigo y a su misma vez creo que fue demasiado exigente como señor entrenador. El gallego, claro [risas]. Un saludo para él.
Kiki Hernández – Marca
Kiki Hernández – Marca
El curso 1987/88 sería el mejor del Cádiz en la Primera División. Bajo la dirección de Víctor Espárrago, Mágico se pone serio y vuelve a demostrar todo su talento. «Cuando llegué decían que González se dormía en las charlas técnicas, hacía esto y hacía lo otro; yo no tuve ningún problema, nunca llegó tarde, atento en todo, fue de los mejores jugadores y fue goleador conmigo», puntualizó el uruguayo en el programa radiofónico Güiri Güiri al aire. Por su parte, el salvadoreño compartiría sus impresiones acerca del que fuera su técnico con el diario AS: «Es una persona honesta, trabaja muy bien, con humildad, y sabe cómo hacer un fútbol de presión, que es muy necesario para ganar en España». Espárrago arma una escuadra disciplinada, vertiginosa y muy vertical. Además de Jorge, dan un gran rendimiento futbolistas que ya estaban como Jaro, Amarillo, Juan José, Linares, Manolito, Montero, Cabrera o Francis; los fichajes Carmelo, Oliva, Andrés y Zalazar; y los jóvenes canteranos Cortijo, Calderón y José González. Aunque este año no protagonizan enormes gestas ante los colosos de la liga, cumplen con su deber y se imponen a casi todos sus rivales directos. Mágico logra 10 goles en 30 partidos y los cadistas firman la clasificación más alta de su historia finalizando en decimosegunda posición.
Para la siguiente campaña, Helmut Senekowitsch asume el cargo de entrenador del Cádiz después de la marcha de Víctor Espárrago al Valencia. Los números del austriaco son pésimos y el club lo releva en octubre para encomendarse de nuevo a David Vidal, quien le cambia la cara al equipo y lo salva en la trigésimo octava jornada, con un triunfo en su visita al Murcia que sella la permanencia (0-1). Mágico ve puerta en diez ocasiones disputando un total de 39 encuentros. La temporada 1989/90 quedaría marcada por las continuas tiranteces entre el salvadoreño y los diferentes técnicos, que lo relegan a un rol secundario; su adiós al fútbol español está próximo. Donde sí goza de mayor relevancia es en la Copa del Rey, puesto que aporta 4 goles en 5 partidos. Precisamente sería la participación más exitosa de los cadistas en el torneo, llegando a unas semifinales en las que son eliminados por el Real Madrid (0-1 y 3-0). El año siguiente resulta demasiado convulso para Jorge en lo personal, lo que precipita el regreso a su país. Su última aparición de amarillo tiene lugar el 21 de octubre de 1990, en la derrota en casa frente al Betis (1-2). Así se escribe el punto y aparte en esta historia de amor con el Cádiz y su gente, que lo ha apoyado tanto en las buenas como en las malas: «Ella ahí es la de los respetos. Siempre quise tratar de hacerlos sentir bien, que les gustara ver fútbol. Siempre ha sido mi aliada la noble afición». Allí deja una impronta muy profunda como el extranjero con más partidos en su historia (219) y como segundo máximo goleador (74); eso sí, ostenta el récord de anotación en la Primera División (41). Al margen de todo ello, la relación entre Mágico y Cádiz funciona porque uno quiere al otro tal como es; para Jorge es «una fusión de Dios, no es terrenal».
PROFETA EN SU TIERRA
En el año 1991, Jorge González volvería a El Salvador con la intención de poder seguir disfrutando con el fútbol. El CD FAS vivía uno de los periodos más complicados de su historia y la reincorporación de la mayor leyenda nacional era el mejor estímulo posible. Si el deporte para él había sido siempre sinónimo de diversión, en su madurez se aplicó más si cabe dicho concepto: «Ya se notaba un poco lo que había evolucionado el fútbol en nuestro país. Cuando regresé, se veía venir en el Mágico que era su decadencia como jugador. Ya era más señor, más pausado, jugaba un tiempo nada más para quedar de revulsivo». ¡Y vaya revulsivo! Recuerdan sus compañeros de aquel entonces que iba a su rollo; entrenaba a menor ritmo y viajaba por su cuenta a los partidos en el coche de su padre, donde esperaba al equipo echándose alguna cabezadita. Aun con ello, su mera presencia en la cancha causaba furor en las gradas y les infundía respeto a sus adversarios. El conjunto fastaneco cayó derrotado en las semifinales del campeonato salvadoreño 1992/93, mientras que en la edición sucesiva lo hizo en la final, encadenando una sequía de diez años sin la corona. «Siempre he considerado que la junta directiva del FAS ha intentado tener un equipo con opciones de ser campeón», señala Jorge, así que con ese objetivo aterriza el técnico uruguayo Saúl Rivero, quien fue asistente en el Club Nacional que lo ganó todo a finales de los ochenta. El charrúa sabría cómo aprovechar las virtudes del Mágico dentro del marco de un equipo bien armado y en claro crecimiento.
A mitad de la década de los noventa, FAS dispone de un plantel en el que, además de Jorge González, figuran jugadores importantes para el fútbol salvadoreño como el meta Nicky Chávez, el lateral William Osorio, los centrocampistas Waldir Guerra, Hugo Pérez, Guillermo Rivero, Jorge Rodríguez y William Renderos, o el punta argentino Deonel Fulgencio Bordón. Los tigrillos cuajarían muy buen torneo, clasificándose para jugar los play-offs por el título y superando en las semifinales al Atlético Marte (3-2). La final los medirá contra el Luis Ángel Firpo, nada más y nada menos que el campeón en cuatro de las últimas seis ligas. En el primer envite no están acertados y el marcador se resuelve en favor de los usulutecos, aunque un penalti transformado por Rivero mantiene viva la eliminatoria (2-1). En la vuelta, llegan a la pausa con resultado gafas, de ahí que Saúl Rivero decida introducir en la cancha a González y Renderos: «Como a los diez minutos del segundo tiempo, me dijo Jorge: “Venite, niño, vamos a resolver esto”», contaba William para Fanáticos 21. En uno de los primeros balones que toca, Mágico hace una maniobra fantástica en medio campo y abre el juego a la izquierda intuyendo la subida de Osorio, quien pone un centro al área para que Bordón cabecee a gol. Los visitantes empatan al cuarto de hora, pero dos tantos más del argentino le dan el trofeo a los de Santa Ana.
Mágico había jurado que sería otra vez campeón con el FAS y no solamente lo cumplió, sino que superó su promesa. En 1996 revalidó el título de liga con los santanecos, que por segundo año consecutivo se impusieron en la final a Luis Ángel Firpo (1-1 y 1-0). Por otra parte, el combinado nacional de El Salvador pretendía seguir contando con su mayor mito. Desde la Copa del Mundo de España 1982, Jorge había participado en todas las fases de clasificación mundialista; en la de Estados Unidos 1994 convirtió 6 goles en 10 partidos, aunque, desafortunadamente, los suyos se quedaron a un triunfo de repetir la hazaña. Por lo tanto, la Selecta quiso que se despidiera de su selección convocándolo para la Copa Oro 1998, donde disputaría sus últimos partidos frente a Brasil y a Jamaica. En total, sumó 109 internacionalidades y 36 tantos. Su pasión por jugar al fútbol le llevaría a aguantar en el FAS hasta 1999, cuando ya tenía 41 años. «Diosito también me ayudó a darme la cualidad de moverme de esa manera; puede ser por una condición física ya innata que le agradezco mucho, porque sin ello mi imaginario no hubiese pasado a más», justifica el sansalvadoreño. Todavía le quedarían ganas para unirse al San Salvador FC, un club dirigido por sus grandes amigos Jaime ‘Chelona’ Rodríguez y Norberto Huezo, y con el que jugaría el Torneo Clausura 2002. Tras aquella función, decidiría colgar las botas definitivamente, al menos en cuanto al profesionalismo se refiere, ya que su magia resurge cada vez que se acerca a una pelota.
J.G.: Es difícil opinar para mí porque, quieras o no, todo evoluciona y todos evolucionamos. Desde mi ángulo ya, las perspectivas, prefiero opinar poco y respetar, porque los que están intentándolo pues yo creo que lo están tratando de hacer de la mejor manera posible, por sus responsabilidades, porque les gusta el fútbol y por su país, por nuestro país. Ahora mismo, estamos pasando por una situación bastante difícil con respecto a la FIFA. Estamos teniendo un ligero inconveniente —digámoslo así porque tenemos que ir saliendo de ahí— respecto a nuestra liga, en el sentido de que la podamos tener con normalidad como nos gustaría a los salvadoreños, a los señores directivos y a nuestra noble afición. No estaría mal que buscáramos una forma en los equipos más grandes para ayudar y colaborarles a los más humildes a mantener esa normalidad, por lo menos con los jugadores. Lo digo sobre todo pensando en la evolución y por supuesto en los niños, en la juventud.
EL FÚTBOL ES JORGE Y ‘MÁGICO’ GONZÁLEZ
Trasladándonos al plano personal, a Jorge siempre lo movió la infancia. Por ello, junto con sus hermanos decidió crear una escuela a través de la Fundación Jorge ‘Mágico’ González en colaboración con FESA (Fundación Educando a un Salvadoreño): «La idea de que esta escuelita exista es esa misma por la cual nosotros carecimos de ella. En nuestra época no tuvimos esa ilusión de dormir sabiendo que al siguiente día íbamos a tener asegurada una hora de fútbol». Esta escuela de la que tan orgulloso se siente es humilde y sencilla, alejada de las academias con un mantenimiento y una evolución más acorde a los tiempos, «ahora, cuando hay un niño que nunca ha tenido la oportunidad, la Funda Mágico se le está dando —remarca Jorge—. Así, ese niño tal vez tenga un poco más de control, piense rápido con el balón… se le empiece a ver un recurso positivo y le hagan ofrecimientos otras escuelas de fútbol; para mí de esa manera ya cumplimos, ya le sirvió para que lo vean otros con más recursos que nosotros». Entre risas y en un tono distendido, reconoce la ambición de su hermano respecto a inculcarles una mentalidad competitiva: «Se molesta porque quiere un equipito que gane también, entonces, cada vez llevan más a los que supuestamente se les ven cualidades, pero yo le digo que esté tranquilo, que en la Funda Mágico está la esencia y la finalidad de la escuelita de la que carecimos». Con el esfuerzo de sus hermanos y algunos padres de familia, la pequeña pero acogedora escuela subsiste para que muchos puedan disfrutar de buenos ratos, tanto en sus entrenamientos como en sus partidillos del fin de semana. «Gracias por esta pregunta», aprecia con sinceridad.
La vida de Jorge González ha estado muy marcada por su carácter bohemio, su generosidad, su sencillez y su modo tan particular de proceder en diferentes ámbitos. Son tantísimas las leyendas que se han multiplicado alrededor de su fama y tantísimas las personas que han hablado sobre él, que algunas de las historias que se cuentan no se corresponden del todo con la realidad, dado que a veces incluso se han tergiversado sus propias palabras: «Por mi manera de hablar, si la escribís, es bien fácil como que querés decir otra cosa y no la que verdaderamente querés decir». Nunca le ha dado importancia al dinero, más que la justa y necesaria, y lo ha compartido con los que cree que lo necesitan más que él —en Cádiz regaló otro surtido de anécdotas en este sentido—, lo que en más de una ocasión lo ha llevado a pasar apuros económicos. Aun así, él ha sabido ser feliz con poco y a su manera, especialmente, cómo no, mediante la pelota: «A mí el fútbol me ha servido de mucho como concepto de vida, para saber comportarme y llevar la mía como tal. Siempre quiero ser armonioso y, si se me permite, pues tener un poco de empatía —y aunque no te la permitan, la tenés— y tratar de ser lo más normal posible, más ahora que ya estamos viejas [risas]».
«El fútbol me ha servido mucho como concepto de vida»
Julián Vélez
La personalidad del Mágico resulta bastante parecida a la que tuvo José Monje Cruz, más conocido como Camarón de la Isla. Sobre la supuesta amistad que se forjó entre ambos, cómo no, también alimentada por el mito, se han escrito infinidad de páginas. Es curioso que encontremos tantos testimonios de quienes vivieron momentos únicos rodeados de aquellos dos genios que embrujaron Cádiz a la vez. Cuando le preguntamos por ello al salvadoreño, afirma no haberlo conocido nunca. «No tuve la dicha de coincidir con Camarón, que tenía su famita también, ¿eh?». Aunque no hubiera tenido la fortuna de compartir ratos con el cantaor, se deshace en elogios hacia su figura. Para Jorge «fue un gran artista, un gran personaje, una leyenda. Entiendo poco de cante jondo, pero es muy querido, uno de esos señores que Diosito los pone para que tengan esa fusión con el prójimo, con su pueblo. Camarón, mis respetos. Yo sigo escuchando de vez en cuando un par de canciones de las de él, las que entiendo más». En una de ellas, la que le da el nombre a su disco más célebre, el artista de San Fernando cantaba que «nadie puede abrir semilla en el corazón del sueño», pero, si existiesen excepciones, no hay duda de que ellos estarían en primera fila. Al igual que Camarón de la Isla, Mágico González es otra leyenda del tiempo que ha quedado grabada en los aficionados cadistas que abarrotaron el Carranza en la década de los ochenta.
En febrero de 2001, Jorge se reencontró con la ciudad de Cádiz para disputar un encuentro amistoso entre el Cádiz CF y la selección española sub-21, a beneficio de las víctimas del brutal terremoto que había sacudido El Salvador. La Tacita de Plata sigue recordando como si fuera ayer al futbolista que más fama le dio y el que más la hizo disfrutar. Tres años más tarde, recibiría un bonito homenaje en San Salvador con un partido entre exjugadores salvadoreños y cadistas celebrado en el estadio nacional, que desde entonces lleva su nombre. El CD FAS no se quedaría atrás al honrar su leyenda y retiró el dorsal 10 que lució durante su primera etapa como tigrillo. Otra fecha señalada sería el 22 de abril de 2013, cuando fue elegido para integrar el Salón de la Fama del Fútbol de Pachuca junto con jugadores como Franco Baresi, Paolo Maldini o George Weah. Por si pareciera poco, la IFFHS (Federación Internacional de Historia y Estadística de Fútbol) lo considera uno de los mejores jugadores del siglo XX. Casi nada. Su vida siempre ha sido una realidad soñada en la hipérbole. Después de todo, la alegría, el sentir y la pureza que transmite Jorge Alberto ‘Mágico’ González Barillas permanecen latentes en cada una de las personas que fantaseamos con la pelota, que aún llevamos dentro el espíritu de aquel niño que fuimos.
J.G.: Pues no sé, con normalidad pienso yo. Como se puede recordar a un ser humano con sus defectos, sus virtudes, sus cualidades, con lo bueno, lo malo… orgulloso de ser un salvadoreño, por supuesto. Si decís orgulloso, ya tenés que decir salvadoreño porque, además, eso verdaderamente se siente. Orgulloso de ser un ser humano e intentando tratar de ser una buena persona, porque los seres humanos también muchas veces dejamos mucho que desear. Uno tiene que andar atento. Hay un cartel muy gracioso que dice: no tenga cuidado con el perro, sino que con los humanos [risas]. Quien lo pueda entender que lo entienda.