TEXTO:
FACUNDO SINATRA SOUKOYAN
ILUSTRACIÓN:
DIEGO URIBE
SEBASTIÁN MARTOS
S
abido es que el fútbol tiene su origen en Inglaterra, donde se podría ubicar el punto de partida allá por el año 1863 con la fundación de la Asociación Inglesa de Fútbol (FA), aunque bastante tiempo atrás, el deporte ya era extendido en aquellas tierras. El correr de los años generó que ciudadanos ingleses poco a poco se dispersaran por diferentes latitudes, llevando consigo aquel incipiente juego de pelota. Uno de los tantos lugares por donde comenzaría a regarse fue en el cono sur del continente americano, más específicamente en la Argentina, un país que por aquella época ya se encaminaba a delinear las bases del futuro Estado nación, siendo uno de los pilares fundamentales para el crecimiento, la creación y expansión de las vías férreas.
A esa tarea llegaron varios grupos de británicos con el fin de aportar sus conocimientos. Y claro que, junto a su pericia ferrocarrilera, trajeron con ellos sus prácticas culturales tales como el fútbol. Como semilla en tierra buena, dicho deporte prendió rápidamente y aquellos discípulos criollos fueron haciendo aquel juego parte de su vida cotidiana. El primer partido disputado de forma oficial en la Argentina se ubica el 20 de junio de 1867, y cierto también es que los primeros clubes tuvieron una fundación ligada a lo inglés, ya fuera por personas específicas, por instituciones o por la vinculación directa con el tren.
En cuanto a la creación de sociedades futbolísticas ligadas al sistema ferroviario, se pueden citar algunos casos como el de Banfield, fundado en su mayoría por ciudadanos británicos y trabajadores del ferrocarril; siguiendo en dirección hacia el norte, en la ciudad de Rosario, un grupo de obreros constituyeron en 1889 el Ferrocarril Central Argentino de Rosario, club que cambiaría su denominación a la de Rosario Central; en la provincia de Córdoba, empleados del tren fundaron Talleres de aquella ciudad; o inclusive más al norte todavía, en Salta, el club Central Norte adopta su nombre del ferrocarril homónimo. Seguramente, esa conexión directa con las vías férreas resulte la primera gran pista para entender la popularización y masificación del balompié en tierras argentinas, pasando a ser en poco tiempo el deporte más extendido sin discusión alguna. Al mismo ritmo en que crecían las vías del ferrocarril, nacían nuevos clubes en cada rincón del país.
NACIMIENTOS MASIVOS
En las primeras décadas del siglo XX se fundaron muchísimos clubes en la Argentina que brotaban en cada potrero, en cada barrio o en cada agrupamiento de trabajadores por rama, provincia o localidad. Uno de aquellos nacimientos tuvo lugar el primero de enero de 1910: el del Club Atlético Argentinos de Vélez Sarsfield. Pocos años después, la denominación de argentinos se suprimiría para quedar con el nombre que hoy sigue vigente: Club Atlético Vélez Sarsfield. Aquella entidad fundada bajo la estación de trenes Vélez Sarsfield (hoy Floresta), comenzaría a soñar tan solo con disponer de una pequeña cancha demarcada y con un juego de camisetas, así como con poder disputar algún que otro encuentro. Sin embargo, lo que aquel grupo de soñadores nunca llegaría a pensar es que con el tiempo se iba a transformar en una de las instituciones deportivas más importantes del país.
«Aquellos colores marcarían el amplio porcentaje de los inmigrantes italianos que pulularon en su conformación»
Aquellos colores marcarían el amplio porcentaje de los inmigrantes italianos que pulularon en su conformación
El equipo que acababa de ver la luz deambularía de un improvisado field a otro, siempre por la zona oeste de la ciudad de Buenos Aires. Sus uniformes apenas recibirían modificaciones en los primeros años, luciendo al principio una camisa blanca con un pequeño distintivo en el bolsillo, y luego una azul con similar insignia. Sería recién en 1914 cuando se formalizó el uso de camisetas a rayas verticales verdes y rojas, separadas por unas líneas blancas mucho más finas. Esta modificación no solo significó el inicio de un marco de referencia a los pasos de este novel club, sino que aquellos colores marcarían el amplio porcentaje de los inmigrantes italianos que pulularon en su conformación como sociedad futbolística.
La naciente década de 1930, por cierto, muy convulsionada a nivel sociopolítico mundial, estará repleta de rupturas y continuidades hacia el interior de los nóveles clubes en Argentina. Los agrupamientos fundados con un tiempo de asentamiento de entre veinte y treinta años serán tierra fértil para seguir avanzando sobre las nuevas discusiones y los debates organizativos. En esta coyuntura, Vélez Sarsfield empieza también a atravesar un periodo de transición, situando en el año 1931 una decisión que a la postre resultará trascendental: la desafiliación de la Asociación Amateur Argentina de Football y el ingreso en la Liga Argentina de Football, de la cual forma parte de su organización con los otros diecisiete clubes de mayor convocatoria del momento.
Luego de aquel hito de gran trascendencia que significó el paso hacia el profesionalismo, Vélez Sarsfield tendría al siguiente año un evento importante de significación identitaria: por primera vez en su historia sería apodado como El Fortín, en clara referencia a su estadio y a la complejidad del cuadro visitante en poder llevarse una victoria del reducto, ubicado en el porteño barrio de Villa Luro. Dicho seudónimo fue pronunciado por primera vez por el periodista Hugo Marini, entonces jefe de deportes del diario Crítica, quien se preguntó: «¿San Lorenzo hará rendir mañana el Fortín de Villa Luro?»; desde ese momento ha acompañado al equipo hasta hoy día. Tras veintidós años de vida y haber participado del grupo fundador que dio el puntapié inicial para la profesionalización del juego, el club ya sí disponía de una cancha acorde a las condiciones que requería el fútbol de la época y, además, tenía su apodo propio referido a las características singulares de su fútbol. En este contexto, aún había otro abrupto cambio que estaba por surgir.
CON LA V AZUL EN EL PECHO
La historia dirá que la octava fecha del torneo de primera división del fútbol argentino, frente a San Lorenzo de Almagro, se jugaría en el ya mítico Estadio Vélez Sarsfield, bautizado como el Fortín de Villa Luro, morada situada al oeste de la ciudad de Buenos Aires que sería inexpugnable. En un estadio colmado, todo parecía correr por los carriles normales esperados para un encuentro de gran relevancia. Una vez que los equipos están en el campo de juego, San Lorenzo vestirá su clásica casaca a bastones azulgrana, y Vélez… sin preámbulos ni anticipaciones, estrena una camiseta completamente diferente, de fondo blanco con una V azul que le atraviesa el pecho y le formaba otra V en la espalda. Aquella tarde, Petronilo Do Brito adelanta a los visitantes en el minuto 10 y Juan Pressaco lo iguala en el 36, llegando al final con tablas en el marcador (1-1). Por encima del resultado, lo que llama verdaderamente la atención es la novedad en el nuevo uniforme de Vélez. Es en este punto donde la pregunta surge inevitable: ¿A qué se debió este cambio?
A partir de aquel partido ante San Lorenzo, se barajan una serie de conjeturas que solo podrían armarse, o intentar hacerlo, con los elementos que el tiempo iría dejando como rastros en la historia del equipo. La primera y la más extendida de las hipótesis emerge sin ningún tipo de fundamento escrito; aparece en un relato repetido como un mantra durante años y quedaría plasmada en el libro oficial del club con motivo de los 70 años de su fundación. Este texto con relación al cambio de camiseta se titula «Cómo nació la V» y sigue de esta manera: «Pero hubo un hecho más trascendental aún en la vida del club y era el estreno de una nueva camiseta, totalmente distinta, que luego se convertiría en la divisa oficial del club. Se trataba de la V azul sobre una casaca blanca, que pertenecía inicialmente a un club de rugby en formación que la encargó a un tendero y no la retiró nunca. Cuando los directivos de Vélez Sarsfield fueron a renovar su stock, el tendero les ofreció ese juego —que tenía de clavo— con un interesante descuento, y como habían empezado a imponerse algunos cambios de diseño en las camisetas de otros clubes (River había estrenado la banda roja, Ferro usaba dos franjas verdes en forma de V) se pensó que estaban de moda. Fueron estrenadas el 30 de abril».
La versión oficial de Vélez Sarsfield es bastante conocida por sus simpatizantes o por quienes se hayan interesado por los orígenes de las camisetas de los clubes de fútbol argentinos; uno de los que creció con ella es el periodista bonaerense Oscar Barnade, redactor en el diario Clarín, quien relata su experiencia vivida también como hincha del equipo: «La versión que uno abrazó con los libros que había a mano en la década de los ochenta fue la historia de Vélez, la oficial que salió en 1980 por los 70 años. Ahí cuenta la historia de las camisetas que le sobraron a un tendero, que pertenecían a un equipo de rugby, y que esto era lógico porque el club se llamaba Vélez Sarsfield, y que una camiseta tenga una V azul estaba vinculado a Vélez. Y también era lógico porque en la década del treinta hubo varios equipos que cambiaron sus camisetas». En tanto, el reconocido locutor y periodista Osvaldo Rao, historiador de Vélez Sarsfield, comenta: «Aparte de la versión oficial, yo tengo dos más. La primera tiene que ver con el seleccionado de Junín que jugaba la liga de Ayacucho; hasta la década de los setenta era muy común que las provincias o las ciudades tuvieran sus seleccionados. El seleccionado de Junín, ya en el año 1933, tenía la camiseta con la V. ¿Y por qué cito el seleccionado de Junín? Porque en esa época ya habían llegado tres jugadores a Vélez. Y la otra versión…».
Las versiones por fuera de la oficial no están muy extendidas y, en la mayoría de estos casos, son fácilmente refutables, como aquella publicada en el año 2017 en el libro Atlas de camisetas, donde se nombra que el origen podría estar relacionado con un equipo de rugby australiano (Universidad de Melbourne) que las dejó olvidadas por Buenos Aires. Pero esta hipótesis fue descartada rápidamente, ya que, ante la consulta vía correo electrónico hacia el club australiano en cuestión, se pudo confirmar que dicha institución no realizó ninguna gira por Argentina alrededor de los años referidos al cambio de camiseta.
«La otra versión es que la camiseta de Vélez representa de algún modo un escudo masón»
OSVALDO RAO
Es en este punto donde se retoma una teoría poco explorada, quizás por prejuicio como lo nombra Osvaldo Rao en su segunda versión que así describe: «Y la otra versión, el cual creo que es un tema tabú, es que la camiseta de Vélez representa de algún modo un escudo masón que tiene que ver con la Liga de los Masones. ¿Y por qué cito la Liga de los Masones? Era muy común que en aquellos años los presidentes de Argentina, los gobernadores, los intendentes, pertenecieran a la masonería. Era un lugar de encuentro de gente notable… y muchos de estos escudos tienen un fondo blanco y la V azul». La versión que pone a correr el historiador deja boquiabierto a más de uno y echa por tierra la prefigurada historia oficial del nacimiento de la V azul. ¿Podrían entonces ser los masones quienes estuvieran detrás del cambio de diseño impulsado por el club? Y la respuesta sería: «¿Por qué no?».
Una de las fuentes principales de indagación para tratar de descifrar el enigma del origen de la camiseta de Vélez Sarsfield es la Memoria y Balance del mismo club durante aquellos años, donde podríamos encontrar algunos datos al respecto que sirvan para arrojar luz. Y aquí justamente es cuando el enigma ya adquiere mayor preponderancia: una modificación de esta magnitud institucional no fue siquiera registrada en ningún momento. Tal como relata Oscar Barnade: «En el año 1933 la memoria no menciona el cambio de casaca, ni en el 1932, ni en el 1933, ni en el 1934. Incluso hubo un cambio distintivo del escudo que tampoco está mencionado el por qué… Es obvio que la identificación de antes era tricolor (blanca verde y roja) y posteriormente pasó a ser un escudo blanco y azul… Hay una versión oficial y detrás hay un misterio, ¿por qué no está escrito cuando todo se escribía y se dejaba asentado?». Respecto a esta pregunta, en su libro Masones Argentinos, el periodista Mariano Hamilton asevera lo siguiente: «El viaje hacia los confines de la masonería parece imposible de abarcar. Porque se nutre de mitos (básicamente) e historias orales (casi todas), mientras que la documentación brilla por su ausencia, o por lo menos ese es el deseo inalterable de cualquier persona que se denomine a sí mismo masón:
que no exista registro escrito».
Una de las fuentes principales de indagación para tratar de descifrar el enigma del origen de la camiseta de Vélez Sarsfield es la Memoria y Balance del mismo club durante aquellos años, donde podríamos encontrar algunos datos al respecto que sirvan para arrojar luz. Y aquí justamente es cuando el enigma ya adquiere mayor preponderancia: una modificación de esta magnitud institucional no fue siquiera registrada en ningún momento. Tal como relata Oscar Barnade: «En el año 1933 la memoria no menciona el cambio de casaca, ni en el 1932, ni en el 1933, ni en el 1934. Incluso hubo un cambio distintivo del escudo que tampoco está mencionado el por qué… Es obvio que la identificación de antes era tricolor (blanca verde y roja) y posteriormente pasó a ser un escudo blanco y azul… Hay una versión oficial y detrás hay un misterio, ¿por qué no está escrito cuando todo se escribía y se dejaba asentado?». Respecto a esta pregunta, en su libro Masones Argentinos, el periodista Mariano Hamilton asevera lo siguiente: «El viaje hacia los confines de la masonería parece imposible de abarcar. Porque se nutre de mitos (básicamente) e historias orales (casi todas), mientras que la documentación brilla por su ausencia, o por lo menos ese es el deseo inalterable de cualquier persona que se denomine a sí mismo masón: que no exista registro escrito».
Hay más conceptos vertidos en el libro Masones Argentinos: el poder en las sombras, que se suman al entendimiento de la hipótesis masónica de la V azulada, Mariano Hamilton también puntualiza acerca del gran desconocimiento general que existe alrededor de esta institución: «Todos creemos que sabemos un montón sobre la masonería. Y al mismo tiempo nadie conoce demasiado. Se han escrito centenares de ficciones sobre la influencia de los masones en diferentes acontecimientos que conmovieron a la historia de la humanidad, pero pocos son comprobables». Según explica el escritor, esto sucede «básicamente, porque la masonería es una organización que, si bien no se la puede definir como secreta, sí es al menos discreta […] Otro asunto complejiza aún más el misterio: no existen registros escritos sobre lo que se trató en las tenidas masónicas. Y entonces se cae en la obligación de armar la historia a través de la transmisión oral de testigos o narradores de viejas historias, con las dificultades que este tipo de reconstrucciones traen consigo mismas, especialmente si se trata de hechos que ocurrieron hace más de un siglo».
En otro de los pasajes de su libro, Mariano Hamilton agrega: «La masonería genera fantasías. Con sólo pisar el templo principal de la calle Perón se siente un aura de misterio que atrapa a cualquier mortal. El hecho de respirar en el mismo ambiente que lo hicieron tantos grandes hombres de la historia nacional, conmueve. Rozar con los dedos las sillas que tal vez ocuparon San Martín, Rivadavia, Urquiza, Sarmiento, Mitre, Alem o cualquier otro de los masones ilustres, pone la piel de gallina». Como podemos observar, toda esta unión de desconocimiento y fantasía del afuera, sumada al hermetismo propio de la organización hacia adentro, genera la necesidad de ir desentramando poco a poco la hipótesis que, más allá del tabú, irrumpe con mucha fuerza.
La masonería no deja rastros escritos, pero sí huellas o pistas para descubrir su presencia en determinado lugar, y este será el caso del Club Atlético Vélez Sarsfield. En primer lugar, y quizás el más evidente a simple vista para quienes tengan agudizado sus sentidos con la simbología, vemos la incorporación de la V, ya que la escuadra y el compás, ambos en forma de V, una hacia arriba y otra hacia abajo, es un elemento central en la liturgia de las logias masónicas. En este mismo sentido hay que añadir que el collarín o banda que se le coloca a quienes ostentan altos grados en la masonería posee una clara forma de V sobre el pecho. De ahí, el primer gran indicio, que nos conduce a finales de 1932 y hace referencia a cuando en Argentina se dio una unificación de logias que, si bien solo duró unos pocos años, para ese momento fue trascendental en la vida de la organización masónica. Fuentes consultadas relatan que hasta 1930, la masonería argentina tenía dos organizaciones principales: la Gran Logia Argentina del Rito Escocés Antiguo y Aceptado y la Gran Logia Nacional Argentina. A la fecha referida se dio en la Argentina el llamado pacto de unión entre diferentes logias que actuaban de manera separada, pasando 1933 a ser un año de renovación fundamental en las dichas logias.
Otra gran huella que vale mucho la pena analizar y poner de relieve, es el año/número en el que se llevó adelante el abrupto cambio de insignia: 1933. Si tomamos esa cifra 33 como referencia, vamos a coincidir, ni más ni menos, con el número masón por excelencia. Vale aclarar que los grados en la masonería, siguiendo el Rito Escocés Antiguo y Aceptado, son precisamente treinta y tres; cada uno de ellos representa una etapa en la educación de un masón. En los primeros grados de cualquier logia encontraremos términos como aprendiz, compañero y maestro, mientras que en los grados más altos se sitúan el Gran Inspector Comendador, el Sublime Maestro del Real Secreto y el Soberano Gran Inspector General, siendo este último el grado número 33.
Por otra parte, también hay que mencionar, sin ser un dato menor, que ciertos miembros de la comisión directiva de Vélez Sarsfield en aquellos años, sobre todo algunos nombres destacados que pasarían a la historia grande de la dirigencia deportiva en Argentina, tenían una estrecha vinculación con el sector de la construcción. Muchos de ellos eran albañiles calificados por su propia experiencia o con el título de maestro mayor de obras. Y en este punto, sin duda, debemos tender el nexo que enlaza esta profesión tan extendida entre los italianos inmigrantes, que llegaban a un país ávido de terrenos para construir, con el significado de la palabra masón, que se refiere a constructores o albañiles y a su vez deviene del francés maçon.
El enigma de la V azulada escribe una nueva página en la historia del fútbol argentino
A poco de cumplirse 90 años de aquel repentino y enigmático cambio en la divisa del Club Atlético Vélez Sarsfield, los interrogantes todavía continúan abiertos y expuestos para aquellos que quieran aventurarse a interpretar acciones, gestos, símbolos, números y particulares omisiones históricas, dejándose llevar por la posibilidad de plantear otros escenarios que puedan resultar más o menos probables. Quienes quieran sostener la teoría oficial, seguirán por ese camino sin mayores incomodidades. Por el contrario, quienes se atrevan a sortear los tabiques mentales que presentan los tabúes del desconocimiento, en este caso acerca de agrupamientos tales como la masonería, quizás puedan llegar a desentramar otras teorías a contrapelo de la historia. Desde luego, las evidencias que nos llevan a pensar en estas hipótesis están ahí, a la vista de todo el mundo, pero al mismo tiempo se hallan lo suficientemente ocultas. Las cartas están sobre la mesa y el enigma de la V azulada escribe una nueva página en la historia del fútbol argentino.