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«No podré olvidar nunca las emociones que el Milan ha sabido regalarme a mí y a todos nosotros», declaraba el dirigente más carismático, polémico e influyente del fútbol italiano después de vender el club de su vida el 13 de abril de 2017. Sin embargo, Silvio quería volver a sentir de nuevo esta sensación, así que se atrevió con una última aventura: llevar al modesto equipo del Monza a la Serie A por primera vez en su historia.

TEXTO:
MIGUEL MORENO
PORTADA:
DIEGO URIBE

A
l norte de Italia, a pocos kilómetros de Milán, se encuentra Monza, una ciudad que destaca principalmente por el patrimonio histórico-artístico y, cómo no, por el circuito de Fórmula 1. De hecho, su grandeza automovilística está muy vinculada a la escudería Ferrari, relegando a otros deportes a un segundo plano. Aun así, este lugar alberga un equipo de fútbol con una trayectoria muy extensa que supera, desde hace más de una década, sus cien años de existencia. Pero su situación económica no siempre ha estado a la altura. En 2015, la Associazone Calcio Monza Brianza 1912 atravesaba un momento tan nefasto que dejó de existir como entidad deportiva. El récord de más temporadas en la Serie B sin poder conseguir el ascenso no era suficiente para una afición que incluso prestó su ayuda económica con tal de cubrir los viajes del equipo y comprar artículos de primera necesidad. Seguramente por ello el club logró salir adelante, aunque fuera a duras penas. Tras varias subastas para intentar saldar su deuda, ese mismo año se refundaría bajo el nombre de Società Sportiva Dilettantistica Monza 1912, abandonando el fútbol profesional y descendiendo a la Serie D.

El magnate milanés Silvio Berlusconi soñaba con una última aventura en los terrenos de juego. Después de vender el AC Milan a un grupo inversor chino, echaba en falta la adrenalina del fútbol. El ex primer ministro anhelaba bajar a los vestuarios o cerrar fichajes. Entre un baile de quiebras, compras, ventas, desapariciones y fundaciones, llegaría ese pez gordo que tanto esperaban en Monza, un pez que sabía perfectamente cómo nadar entre aguas revueltas. El propietario, Nicola Colombo, no dudó ni un segundo en aceptar la oferta del conglomerado. Así pues, en septiembre del año 2018, el grupo financiero Fininvest adquirió el club por 3 millones de euros, rebautizándolo en julio de 2019 como Associazone Calcio Monza. Aquella apuesta no fue casual. «Fue una elección romántica, un acto de amor de Berlusconi. Quería hacer algo por el área donde vivió desde los años setenta», expuso entonces su mano derecha, Adriano Galliani, explicando el porqué de esta compra.

«Fue una elección romántica, un acto de amor de Berlusconi»

ADRIANO GALLIANI

En septiembre de 2018, el grupo Fininvest compró el AC Monza; Silvio Berlusconi y su mano derecha, Adriano Galliani, pasarían a dirigir el club./ LaPresse

En septiembre de 2018, el grupo Fininvest compró el AC Monza; Silvio Berlusconi y su mano derecha, Adriano Galliani, pasarían a dirigir el club./ LaPresse

LAS BASES DEL PROYECTO

Silvio descansaba en la conocida Villa San Martino, a escasos 7 kilómetros de la casa del Monza, el Stadio Brianteo. La proximidad con su palacio y el glamur de esta región habían sido claves para colocar al club en su punto de mira. No obstante, no podía afrontar este viaje sin compañía. Tampoco es que hubiera perdido su energía ni su mentalidad ganadora —a pesar de haber entrado ya en los 80 de edad—, pero la gestión de un nuevo proyecto demandaba la presencia de un capitán que dirigiera el barco, por lo que Adriano Galliani, mencionado hace algunas líneas, se sumaría a esta expedición. Quien fuera el hombre de confianza de Berlusconi en Milán no solamente era monzés de nacimiento, sino que tenía vinculación familiar muy estrecha con el equipo de su ciudad, donde había ejercido como director deportivo a mitad de la década de los ochenta. Para no atraer todo ese foco mediático, el ex Primer Ministro decidió darle a su hijo, Paolo Berlusconi, el cargo presidencial. Por último, la tercera espada empuñada por Silvio fue la de Cristian Brocchi, exjugador del Milan que se había formado como entrenador en la entidad rossonera y que siempre contó con el apoyo del empresario.

En cuanto a los futbolistas de la primera plantilla del Monza, Berlusconi tenía una idea inicial que nunca terminaría de desarrollarse: «Será un equipo joven, compuesto por jugadores italianos. Tendrán el cabello en condiciones, ya hay un peluquero en Monza que dijo que les cortará el pelo gratis. No llevarán ni barba ni tatuajes y siempre irán vestidos con sobriedad y a la moda». Al margen del apartado estético, Silvio impuso algunas reglas que deberían seguir los deportistas que jugaran para el conjunto biancorossi. «Si se les pide un autógrafo, no harán un garabato, sino que escribirán bien claro el nombre y el apellido —aseguraba a los medios de comunicación el nuevo máximo mandatario—. Se excusarán con sus rivales en caso de hacerles una falta y tratarán al árbitro como un caballero». Con este plan empezaba la nueva vida del Monza en la Serie C, tercera categoría del fútbol italiano.

El estreno del Monza de Silvio Berlusconi tuvo un sabor algo decepcionante, puesto que no lograrían el salto de división. Ni siquiera fue suficiente la inversión de más de dos millones de euros en el mercado invernal de fichajes, con la que llegaron jugadores que serían muy importantes como los defensas Armando Anastasio, Franco Lepore y Filippo Scaglia; los centrocampistas Marco Armellino y Marco Fossati; y los atacantes Andrea Brighenti y Cosimo Chiricò. El equipo finalizó en quinta posición del Grupo B de la Serie C y fue eliminado en los cuartos de final de los play-offs de ascenso ante el Imolese (1-3 y 1-3), que pasó de ronda al haber obtenido mejor clasificación liguera. Por lo tanto, el Monza se vio condenado a permanecer un año más en la categoría de bronce. La segunda bala sí que no podía fallar.

Desde que llegó procedente de la Juventus, Dany Mota asumió la responsabilidad goleadora en el Monza./ LiveMedia

Desde que llegó procedente de la Juventus, Dany Mota asumió la responsabilidad goleadora en el Monza./ LiveMedia

Desde que llegó procedente de la Juventus, Dany Mota asumió la responsabilidad goleadora en el Monza./ LiveMedia

Desde que llegó procedente de la Juventus, Dany Mota asumió la responsabilidad goleadora en el Monza./ LiveMedia

El primer año del Monza de Berlusconi (2018/29) tuvo un sabor algo decepcionante, ya que no lograrían el salto de división. Ni siquiera fue suficiente la inversión de más de dos millones de euros en el mercado invernal de fichajes, con la que llegaron jugadores que serían muy importantes como los defensas Armando Anastasio, Franco Lepore y Filippo Scaglia; los centrocampistas Marco Armellino y Marco Fossati; y los atacantes Andrea Brighenti y Cosimo Chiricò. El equipo finalizó en quinta posición del Grupo B de la Serie C y fue eliminado en los cuartos de final de los play-offs de ascenso ante el Imolese (1-3 y 1-3), que pasó de ronda al haber obtenido mejor clasificación liguera. Por lo tanto, el Monza se vio condenado a permanecer un año más en la categoría de bronce. La segunda bala sí que no podía fallar.

PRIMER ESCALÓN

Para el curso 2019/20, con Cristian Brocchi desde el inicio, el Monza diseñó un plantel hecho a la medida del técnico. En verano realizó un esfuerzo económico para quedarse al lateral zurdo Armando Anastasio, que estaba cedido por el Napoli. Además, incorporó jugadores con experiencia en la élite como el portero Eugenio Lamanna (Spezia), el carrilero Mario Sampirisi (Crotone), el zaguero Giuseppe Bellusci (Palermo); el mediocentro Nicola Rigoni (Chievo Verona) o los puntas Mattia Finotto (SPAL) y Ettore Gliozzi (Sassuolo). En noviembre también llegaría el veterano Gabriel Paletta, defensa italoargentino que había militado en el Milan durante los últimos años de Berlusconi y se encontraba libre. El equipo arrancó la liga como un tiro gracias a 8 victorias, 1 empate y 1 derrota en las primeras 10 jornadas. Y para intentar mantener la excelente serie de resultados, en enero añadiría otras dos piezas que se fueron ganando su hueco en el puzle: el mediocampista ecuatoguineano José Machín (Parma) y el delantero luso Dany Mota (Juventus). En marzo, los organismos federales suspendieron el campeonato regular debido a la pandemia del COVID-19; finalmente, el 8 de junio de 2020 nombraron ganadores a los lombardos con 61 puntos en 27 partidos. Después de casi dos décadas sin superar la barrera de tercera división, el nuevo proyecto lo consiguió a la segunda; el Monza volvía a la Serie B, esa competición donde rozas la grandeza por arriba y observas el abismo por abajo. La frontera entre la profesionalidad y la afición. Una línea que los de Brianza habían observado decenas de veces desde su lado de la valla y que no habían atravesado nunca. Hasta la llegada de Silvio.

PRIMER ESCALÓN

Para el curso 2019/20, con Cristian Brocchi desde el inicio, el Monza diseñó un plantel hecho a la medida del técnico. En verano realizó un esfuerzo económico para quedarse al lateral zurdo Armando Anastasio, que estaba cedido por el Napoli. Además, incorporó jugadores con experiencia en la élite como el portero Eugenio Lamanna (Spezia), el carrilero Mario Sampirisi (Crotone), el zaguero Giuseppe Bellusci (Palermo); el mediocentro Nicola Rigoni (Chievo Verona) o los puntas Mattia Finotto (SPAL) y Ettore Gliozzi (Sassuolo). En noviembre también llegaría el veterano Gabriel Paletta, defensa italoargentino que había militado en el Milan durante los últimos años de Berlusconi y se encontraba libre. El equipo arrancó la liga como un tiro gracias a 8 victorias, 1 empate y 1 derrota en las primeras 10 jornadas. Y para intentar mantener la excelente serie de resultados, en enero añadiría otras dos piezas que se fueron ganando su hueco en el puzle: el mediocampista ecuatoguineano José Machín (Parma) y el delantero luso Dany Mota (Juventus). En marzo, los organismos federales suspendieron el campeonato regular debido a la pandemia del COVID-19; finalmente, el 8 de junio de 2020 nombraron ganadores a los lombardos con 61 puntos en 27 partidos. Después de casi dos décadas sin superar la barrera de tercera división, el nuevo proyecto lo consiguió a la segunda; el Monza volvía a la Serie B, esa competición donde rozas la grandeza por arriba y observas el abismo por abajo. La frontera entre la profesionalidad y la afición. Una línea que los de Brianza habían observado decenas de veces desde su lado de la valla y que no habían atravesado nunca. Hasta la llegada de Silvio.

En la temporada 2020/21, la del regreso del Monza a la Serie B, Berlusconi quiso apostar fuerte por el equipo, desembolsando cerca de 25 millones de euros en fichajes. En primer lugar, efectuó la opción de compra para quedarse en propiedad tanto a Pepín Machín como a Dany Mota. Luego hizo algunas inversiones muy destacadas como eran las de Carlos Augusto, un lateral izquierdo brasileño por el que le pagó más de 4 millones al Corinthians, y la de Mirko Marić, delantero bosniocroata que llegó por 7 millones procedente del Osijek. Por otra parte, continuó con la política de traer talentos prometedores —sobre todo de los mejores clubes italianos— con intención de cederlos, de cara a sacar futuro rédito económico o foguearlos para el primer equipo, como sería el caso del guardameta Michele Di Gregorio (Inter). Por último, aterrizaron a coste cero el lateral diestro Giulio Donati (Lecce), los mediocampistas Andrea Barberis (Crotone), Andrea Colpani (Atalanta) y Antonio Barillà (Parma), o el ariete danés Christian Gytkjaer (Lech Poznan). Pero si se trata de nombres propios, Silvio cerró otra firma que explotaría el mercado: Kevin-Prince Boateng. El crack germanoghanés, que había jugado en el Milan, se unió al proyecto tras jugar un año en el Beşiktaş y cumplir contrato con la Fiorentina. No había duda de que el Monza contaba con una de las escuadras más potentes de la competición.

Mario Balotelli y Kevin-Prince Boateng fueron los fichajes más mediáticos del Monza de Berlusconi, aunque no funcionaron como se esperaba./ NurPhoto

Mario Balotelli y Kevin-Prince Boateng fueron los fichajes más mediáticos del Monza de Berlusconi, aunque no funcionaron como se esperaba./ NurPhoto

Si bien el Monza despertó una enorme expectación, tardaría unas cuantas jornadas en empezar a carburar y a coleccionar triunfos. Al término de la primera vuelta, se ubicaba en el segundo lugar de la clasificación liguera. Lejos de caer en el conformismo, Berlusconi y Galliani apuntalaron su línea ofensiva en la ventana de traspasos de invierno, sumando al espigado Davide Diaw (Pordenone) y a otra estrella que estaba sin equipo y era viejo conocido de Silvio como Mario Balotelli. Así, el controvertido delantero formaría una dupla extravagante y llamativa junto con Kevin-Prince Boateng, dos jugadores que son más que antiguos compañeros. «Feliz de tenerte de vuelta, hermano pequeño», publicaba Boa en sus redes sociales al conocer la llegada de Super Mario; por desgracia, los hermanos se separarían más rápido de lo que pensaban. El Monza cayó a la tercera plaza que lo enviaba a las eliminatorias por el ascenso, donde contra todo pronóstico fue derrotado por el Cittadella (3-0 y 2-0). El alumno adinerado tuvo que repetir curso y esta vez no podía permitirse suspender. Como le ocurrió anteriormente, necesitaría dos disparos para acertar.

ASALTO A LA ÉLITE

Algunos de los fichajes del Monza habían carecido de lógica, combinando famosos que no pasaban su mejor momento, joyas jóvenes cedidas y futbolistas curtidos en Serie B; por ello, en la campaña 2021/22 se inclinaron más por la tercera característica, comenzando por el banquillo. Cristian Brocchi abandonó el barco y el elegido fue Giovanni Stroppa, otro ex rossonero que había jugado dos años en Monza y ya sabía lo que era un ascenso, pues lo logró el año anterior con el Crotone. El técnico de Mulazzano importaría su habitual esquema 3-5-2 con una propuesta de juego muy clara: atacar los espacios casi siempre desde fuera hacia dentro, otorgándole mucha importancia a los carriles y con continuas permutas de posición —especialmente entre los interiores y los delanteros—, defendiendo mediante una presión fuerte tras pérdida y un repliegue en bloque medio. Con el fin de compensar las bajas de los Balotelli, Boateng y compañía, los lombardos se reforzaron con gente acostumbrada a la categoría: Luca Caldirola (Benevento), Luca Marrone (Crotone), Valentin Antov (CSKA Sofía) y Pedro Pereira (Benfica) llegaron a la zaga; en la medular, añadieron a un mediocentro defensivo, Luca Mazzitelli (Sassuolo), y a otro más creativo, Mattia Valoti (SPAL), además de algunos jugadores con proyección como eran Antonis Siatounis (Sampdoria) y Samuele Vignato (Chievo Verona); en ataque, el fichaje más caro fue el de Patrick Ciurria (Pordenone). Por último, José Machín regresó de su préstamo al Pescara y recuperó su sitio en el plantilla.

Contando con un técnico experimentado en la Serie B y con un bloque de menos estrellas y más sólido, el Monza protagonizaría una temporada muy parecida a la anterior en cuanto a sus números. En la primera jornada rascó un punto en su visita a la Reggina (0-0) y en la segunda ató el triunfo en casa ante el Cremonese con un gol de Christian Gytkjaer (1-0). A partir de mediados de octubre, mantuvo una regularidad en su rendimiento con la que enlazó una buena racha de resultados; la igualada a domicilio frente al Parma (0-0), uno de los grandes favoritos al ascenso, le dio la confianza para conseguir un balance de 6 victorias y 4 empates en 10 partidos, afianzándose en las posiciones de los play-offs. «Monza es un equipo excelente, que ya ha dado muchas satisfacciones a sus seguidores. Quizás todavía necesitemos encontrar una manera de aprovechar al máximo el capital humano y técnico que tenemos en el equipo, que es de primer nivel», señalaba Silvio Berlusconi, quien seguía convencido de los éxitos que estaban por venir.

El mediocampista Mattia Valoti se convirtió en una de las figuras del Monza en su andadura por la Serie B. / AC Monza

Carné de socio de Club Atlético Independiente que la propia entidad le hizo y le envió a Neil Armstrong./ Archivo

El mediocampista Mattia Valoti se convirtió en una de las figuras del Monza en su andadura por la Serie B. / AC Monza

El mediocampista Mattia Valoti se convirtió en una de las figuras del Monza en su andadura por la Serie B. / AC Monza

Contando con un técnico experimentado en la Serie B y con un bloque de menos estrellas y más sólido, el Monza protagonizaría una temporada muy parecida a la anterior en cuanto a sus números. En la primera jornada rascó un punto en su visita a la Reggina (0-0) y en la segunda ató el triunfo en casa ante el Cremonese con un gol de Christian Gytkjaer (1-0). A partir de mediados de octubre, mantuvo una regularidad en su rendimiento con la que enlazó una buena racha de resultados; la igualada a domicilio frente al Parma (0-0), uno de los grandes favoritos al ascenso, le dio la confianza para conseguir un balance de 6 victorias y 4 empates en 10 partidos, afianzándose en las posiciones de los play-offs. «Monza es un equipo excelente, que ya ha dado muchas satisfacciones a sus seguidores. Quizás todavía necesitemos encontrar una manera de aprovechar al máximo el capital humano y técnico que tenemos en el equipo, que es de primer nivel», señalaba Silvio Berlusconi, quien seguía convencido de los éxitos que estaban por venir.

De enero en adelante, Giovanni Stroppa podría disponer de Salvatore Molina, un centrocampista polivalente que había sido uno de sus hombres de confianza en el Crotone y que llegó a Monza para desempeñarse en ambas bandas. Aparte de su aportación, la calidad y la jerarquía de Mattia Valoti como líder del juego ofensivo mejoraría las prestaciones del cuadro biancorossi, algo que se tradujo en goleadas como las que le endosó a SPAL (4-0) y a Pordenone (1-4). La alineación más utilizada durante aquel año estaría compuesta por el arquero Michele Di Gregorio, muy seguro con las manos y con los pies; una línea defensiva formada por tres centrales técnicos y sobrios como el capitán Giulio Donati, Luca Caldirola y Luca Marrone; en los costados solían jugar Pedro Pereira y Carlos Augusto, dos laterales con mucho vuelo; el centro del campo normalmente era un trivote formado por Andrea Barberis de ancla, Andrea Colpani para darle intensidad y el mencionado Valoti; en ataque, Stroppa optaba por un delantero más referente que fijara a los defensas como Christian Gytkjaer junto con otro más móvil que conectara con la zona central y explotara los espacios, que casi siempre era Dany Mota. Los defensas Gabriel Paletta y Mario Sampirisi, los pivotes Luca Mazzitelli y José Machín, el extremo Marco D’Alessandro o el atacante multiusos Patrick Ciurria también tendrían bastante participación. Un mes de marzo inmaculado, consiguiendo 12 de 12 puntos posibles frente a Cittadella (1-2), Vicenza (4-0), Alessandria (0-3) y Crotone (1-0), fue desatando la ilusión necesaria para encarar la recta final de la liga con enorme optimismo.

De enero en adelante, Giovanni Stroppa podría disponer de Salvatore Molina, un centrocampista polivalente que había sido uno de sus hombres de confianza en el Crotone y que llegó a Monza para desempeñarse en ambas bandas. Aparte de su aportación, la calidad y la jerarquía de Mattia Valoti como líder del juego ofensivo mejoraría las prestaciones del cuadro biancorossi, algo que se tradujo en goleadas como las que le endosó a SPAL (4-0) y a Pordenone (1-4). La alineación más utilizada durante aquel año estaría compuesta por el arquero Michele Di Gregorio, muy seguro con las manos y con los pies; una línea defensiva formada por tres centrales técnicos y sobrios como el capitán Giulio Donati, Luca Caldirola y Luca Marrone; en los costados solían jugar Pedro Pereira y Carlos Augusto, dos laterales con mucho vuelo; el centro del campo normalmente era un trivote formado por Andrea Barberis de ancla, Andrea Colpani para darle intensidad y el mencionado Valoti; en ataque, Stroppa optaba por un delantero más referente que fijara a los defensas como Christian Gytkjaer junto con otro más móvil que conectara con la zona central y explotara los espacios, que casi siempre era Dany Mota. Los defensas Gabriel Paletta y Mario Sampirisi, los pivotes Luca Mazzitelli y José Machín, el extremo Marco D’Alessandro o el atacante multiusos Patrick Ciurria también tendrían bastante participación. Un mes de marzo inmaculado, consiguiendo 12 de 12 puntos posibles frente a Cittadella (1-2), Vicenza (4-0), Alessandria (0-3) y Crotone (1-0), fue desatando la ilusión necesaria para encarar la recta final de la liga con enorme optimismo.

A falta de siete jornadas para el final de la Serie B, el Monza de Silvio Berlusconi marchaba tercero en la clasificación y a tan solo dos puntos del líder. Un tropiezo ante los vecinos del Como (2-0) se olvidó rápidamente con dos triunfos similares contra Ascoli (2-0) y Cosenza (0-2), ambos resueltos gracias a los goles de Mattia Valoti y Christian Gytkjaer, quienes acabarían la fase regular con 10 y 9 goles respectivamente. Sin embargo, el estado de euforia decayó después de no poder superar al Brescia como local (1-1) y recibir un serio correctivo a manos del Frosinone (4-1). En el penúltimo partido de la liga, otra meritoria actuación de Dany Mota, que realizó un doblete para irse hasta las 11 dianas, permitió que los brianzoli se impusieran con claridad al Benevento (3-0), dependiendo de sí mismos para amarrar el ascenso directo e incluso proclamarse campeones. El duelo que debía cerrar el curso era una salida donde se enfrentarían a un Perugia que apuraba sus opciones de play-offs. Con todo a su favor, el conjunto dirigido por Giovanni Stroppa tuvo mala suerte en la noche menos oportuna; el tanto de Gabriele Ferrarini en el minuto 85 sentaría como un jarro de agua fría, causando una de las derrotas más duras en la era Berlusconi (1-0). La Cremonese, rival directo por la segunda plaza, hizo sus deberes ganando y mandó al Monza al cuarto puesto liguero, obligándole a disputar de nuevo a la postemporada. Los viejos fantasmas reaparecieron.

Alineación del Monza en la ida frente al Pisa por el ascenso a la Serie A de la temporada 2021/22. De izquierda a derecha: Mota, Caldirola, Pirola, Marrone, Di Gregorio (arriba); Mazzitelli, Barberis, Machín, Ciurria, Carlos Augusto y Molina (abajo)./ AC Monza

Alineación del Monza en la ida frente al Pisa por el ascenso a la Serie A de la temporada 2021/22. De izquierda a derecha: Mota, Caldirola, Pirola, Marrone, Di Gregorio (arriba); Mazzitelli, Barberis, Machín, Ciurria, Carlos Augusto y Molina (abajo)./ AC Monza

EL CAMINO MÁS DIFÍCIL

Si dejar escapar el ascenso directo a Serie A en el último instante fue un chasco para el Monza, la lesión de Mattia Valoti, que había sufrido una inflamación en la rodilla, ensombreció aún más el panorama. Ni aun así perdería la esperanza una afición que no podía evitar seguir soñando con ver a su club en la élite del fútbol italiano. «Berlusconi y Galliani ya han ganado de todos modos, hay un gran entusiasmo en la ciudad. Sacaron al equipo de la Serie C con quinientos, tal vez mil aficionados, y lo llevaron a la Serie B. El sábado pasado había 8 500 aficionados —había expresado Dario Allevi, alcalde de Monza, apenas unas horas antes de la fatídica noche en Perugia—. Hicieron un trabajo increíble. El equipo está en el centro de nuestra comunidad, el punto de referencia para toda una provincia». Después de todo lo ocurrido, lo cierto es que estaban a cuatro partidos de conseguir el ascenso y, desde luego, la plantilla había dado suficientes razones para confiar en ella. La primera eliminatoria de los play-offs depararía un derbi lombardo contra el Brescia.

El primer envite entre Monza y Brescia se disputó en el Mario Rigamonti. Los locales arrancaron más enchufados y se adelantarían muy pronto con un zurdazo de Stefano Moreo, pero Christian Gytkjaer puso las tablas justo antes del descanso. En la segunda parte, el danés transformaba un penalti cometido sobre Dany Mota, ratificando su excelente estado de forma y aventajando a los suyos de cara a la vuelta (1-2): «Es bonito verlo cosechar los resultados del trabajo que hemos hecho esta semana, estoy orgulloso de ello: la suya no es una vida nueva porque desde siempre ha tenido mi confianza y la de todo el club», dijo Giovanni Stroppa al respecto del punta nórdico. Cuatro días más tarde, en el Stadio Brianteo (U-Power Stadium por el patrocinio), la película sería similar. Matteo Tramoni igualó la serie tras hacer el primero a los cinco minutos, por lo que el Monza se lanzó al ataque y concedió espacios a su espalda. Ahí emergió Luca Caldirola, que tiró de experiencia y liderazgo para imponerse en los duelos aéreos y anticiparse a sus rivales. Stroppa alteró el juego mediante las sustituciones, dando entrada a Pepín Machín, Marco D’Alessandro y Leonardo Mancuso, que había tenido una participación discreta desde que llegó en enero cedido del Empoli. En el minuto 70, el atacante milanés aprovechó un contraataque conducido por Gytkjaer y firmó el empate, y ya en el alargue, Machín asistiría a D’Alessandro para sentenciar la eliminatoria (2-1). Las gradas enloquecieron mientras por la megafonía sonaba la canción E la vita l’è bela de Cochi e Renato, un clásico en los festejos del equipo de Silvio Berlusconi.

José Machín y Christian Gytkjaer serían claves para el Monza en los 'play-offs' de ascenso a la Serie A./ AC Monza

José Machín y Christian Gytkjaer serían claves para el Monza en los play-offs de ascenso a la Serie A./ AC Monza

«Para mí, Galliani y Berlusconi son diferentes. Hay un cariño y una relación de treinta años que es difícil explicar —recapitulaba Giovanni Stroppa después de las semifinales del play-off de ascenso a la Serie A—. Llegué a Monza con un pasado extraordinario aquí y, por tanto, con la responsabilidad de representar a esta gente. Al principio de temporada, con miles de dificultades, no fue fácil. Hoy recogemos los frutos de nuestro trabajo, pero todavía no hemos hecho nada. Ahora vienen dos partidos duros contra una escuadra fortísima». Esa escuadra sería el Pisa, que no solo venía de ser tercero y eliminar en la otra semifinal al Benevento, sino ante el que los monzesi no habían puntuado en liga; el ascenso pasaba por meter más goles que ellos. El jueves 26 de mayo, el U-Power Stadium acogió cerca de 10 000 personas en el primer encuentro de la final. Stroppa alinearía un once más sólido con la idea de hacer daño en las transiciones: el contundente Lorenzo Pirola acompañó a Luca Caldirola y Luca Marrone en la zaga, José Machín y Luca Mazzitelli actuaron por delante de Andrea Barberis, y Christian Gytkjaer le cedió el sitio a Patrick Ciurria como pareja de Dany Mota. El portugués abriría la cuenta a los nueve minutos tras una jugada al contragolpe con Ciurria. El Pisa creó muchas ocasiones de peligro, sobre todo un tiro de Giuseppe Sibilli que se estrelló en el poste, pero Gytkjaer volvió a ser decisivo, esta vez saliendo del banquillo y recogiendo un rechace del portero para meter el segundo. Con el tiempo casi cumplido, Filippo Berra cabeceó a la red un lanzamiento desde el córner, dejando todo abierto para la vuelta (2-1).

PUNTO Y APARTE

El domingo 29 de mayo, en el Arena Garibaldi de Pisa, se decidía el último billete para ascender a la Serie A. Aunque el Monza repitió la alineación del primer choque, la película sería muy distinta. Arropado por su hinchada, el Pisa salió en tromba y en nueve minutos inclinó la balanza a su favor con los tantos de Ernesto Torregrossa y Hjörtur Hermannsson. Los visitantes necesitaban por lo menos un empate que hizo más factible el gol de Pepín Machín en el minuto 20. Al igual que en la ida, Christian Gytkjaer salvó a los suyos en los últimos compases, recibiendo un taconazo fabuloso de Dany Mota y definiendo raso, y los toscanos mostraron su gran capacidad de supervivencia con un zurdazo de Giuseppe Mastinu que mandó el partido a la prórroga. Los de Silvio Berlusconi no querían perder otra oportunidad así y afrontaron el tiempo suplementario con decisión. Tras la salida de un córner, Salvatore Molina puso un centro al corazón del área y Luca Marrone no perdonó con la cabeza; cinco minutos después, Gytkjaer se beneficiaría de un error grosero por parte de la defensa pisana para encarar puerta con tranquilidad y poner la puntilla (3-4). Por primera vez en su historia, el Monza se estrenaría en la élite. Miles de seguidores invadieron las plazas de Trento, Trieste y Duomo, sin parar de cantar y agitar las banderas biancorossi. Todos esperaban la reacción de Silvio, que nunca deja a nadie indiferente: «Es un logro increíble pero merecido, después de haber disputado un gran campeonato. Estamos ansiosos de desafiar al Milan en el derbi. Este club, nacido en 1912, nunca había conocido la máxima categoría, estamos felices por los aficionados. Ahora que estamos en la Serie A, tenemos que ganar el scudetto, ir a la Champions League y ganarla».

«Ahora que estamos en la Serie A, tenemos que ganar el scudetto, ir a la Champions League y ganarla»

SILVIO BERLUSCONI

La primera temporada del Monza en Serie A sería, desgraciadamente, la última que disfrutaría Silvio Berlusconi. Para que el equipo compitiera con las mayores garantías posibles, el Cavaliere brindó otra gran inversión en fichajes. Con su dinero sumado a la mente y los contactos de Adriano Galliani, el club pescó en las mejores aguas. Por un lado, compró futbolistas que habían sido importantes en sus cesiones (Di Gregorio, Pereira, Colpani, Valoti, Mancuso). Seguidamente, sumaría a préstamo varios actores principales como los defensas Armando Izzo (Torino), Pablo Marí (Arsenal) y Marlon (Shakhtar Donetsk); los mediocampistas Nicolò Rovella (Juventus), Stefano Sensi (Inter) y Matteo Pessina (Atalanta) —el tercero, natural de Monza, no tardaría en hacerse capitán—; y los delanteros Gianluca Caprari (Hellas Verona) y Andrea Petagna (Napoli). Además, continuó con la política de invertir en jóvenes como Valentin Antov (CSKA Sofía), Davide Bettella (Atalanta), Samuele Birindelli (Pisa) o Andrea Carboni (Cagliari). Desde primera hora, el cuadro de Giovanni Stroppa comprobó el salto de calidad de la competición, con 5 derrotas seguidas que le costarían el puesto a su técnico. La apuesta de Galliani fue Raffaele Palladino, exfutbolista al que ficharon para la Serie C y que, tras retirarse por problemas físicos, desempeñó muy buen papel en el equipo primavera. El napolitano arrancó con una victoria de muy meritoria ante la Juventus (1-0). A partir de ahí, enderezó el rumbo de los lombardos hasta el punto de que Berlusconi se vino aún más arriba de lo habitual. «Ahora vienen la Juventus, el Milan… si ganáis a uno de los grandes, haré que os metan un autobús lleno de putas en el vestuario», aseguró en la cena de Navidad. Pese a que cayeron en los derbis con el Milan, darían la sorpresa contra Juventus (0-2), Inter (0-1) y Napoli (2-0). Quién sabe si Silvio cumplió su promesa.

El 12 de junio de 2023, con la temporada recién finalizada, Silvio Berlusconi falleció a los 86 años debido a unas complicaciones de la leucemia crónica que padecía. En lo deportivo, su Monza le dio una despedida a la altura: undécimo en Serie A a más de veinte puntos del descenso y a diez de las competiciones europeas, supone un regalo idóneo para cualquier dueño de un recién ascendido. El dinero no se utilizó en vano, pues el resultado fue sorprendente y dejó la puerta abierta a un futuro prometedor para un proyecto que tiene todavía mucho que decir. La aventura de Silvio termina aquí. Cumplió con su cometido de convertir al Monza en un club de primera. «Quien cree, combate; quien cree, supera los obstáculos; quien cree, gana», un lema que se instauró en este equipo desde que su dueño lo transmitió en el vestuario. El club quiso despedirse de él exponiendo la filosofía de trabajo del magnate: «Después de cada objetivo que lograba, trazaba rápidamente el siguiente. Porque su fuerza era nunca parar, soñar y siempre perseguir nuevas metas. Para Monza y toda la gente de Monza era el hombre de los sueños. Gracias a usted, presidente, todo fue romántico». De ahora en adelante, continuarán sin el propietario más emblemático, polémico, relevante, influyente, conocido y carismático en la historia del fútbol italiano.

«Quien cree, combate; quien cree, supera los obstáculos; quien cree, gana»./ AC Monza

«Quien cree, combate; quien cree, supera los obstáculos; quien cree, gana»./ AC Monza