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Las personas somos seres puramente emocionales. Las ilusiones son el motor de nuestra existencia y nos ayudan a seguir hacia adelante. «Se hace camino al andar», decía Antonio Machado refiriéndose a la vida misma, ya que es vital avanzar con entusiasmo, sintiendo pasión por cada paso. Joaquín Caparrós siempre tuvo claro su camino y ha luchado a diario por seguir recorriéndolo con la misma intensidad que al principio.

TEXTO:
JOSÉ GORDILLO
ILUSTRACIÓN:
GETTY IMAGES & RONDO
ILUSTRACIÓN:
RONDO MAGAZINE

S
in duda, hablamos de un hombre inquieto y enérgico por naturaleza, al que incluso estando sentado parece que le cuesta permanecer tranquilo. Este carácter tan marcado es el que constantemente le ha hecho tomar la iniciativa en su carrera profesional. Siendo un crío, su padre lo llevaba los fines de semana al Estadio Ramón Sánchez-Pijzuán y fue allí donde comenzó a empaparse de su gran pasión: el fútbol. Ya entonces sabía perfectamente a lo que querría dedicarse en el futuro. «Cuando mi padre me llevaba a los partidos del Sevilla, después llegaba al barrio y con todos los amigos repetíamos la jugada del gol que antes había visto en el campo»; con estas palabras abre nuestra entrevista Joaquín Caparrós tras recibirnos amablemente en su casa. Es decir, ya tenía las ideas muy claras desde que era un niño. Tanto era así que con solamente 11 años conseguía que sus amigos le hicieran caso y pusieran en práctica aquellos primeros sistemas de juego que dibujaba en su cabeza, diseñados a partir de lo que observaba cuando iba al estadio. «Siempre he dicho que soy un entrenador vocacional y desde muy pequeño eran señales de que, efectivamente, iba a ser mi profesión», asegura con rotundidad.

Joaquín Jesús Caparrós Camino nació el 15 de octubre de 1955 en la localidad sevillana de Utrera. Describe el lugar donde se crio como «tierra de flamencos»; quizá es por ello por lo que le habría encantado saber tocar bien las palmas, la guitarra y bailar, aunque lo suyo siempre fue el fútbol. Primero aprendió a jugar en el Colegio Salesiano Santísima Trinidad, luego se desarrolló como futbolista en el filial del Sevilla FC y, posteriormente, pasó a los juveniles del Real Madrid CF. Normalmente solía desempeñarse como mediocentro: «Técnicamente era un buen jugador, un poco lento, buen pasador y poco agresivo». Si bien reunía algunas condiciones interesantes, en su interior únicamente pensaba en dirigir. En la cantera madridista se fijaba bastante en la labor de Miljan Miljanic, «un entrenador distinto a lo que había hasta entonces en nuestro fútbol. Trajo al que creo que fue el primer preparador físico, Felix Radisic, y, por lo tanto, los entrenamientos eran muy diferentes a los que se estaban realizando». El serbio revolucionó el fútbol español con su metodología y se convirtió en un ejemplo a seguir para aquellos que aspiraban a ser entrenador. «Él ya utilizaba un técnico por línea —añade Joaquín—; eso a mí me llamaba mucho la atención y, después de mis entrenamientos en la ciudad deportiva, pues me quedaba y tomaba nota de cómo corregía y cómo intentaba enseñar a los canteranos que habían subido de las categorías inferiores».

CD Leganés

CD Leganés

Una vez completada su etapa juvenil, Caparrós pasó por CD Leganés, CD Pegaso, AD Tarancón, San José Obrero CF y UB Conquense. Cuando todavía tenía 18 años había ido a la Federación Madrileña de Fútbol para sacarse el título de entrenador, pero el presidente de la Escuela de Entrenadores, Teodoro Nieto, le recomendó que continuara jugando con el fin de entender mejor toda la atmósfera que rodea a los futbolistas. Aun siguiendo su consejo, no tardaría en retomar su idea original y a los 26 años decidió iniciar su formación. Allí conoció a Benito Floro, que sería, además de su maestro, su gran referente. Joaquín considera al técnico asturiano un adelantado a su época «por cómo gestionaba los entrenamientos, por lo metódico que era y por cómo concebía el fútbol tal como es actualmente». Era evidente que el profesor Floro iba tres pasos por delante del resto: «En el Albacete tenía muchísimos especialistas y nutricionistas, cosa que no existía en el fútbol, tenía su psicólogo, que ahora la mayoría lo lleva, su preparador físico… y te estoy hablando de hace casi treinta años, cuando prácticamente nadie pensaba en eso».

«Benito Floro fue un vanguardista»

JOSÉ GORDILLO: Siempre dices que tu gran referente en los banquillos ha sido Benito Floro.

JOAQUÍN CAPARRÓS: Benito Floro fue un vanguardista. Salvando las distancias, pudo ser lo que después ha sido Pep Guardiola, pero con una diferencia: Benito Floro sube a un club como el Albacete a Primera División, lo convierte en el equipo revelación, firma con el Real Madrid y ese mismo año tiene la mala suerte de perder el título de liga en la última jornada por aquel famoso partido en Tenerife, aunque es cierto que luego ganaría la Copa del Rey. Pep Guardiola, siendo un vanguardista como fue, consiguió tres títulos en su primer año y eso hace que se reafirme más y todo el mundo hable de él. Por otra parte, Benito siempre estaba abierto a cualquier duda o cualquier pregunta que le pudieras hacer ya fuera como profesor o como persona.

«Benito Floro fue un vanguardista»

DESDE EL FÚTBOL MODESTO

El bautismo de Joaquín Caparrós al frente de los banquillos llegó en 1981. «La mejor universidad que hay para el entrenador es el fútbol modesto porque te da una riqueza y una creatividad», afirma, y sus años de facultad empezó cursándolos en la ciudad de Cuenca, en el campo municipal Obispo Laplana del San José Obrero. En 1984 pasaría a división nacional con el Campillo CF y dos años más tarde se marchó al Motilla del Palancar CF para ascenderlo a Tercera División. Aquel fue su primer gran triunfo. Entonces aceptó dirigir a los cadetes de la selección de Castilla-La Mancha, «una experiencia buena, pero muy distinta». La pericia que mostraba era cada vez más notable, fruto, según él mismo indica, del aprendizaje de «entrenar en categorías donde apenas tienes recursos ni material deportivo y donde hay una plantilla con futbolistas que tienen otro trabajo y a los que el club no les paga; sin embargo, tienes que motivarlos para que entrenen al cien por cien, hacer que ese entrenamiento sea alegre y rico y que tanto los futbolistas como el entrenador salgáis satisfechos». En un periodo de cinco años clasifica a tres equipos para la fase de ascenso a Segunda División B: Gimnástico de Alcázar (1991/92), UB Conquense (1992/93) y Moralo CP (1995/96).

Para prosperar y alcanzar diversas metas, ya sea en cualquier aspecto de la vida, hace falta invertir muchísimo esfuerzo y dedicación. Joaquín es plenamente consciente, de modo que trata de ser lo más profesional posible en todo momento. ¿Y qué significa realmente ser profesional? «En eso de profesional nunca he coincidido; para mí, profesional es aquel que se dedica a algo y tiene que estar viviéndolo, si no, no puede estar con la intensidad adecuada». Indudablemente, mantener ese nivel de implicación resulta más fácil cuando sientes verdadera vocación por aquello que haces. «Aun teniendo otro trabajo, mi profesión de entrenador siempre la he considerado profesional porque buscaba el tiempo necesario para mi formación y, lógicamente, para mi mejora», señala Caparrós, seguramente rememorando no solo aquellas clases a las que asistía en la escuela de Albacete, sino también de los cerca de setecientos kilómetros que recorría a diario con su Renault 21 en sus viajes entre Cuenca y Navalmoral de la Mata para entrenar al Moralo.

En 1996 la trayectoria profesional de Caparrós dio un salto cualitativo. El RC Recreativo de Huelva, anclado durante ocho largos años en la Segunda División B, llamó a sus puertas para plantearle un reto tan exigente como apasionante. Joaquín se acuerda muy bien de sus primeros días en la entidad onubense: «Llamaban bastante la atención mis métodos de trabajo. Eran cosas que ya había hecho en los equipos modestos, pero claro, en una ciudad como Huelva, siendo el decano del fútbol español y con más medios de comunicación, todo lo que hacía tenía muchísima más repercusión». En el antiguo Estadio Colombino entrenó a varios futbolistas que dejarían huella en el club como César Quesada, Juanma Rodríguez, Luci Martín, Rodolfo Bodipo o Iván Rosado. En su primera campaña, fueron a la liguilla de ascenso a Segunda División como cuartos del Grupo IV, quedándose con la miel en los labios tras perder el último encuentro con el Numancia (2-0). En la siguiente, aumentarían sus números para clasificarse como segundos y ganarían cinco de los seis partidos en la promoción; el 28 de junio de 1998, en el Estadio de Lasesarre de Baracaldo, el Recreativo certificó su retorno a la Segunda División. En el tercer curso del proyecto, ya en la división de plata, finalizarían en duodécima posición siendo los que menos goles encajaron a lo largo del campeonato (35 tantos en 42 jornadas).

Antonio de la O

Antonio de la O

Antonio La O

Antonio La O

«Tan importante es tu trabajo como saber adónde tienes que ir a trabajar»

El prestigio de Joaquín Caparrós estaba en auge. Una prueba de ello fue su elección para hacerse cargo de la selección de Andalucía (1998-2000). Además, en junio de 1999 firmaría por el Villarreal CF, que acababa de bajar a Segunda División después de estrenarse en la élite. A pesar de que se encontró un club confeccionado para pelear por ascender, su estancia en el conjunto amarillo no fue lo bien que le hubiera gustado: «En el fútbol, un ciclo es una palabra muy hecha y depende de muchas cosas, o sea, el ciclo no es solamente a largo plazo, sino que también puede ser a corto plazo. Un ciclo puede ser de ocho o diez años, aunque también de tres meses; por ejemplo, cuando llegas a un equipo nuevo, llevas pocas unas semanas y ya dices: este no es el sitio donde tendría que estar». Su ciclo en El Madrigal duró exactamente unas siete jornadas. Su idea de juego aún no había cuajado en el cuadro groguet, donde quizá no gozó de suficiente paciencia. Incluso sin haber arrancado mal (2 victorias y 3 empates), dos derrotas consecutivas provocaron su pronta destitución. «Tan importante es tu trabajo como saber adónde tienes que ir a trabajar», apunta. Igualmente, no se arrepiente en absoluto de su paso por Villarreal, que «fue corto, pero muy intenso» y le sirvió para madurar. Los reveses son una parte más de ese proceso que debemos afrontar para lograr el éxito.

El prestigio de Joaquín Caparrós estaba en auge. Una prueba de ello fue su elección para hacerse cargo de la selección de Andalucía (1998-2000). Además, en junio de 1999 firmaría por el Villarreal CF, que acababa de bajar a Segunda División después de estrenarse en la élite. A pesar de que se encontró un club confeccionado para pelear por ascender, su estancia en el conjunto amarillo no fue lo bien que le hubiera gustado: «En el fútbol, un ciclo es una palabra muy hecha y depende de muchas cosas, o sea, el ciclo no es solamente a largo plazo, sino que también puede ser a corto plazo. Un ciclo puede ser de ocho o diez años, aunque también de tres meses; por ejemplo, cuando llegas a un equipo nuevo, llevas pocas unas semanas y ya dices: este no es el sitio donde tendría que estar». Su ciclo en El Madrigal duró exactamente unas siete jornadas. Su idea de juego aún no había cuajado en el cuadro groguet, donde quizá no gozó de suficiente paciencia. Incluso sin haber arrancado mal (2 victorias y 3 empates), dos derrotas consecutivas provocaron su pronta destitución. «Tan importante es tu trabajo como saber adónde tienes que ir a trabajar», apunta. Igualmente, no se arrepiente en absoluto de su paso por Villarreal, que «fue corto, pero muy intenso» y le sirvió para madurar. Los reveses son una parte más de ese proceso que debemos afrontar para lograr el éxito.

«Tan importante es tu trabajo como saber adónde tienes que ir a trabajar»

LA LLAMADA DEL SEVILLA

El 27 de abril del año 2000, el Sevilla FC anunciaba la contratación de Joaquín Caparrós como su nuevo entrenador para la próxima temporada, brindándole la ocasión de poder dirigir al equipo de sus amores, al que iba a ver al campo siendo niño. «Cuando me fichó el Sevilla, estaba en una contexto muy delicado, recién descendido a Segunda División», explica Joaquín. Los sevillistas arrastraban tres años muy complejos en los que habían perdido dos veces la categoría. «El equipo de la casta y el coraje» necesitaba gente que hiciera honor a su himno y su presidente, Roberto Alés, consideró a Caparrós la persona ideal para pilotar el barco. La otra pieza angular del proyecto sería Ramón Rodríguez ‘Monchi’; el exguardameta asumió el mando de la dirección deportiva basándose en una economía de guerra: «Había que fichar futbolistas a coste cero, a los que se les daba la oportunidad de hacer cosas grandes en un club con la historia que tenía el Sevilla no solo en el fútbol nacional, sino a nivel europeo». Así fueron incorporándose el portero Antonio Notario (Granada); los defensores David Castedo (Mallorca), Pablo Alfaro (Mérida), César Caneda y Loren Morón (Salamanca); los centrocampistas Javi Casquero (Atlético de Madrid ‘B’), Diego Ribera (Córdoba) y José Taira (Salamanca); y los delanteros Míchel (Rayo Vallecano) y Luis Tevenet (Las Palmas). Por otra parte, debido al excelente trabajo realizado en la cantera, jóvenes como Paco Gallardo y Víctor Salas también contarían con un rol relevante.

Sevilla FC

Sevilla FC

Joaquín Caparrós, junto con tipos que conocían bien el Sevilla como Antonio Álvarez, Paco Leal y Ramón Orellana, supo trasladar sus planteamientos tácticos al césped de manera inmejorable: «Detrás de cada punto, victoria o logro está la entrega, el análisis, el talento y una fuerte mentalidad colectiva». A través de su clásico 4-4-2 propuso un juego muy físico que priorizaba esa solidaridad defensiva de todo el bloque y la verticalidad en el ataque. En el estreno liguero puso en liza un once titular con Olsen; Caneda, Loren, Pablo Alfaro, David; Gallardo, Francisco, Taira, Fredi; Otero y Tevenet. La máquina blanquirroja carburó desde el principio y venció al Real Murcia con tantos de Francisco y Gallardo (2-1). Seguidamente, encadenó cuatro triunfos consecutivos. Aparte de los recién llegados, fueron importantes jugadores como el capitán y defensa central José Miguel Prieto, el lateral Héctor Berenguel, el extremo Fredi Lobeiras y los atacantes uruguayos Marcelo Zalayeta y Nico Olivera. Este último se erigió como baluarte ofensivo con 16 goles, algunos de ellos tan decisivos como los dos que le metió al Real Betis para amarrar los tres puntos en el primer derbi hispalense con Caparrós en el banquillo (1-3). Al final, se proclamaron campeones de Segunda División con récord histórico de victorias (23).

Roberto Alés tenía claro que lo que funcionaba no debía tocarse: el tándem Caparrós-Monchi era incuestionable. La intención del Sevilla era asentarse en Primera División, para lo que reforzó la defensa con Javi Navarro (Elche) y Zoran Njegus (Atlético de Madrid) y el ataque con Moisés García (Villarreal) y Mariano Toedtli (Salamanca), sumándose en invierno el mediocentro mexicano Gerardo Torrado (Poli Ejido). Sin embargo, la revelación del curso fue José Antonio Reyes, canterano y utrerano al igual que Joaquín Caparrós, que decidió darle mucha confianza: «Reyes nos llamaba la atención a toda la gente del fútbol; era un superdotado física y técnicamente». Aunque el mediapunta tuvo minutos en campañas anteriores —siendo el debutante más precoz en la historia del club con solamente 16 años—, fue entonces cuando maravilló a todos con un talento fuera de serie, convirtiéndose en uno de los mejores jugadores de la liga. Por todo ello, el Sevilla se presentó como un rival sólido y aguerrido; a mitad de campeonato había encarrilado la permanencia con 27 puntos, situado a ocho del líder, el Real Madrid. En la segunda vuelta fue más irregular, pero el acierto anotador del argentino Toedtli y el pleno de triunfos en los últimos cuatro partidos lo auparon a la octava plaza con 53 puntos, quedándose a uno de meterse en competiciones continentales.

«Reyes llamaba la atención a toda la gente del fútbol; era un superdotado física y técnicamente»

Sevilla FC

Sevilla FC

J.G.: En el 2000 volviste al Sevilla. En tu primer año ascendisteis y en el segundo casi os clasificasteis para la Copa de la UEFA. Erais uno de los equipos más rocosos de la liga y con numerosos canteranos. ¿Qué tenía aquel Sevilla para ser tan competitivo?

J.C.: Pues lo que teníamos era un gran compromiso. La palabra compromiso, implicación, es bastante socorrida y se lleva mucho en el mundo del fútbol, porque te saca de bastantes situaciones en la rueda de prensa o en cualquier pregunta que te hagan tus compañeros periodistas. Pero en este caso sí que es cierto que lo había y mucho. En el verano del 2000 hicimos una pretemporada donde fuimos creando y cohesionando un gran grupo y los resultados fueron muy buenos, porque ascendimos ya en el primer año. Poco a poco nos dio tiempo a observar la cantera y a darnos cuenta de que en el filial del Sevilla en aquel momento había muchísimo talento. Entre todos los técnicos lo aprovechamos y, al final, dio su fruto.

J.G.: Entre todo ese talento sueles hablar maravillas de José Antonio Reyes, al que fuiste dando confianza hasta convertirse en uno de los mejores jugadores del campeonato. Desde el principio te llamó mucho la atención, ¿no?

J.C.: Pero no solamente a mí, sino a toda la gente del fútbol. José Antonio era un jugador que dominaba todas las facetas del juego; y luego físicamente era muy poderoso. Entonces, con la edad de 15 o 16 años ya era capaz de hacer cosas que eran muy difíciles hacerlas dentro de un campo de fútbol. Sí que nos sorprendía muchísimo y la prueba está en cómo debutó en el Sevilla y cómo, siendo aún tan jovencito, lo ficharía un equipo como el Arsenal.

J.G.: En el 2000 vuelves al Sevilla. En tu primer año ascendéis y en el segundo casi os clasificáis para la Copa de la UEFA. Erais uno de los equipos más rocosos de la liga y con numerosos canteranos. ¿Qué tenía aquel Sevilla para ser tan competitivo?

J.C.: Pues lo que teníamos era un gran compromiso. La palabra compromiso, implicación, es bastante socorrida y se lleva mucho en el mundo del fútbol, porque te saca de bastantes situaciones en la rueda de prensa o en cualquier pregunta que te hagan tus compañeros periodistas. Pero en este caso sí que es cierto que lo había y mucho. En el verano del 2000 hicimos una pretemporada donde fuimos creando y cohesionando un gran grupo y los resultados fueron muy buenos, porque ascendimos ya en el primer año. Poco a poco nos dio tiempo a observar la cantera y a darnos cuenta de que en el filial del Sevilla en aquel momento había muchísimo talento. Entre todos los técnicos lo aprovechamos y, al final, dio su fruto.

J.G.: Entre todo ese talento sueles hablar maravillas de José Antonio Reyes, al que fuiste dando confianza hasta convertirse en uno de los mejores jugadores del campeonato. Desde el principio te llamó mucho la atención, ¿no?

J.C.: Pero no solamente a mí, sino a toda la gente del fútbol. José Antonio era un jugador que dominaba todas las facetas del juego; y luego físicamente era muy poderoso. Entonces, con la edad de 15 o 16 años ya era capaz de hacer cosas que eran muy difíciles hacerlas dentro de un campo de fútbol. Sí que nos sorprendía muchísimo y la prueba está en cómo debutó en el Sevilla y cómo, siendo aún tan jovencito, lo ficharía un equipo como el Arsenal.
Sevilla FC

Sevilla FC

CRECIMIENTO Y SOLIDEZ

La temporada 2002/03 debía ser esa que consagrara al Sevilla en la Primera División. Habría pocos retoques más allá de los traspasos del lateral Juan Luis Redondo (Elche), el interior Marcos Vales (Real Zaragoza) y el delantero Antoñito, que regresaba tras su exitosa cesión al Recreativo de Huelva. El inicio liguero no sería nada fácil para los nervionenses, que cuando estaban transmitiendo peores sensaciones dieron la campanada en el Camp Nou tumbando al Barcelona (0-3). Con el paso de las jornadas recuperaron su solidez, especialmente gracias a la pareja de centrales conformada por Javi Navarro y Pablo Alfaro, nuevo capitán sevillista: «Pablo era una persona que desde el primer momento fue muy importante en ese vestuario, y es cierto que había situaciones donde lo utilizábamos para que diera un poco de ejemplo al grupo». En ese sentido, el factor psicológico es tan valioso para Joaquín Caparrós que sus tácticas se salen de lo convencional. El propio Alfaro fue su mejor cómplice; entre ambos acordaban en secreto que el futbolista se presentara tarde a los entrenos, recibiendo un fuerte sermón delante de sus compañeros para intentar motivarlos. «Siempre tiene que haber una buena empatía con tu plantilla, pero sobre todo con el capitán», aclara Joaquín, insistiendo en que «los capitanes y el entrenador deben tener una buena relación, entenderse y hablar claro».

ABC Sevilla

ABC Sevilla

Una de las señas de identidad Caparrós es construir equipos desde la fortaleza defensiva. Aquel curso, el Sevilla invertía tanta energía en protegerse que le costaba horrores hacer goles. La producción ofensiva dependía principalmente de las jugadas a balón parado, los contragolpes y la calidad individual de sus atacantes. Antoñito y José Antonio Reyes asumieron la responsabilidad anotadora con 9 y 10 dianas cada uno. Al término de la primera vuelta liguera, los números del Sevilla reflejaban a la perfección tanto sus virtudes como sus carencias: era el menos goleado (15) y el menos goleador (15). Por ese motivo, Monchi buscaría ayuda en el mercado de enero. El director deportivo cerró la cesión del punta griego Nikos Machlas (Ajax), que generó mucha expectación y apenas aportaría 2 goles en 14 partidos. Horas más tarde aterrizó su segunda apuesta, un lateral brasileño de 19 años procedente del Bahía y completamente desconocido en Europa. Daniel Alves no gozó de minutos hasta finales de febrero porque su fútbol era demasiado caótico; al igual que tantos jóvenes, todavía tenía que encontrar el punto medio entre creatividad y disciplina táctica, algo que solo podría aprender con el tiempo: «El futbolista quiere información que le sirva en el terreno de juego. Cuanta más cultura tenga a nivel táctico y personal, va a saber resolver mejor las situaciones de la alta competición». Después de cierta mejora, el Sevilla concluyó como el décimo clasificado y como el tercero con menos goles en contra (39).

«El fútbol es colectividad, pero no puedes cortar la creatividad de los jugadores»

J.G.: En sus inicios, Daniel Alves llegó a decirte algo así como que el fútbol no tiene ni límites ni reglas. Cuando vino a Sevilla era un jugador muy anárquico y tus equipos normalmente destacan por ser muy ordenados. ¿Cuánto se absorbe del futbolista? ¿Cambian muchas veces la visión de los entrenadores?

J.C.: No, es que el entrenador se tiene que adaptar. Está claro que el fútbol es colectividad, pero no puedes cortar la creatividad de los jugadores. Igual que pasaba con José Antonio Reyes, Paco Gallardo, Jesús Navas y Diego Capel, que eran futbolistas regateadores. No les puedes quitar esa iniciativa. ¿Por qué? Porque yo, además, les insistía en que los había subido al primer equipo por esas características, y no quería que hicieran otra cosa distinta de la que venían haciendo en las categorías inferiores. Si Daniel era un jugador que buscaba el uno contra uno, lo tenía que hacer, y lo mismo José Antonio, Paco, Jesús, Diego… Al igual que Sergio Ramos, que siendo muy jovencito tenía que demostrar en el vestuario que tenía una personalidad fuerte. Si quieres traer a un chico, lo traes por lo que es, no por lo que quieres que sea. Está claro que tú poco a poco le vas enseñando, vas corrigiéndole y así va asimilando los conceptos, pero al futbolista tienes que darle su creatividad y lo que tiene dentro, si no, estás cortándolo.

«El fútbol es colectividad, pero no puedes cortar la creatividad de los jugadores»

EL SALTO DE CALIDAD

Abónate a soñar, cantaba Pastora Soler en la campaña de captación de socios del Sevilla para la 2003/04. El club había logrado mucha estabilidad y quería acercarse a un modelo más ambicioso deseando dar un salto de calidad. Hasta ocho caras nuevas y una hornada de chicos del filial que venían pisando fuerte hicieron que la hinchada del Estadio Ramón Sánchez-Pizjuán volviera a soñar con cotas más altas. Aunque el fichaje estrella del Sevilla fue el ariete uruguayo Darío Silva (Málaga), por que pagó cerca de 5 millones de euros, quien más marcaría las diferencias sería Júlio Baptista (São Paulo). El brasileño jugaba en el centro del campo, pero Joaquín Caparrós quiso reconvertirlo a mediapunta. «Júlio había sido internacional como centrocampista y quería ir al Mundial. Por lo tanto, sacarlo de esa demarcación y ponerlo en otra, donde Brasil tenía Botas de Oro, pues al jugador al principio le costaba», reconoce el que fuera su técnico. No se trataba exclusivamente de una cuestión colectiva, sino que en la pretemporada observó que podría aportarle más en el ataque. De hecho, el cambio provocó que el Sevilla mutara su esquema del 4-4-2 a un 4-4-1: «Cuando cambias a un futbolista de posición es porque crees que es lo mejor para el equipo y, lógicamente, para el jugador, y debes convencerlo porque, ante todo, es el que más tiene que creérselo». Caparrós confirmó pronto que había acertado en su decisión; en la jornada inaugural de liga, un gol de Baptista significó la victoria de los suyos contra el Atlético de Madrid (1-0).

El Sevilla cambió su modo de juego respecto a años anteriores, ya que, como dice Caparrós, «el estilo te lo dan las circunstancias, los objetivos y los futbolistas». La renovada plantilla permitía desplegar un sistema con más presencia ofensiva, eso sí, sin perder el sello de lo que debe ser un equipo trabajado por él, «con mucha intensidad y donde el futbolista viva lo que es el partido durante los noventa minutos»; ello requería una enorme competencia para ganarse cada minuto en el césped. En esa carrera por jugar lo máximo, uno de los que subió más peldaños fue Daniel Alves: «Era un animal competitivo desde que llegó, por tanto, ahí no tuvimos que hacer nada, solo ponerlo a jugar. Cuando llegó al Sevilla fue muy criticado, pero a base de constancia, sacrificio y hambre consiguió un puesto en el once». Joaquín había descubierto un diamante en bruto en el bahiano, situándole a un lateral como Juan Luis Redondo por delante para así dejarle todo el carril; y funcionó. Desde que se afianzó como titular, Alves fue progresando hasta ser uno de los mejores del mundo: «Es un hombre con un gran nivel técnico y un competidor nato. Consiguió títulos en el Sevilla y luego fíjate todo lo que hizo en el Barça; es muy importante en la historia del fútbol. Y me consta que la gente se sorprendía con el hambre que mostraba en cualquier club; un jugador que lo había ganado todo y siguió con esa mentalidad de querer más».

Julián Vélez

Julián Vélez

El rendimiento que estaba ofreciendo ya Daniel Alves se sumaba a la seguridad en portería de Esteban, el liderazgo y la fiabilidad de defensiva de Javi Navarro, Pablo Alfaro y David Castedo; la inteligencia táctica de Josep Lluís Martí y la pegada de Javi Casquero en el doble pivote; el dinamismo de Antonio López y Paco Gallardo por las bandas; la imaginación de Antoñito y la magia de José Antonio Reyes en la media punta; y los desmarques de Carlitos, la brega de Darío Silva y la potencia de Júlio Baptista en la delantera. Además, Caparrós dio la alternativa a los canteranos Jesús Navas, Alejandro Marañón, Juanjo Bezares, Sergio Ramos, Marco Navas y Antonio Puerta. El comienzo del Sevilla no estuvo mal, puntuando en ocho de nueve partidos, entre ellos el famoso choque que se disputó a las 12:05 de la noche en el Camp Nou frente al FC Barcelona (1-1). La racha se cortaría en La Rosaleda con un encuentro muy adverso ante el Málaga (2-0). En la siguiente jornada, los blanquirrojos ocuparon las portadas de medio mundo al pasearse en casa contra el Real Madrid de los Galácticos. El entrenador madridista, Carlos Queiroz, suplió la ausencia de Míchel Salgado con un central como Francisco Pavón y por ahí se produjo la sangría; Caparrós colocó a Reyes por esa banda y la escuadra hispalense ofreció una inmensa exhibición, con un primer tiempo en el que no dio respiro hasta noquear a los merengues. Aquella noche quedará para siempre en el recuerdo de su afición (4-1).

LA AMBICIÓN DE SOÑAR

A finales de enero de 2004, el Arsenal inglés le presentó al Sevilla una oferta irrechazable por José Antonio Reyes (casi 25 millones de euros). De esta manera, la Perla se marchó entre lágrimas tras convertirse en la venta más cara en la historia de la entidad. Aun así, el equipo mejoró a la par que Júlio Baptista engrosaba sus cifras anotadoras: tres goles contra el Murcia (1-3), otros cuatro al Racing de Santander (5-2), dos más al Athletic (2-0)… Joaquín Caparrós no esperaba que adelantar la posición del jugador paulista iba a causar tantísimo impacto en el juego, «pero los goles hicieron que fuera el centro de atención del fútbol. Todo se focalizaba en él, metía goles que daban puntos y eso hizo que poco a poco fuera adaptándose y sobre todo gustándose en esa demarcación. Eso facilitó su adaptación y luego y ya no quería jugar en otro sitio». El Sevilla alcanzó las semifinales en la Copa del Rey, donde cayó frente al Real Madrid con polémica incluida (2-0 y 1-0). A raíz de ahí protagonizó un último tramo de liga estupendo (7 victorias, 2 empates y 4 derrotas), hasta que en la jornada 38 dependía de sí mismo para amarrar una plaza de acceso a la Copa de la UEFA. Un rival correoso como Osasuna visitaría Nervión en un duelo que fue una auténtica batalla. El vigésimo tanto de Baptista, que lo situó como el segundo máximo goleador del torneo, les dio los tres puntos a los locales y puso el broche de oro a un año inolvidable (1-0).

J.G.: En la última jornada de la temporada 2003/04 vencisteis a Osasuna y os clasificasteis para competiciones europeas después de casi una década. ¿Qué sentisteis aquella noche?

J.C.: Pues recordamos el trabajo duro y todo lo que habíamos pasado. En cinco años el Sevilla había bajado dos veces a Segunda División, con una situación de ascenso complicada, una economía de guerra fuerte y un perfil de futbolistas que teníamos muy claro; poco a poco habíamos ido dando pasos y, por esa razón, tuvimos que vender a Reyes para dar no un paso, sino cinco hacia adelante. Nos acordamos de todo eso. Los éxitos y las derrotas siempre hay que analizarlos y reflexionarlos. La verdad es que fue una alegría porque el Sevilla volvió otra vez a estar ahí, en ese paquete de equipos con grandes aspiraciones y con un futuro muy prometedor. Ya estaban Antoñito, Jesús Navas o Daniel Alves y se fueron incorporando Sergio Ramos, Diego Capel, Antonio Puerta, Adriano, Renato… jugadores muy jóvenes. Aquella plantilla tenía una media de 22 o 23 años y muchísima hambre de ganar cosas, que luego consiguió porque también incorporó futbolistas muy importantes en la época.

Sevilla FC

Sevilla FC

En menos de un lustro, Caparrós transformó un club mermado en uno de los más consistentes de España. El Sevilla demostró que era capaz de superar a cualquiera en liga, pero el gran atractivo era su retorno al fútbol continental. En la previa de la Copa de la UEFA, el Nacional de Madeira no fue obstáculo (2-0 y 1-2). En cambio, en fase de grupos lo tuvo más difícil y pasó segundo por detrás del Lille y por delante de Alemannia Aachen, Zenit de San Petersbugo y AEK de Atenas. Los dieciseisavos de final plantearon un cruce frente al Panathinaikos; si el primer envite se saldó con triunfo griego (1-0), el segundo sería uno de los más épicos que ha vivido el Sánchez-Pizjuán. Caparrós alineó tres delanteros y cerca del desenlace metió a Adriano Correia, Darío Silva y Ariza Makukula. Los cambios no pudieron ser más oportunos: el congoleño empató y el brasileño certificó la remontada (2-0). En los octavos esperaba el Parma; los italianos salieron ilesos en la ida (0-0) y ya en la vuelta fulminarían el sueño sevillista (1-0). Pese a una digna participación europea y repetir sexta posición liguera, daba la impresión de que había equipo para más. «Es cierto que puedes estar cinco años trabajando en los que se van renovando ilusiones y jugadores y en los que van creciendo los clubes», pero Joaquín sintió que su etapa en el Sevilla había tocado fin. Sorprendentemente, rechazó la oferta para ser el entrenador del centenario, convencido de que era lo mejor para el club. En una rueda de prensa donde no pudo contener la emoción, se despidió de su afición dejando la puerta abierta a un futuro regreso: «Para mí no era un adiós, sino un hasta pronto».

DE SUR A NORTE

«Estoy deseando empezar a trabajar porque en todas las conversaciones se me ha transmitido una ilusión tremenda», declararía Joaquín Caparrós en su presentación como técnico del RC Deportivo de La Coruña. El conjunto gallego, que aspiró a todo durante una década, demandaba un proceso de transición y el de Utrera tenía el perfil idóneo. Al principio, pretendía llevarse consigo al que siempre había sido su asistente en Sevilla, Antonio Álvarez, un tipo de lo más sereno; o lo que es lo mismo, con un carácter diametralmente opuesto al suyo: «Soy muy temperamental y pasional, y bueno, muchas veces me hace falta alguien que marque un poquito la calma necesaria para equilibrar». Álvarez quiso permanecer en el Sevilla y Caparrós recurrió a Luciano Martín ‘Luci’, al que había dirigido como jugador en Huelva y que «es también una persona mucho más tranquila». El principal objetivo del Dépor era asegurar su participación en Europa, algo posible a corto plazo por la vía de la Copa Intertoto: eliminó a Buducnost Podgorica (3-0 y 2-1), Slaven Koprivnica (1-0 y 0-3) y Newcastle United (2-1 y 1-2), aunque en la ronda final sucumbió ante el Olympique de Marsella con la sombra de la sospecha arbitral en el segundo choque (2-0 y 5-1). Por primera vez en seis años, los coruñeses no jugarían competiciones europeas, realidad a la que no estaban acostumbrados.

«Soy muy temperamental y pasional, y muchas veces me hace falta alguien que marque un poquito la calma para equilibrar»

En el verano de 2005, el Deportivo había dicho adiós a dos de sus grandes leyendas: Fran González y Mauro Silva. Aún quedaba buena parte del núcleo que entusiasmó al Riazor durante años: José Francisco Molina, Manuel Pablo, Joan Capdevilla, Aldo Duscher, Sergio González, Lionel Scaloni, Víctor Sánchez, Juan Carlos Valerón, Diego Tristán… no obstante, Caparrós sabía que era la hora de abrirle paso a la juventud, así que le otorgó mayor protagonismo a las nuevas generaciones, compuestas por el zaguero argentino Fabricio Coloccini, el delantero canario Rubén Castro, los recién contratados Julián de Guzmán (Hannover 96) y Javier Arizmendi (Atlético de Madrid), y canteranos como Xisco Jiménez, Iago Iglesias o Iván Carril. En los primeros meses el Dépor únicamente fue derrotado tres veces: compitió bien en casa—donde empató con el Barcelona (3-3) y venció al Real Madrid (3-1)— y estuvo todavía mejor lejos de su feudo, ganando en casi todas sus salidas. En el parón navideño los deportivistas estaban situados en zona de Liga de Campeones. En la Copa del Rey cayeron en semifinales frente al que a la postre sería el campeón, el Espanyol (2-1 y 0-0). Desgraciadamente, las continuas lesiones, especialmente la de Valerón, provocaron que se resintieran en su juego y que sus números fueran empeorando, bajando finalmente hasta la octava plaza.

J.G.: Eres alguien a quien siempre le ha gustado trabajar con gente joven y con hambre de éxitos. ¿Fue ese el principal motivo por el que decidiste firmar por un Dépor en plena reconstrucción?

J.C.: Creo que, en este caso, el presidente Augusto Lendoiro me firmó convencido de que yo podría ser la persona más adecuada para toda esa reconversión que había que llevar a cabo en el Deportivo. Es cierto que ya en aquel año no se había clasificado para jugar la Champions League, ni siquiera para competición europea, aunque sí que teníamos que disputar lo que antes era la Copa Intertoto. Pero fue bastante duro, dos años muy intensos con tomas de decisiones antipopulares y con un desgaste lógico tanto para el presidente como para el entrenador, que al final éramos los dos que gestionábamos prácticamente todo este tipo de situaciones.

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El Deportivo vivió una revolución en la temporada 2006/07. Molina, Héctor, César, Romero, Scaloni, Víctor, Munitis y Tristán dejaron la disciplina blanquiazul, que invirtió algo más de 9 millones de euros en doce fichajes, la mayoría con poca o ninguna experiencia en Primera División: el portero David Aouate (Racing de Santander); los defensas Antonio Barragán (Liverpool), Álvaro Arbeloa (Real Madrid Castilla), Alberto Lopo (Espanyol) y Filipe Luís (Rentistas); Pablo Álvarez (Sporting de Gijón), Juan Rodríguez (Málaga), Joan Verdú y Cristian Hidalgo (Barcelona ‘B’) para el centro del campo; y como nuevos delanteros a Adrián López (Real Oviedo), Riki (Getafe) y Rodolfo Bodipo (Alavés), más la cesión del interior uruguayo Fabián Estoyanoff (Valencia). Después de un prometedor inicio, el Baby-Dépor se vino abajo a partir de noviembre y sumó 3 puntos de 27 posibles. En la jornada 17 se asomaba a los puestos de descenso, pero recobraría el ánimo con un inesperado triunfo sobre el Real Madrid (2-0). Aquel subidón le ayudó a aguantar dos meses invicto (6 victorias y 6 empates), regresando a la senda de la irregularidad en marzo y terminando la liga décimo tercero. La nota positiva estuvo otra vez en la Copa del Rey, donde volvería a semifinales para ser apeado nuevamente por el que acabó siendo campeón, el Sevilla (0-3 y 2-0). En junio Caparrós no se sentía con fuerzas para «trasmitir ilusión y compromiso» y decidió dejar La Coruña por «un tema de desgaste» y «en beneficio del club».
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El Deportivo vivió una revolución en la temporada 2006/07. Molina, Héctor, César, Romero, Scaloni, Víctor, Munitis y Tristán dejaron la disciplina blanquiazul, que invirtió algo más de 9 millones de euros en doce fichajes, la mayoría con poca o ninguna experiencia en Primera División: el portero David Aouate (Racing de Santander); los defensas Antonio Barragán (Liverpool), Álvaro Arbeloa (Real Madrid Castilla), Alberto Lopo (Espanyol) y Filipe Luís (Rentistas); Pablo Álvarez (Sporting de Gijón), Juan Rodríguez (Málaga), Joan Verdú y Cristian Hidalgo (Barcelona ‘B’) para el centro del campo; y como nuevos delanteros a Adrián López (Real Oviedo), Riki (Getafe) y Rodolfo Bodipo (Alavés), más la cesión del interior uruguayo Fabián Estoyanoff (Valencia). Después de un prometedor inicio, el Baby-Dépor se vino abajo a partir de noviembre y sumó 3 puntos de 27 posibles. En la jornada 17 se asomaba a los puestos de descenso, pero recobraría el ánimo con un inesperado triunfo sobre el Real Madrid (2-0). Aquel subidón le ayudó a aguantar dos meses invicto (6 victorias y 6 empates), regresando a la senda de la irregularidad en marzo y terminando la liga décimo tercero. La nota positiva estuvo otra vez en la Copa del Rey, donde volvería a semifinales para ser apeado nuevamente por el que acabó siendo campeón, el Sevilla (0-3 y 2-0). En junio Caparrós no se sentía con fuerzas para «trasmitir ilusión y compromiso» y decidió dejar La Coruña por «un tema de desgaste» y «en beneficio del club».

JOKIN

«Joaquín es un hombre de fútbol y proyectos colectivos, de eso no cabe duda, y podemos considerarlo como la piedra angular del proyecto de un club». Estas son las palabras que Fernando García Macua dedica a Joaquín Caparrós en El Míster, el libro que muestra la visión del utrerano acerca de todos los elementos del fútbol. En julio de 2007, Macua ganó las elecciones a la presidencia del Athletic Club y elegiría a Caparrós para el banquillo. «Venimos con muchísima ilusión y con muchas ganas. Sabemos que venimos a un club distinto y os podemos garantizar que nos vamos a dejar el alma», adelantó el día de su presentación el técnico, que llegó junto a Luci Martín como segundo, Luis Llopis como entrenador de porteros y Javier Reyes como preparador físico. Desde que aterrizó, se propuso «forjar la personalidad y el carácter» de un grupo que pretendía convertir en «un bloque fuerte colectivamente». El Athletic contaba con buenos jugadores: Dani Aranzubia, Andoni Iraola, Fernando Amorebieta, Javi Martínez, Pablo Orbaiz, Fran Yeste, Joseba Etxeberria, Aritz Aduriz, Fernando Llorente… pero necesitaba regenerarse y para ello se incorporaron Gorka Iraizoz (Espanyol), Aitor Ocio (Sevilla), Koikili Lertxundi (Sestao River), Asier del Horno (Valencia), David Cuéllar (Nàstic), Iñaki Muñoz y David López (Osasuna). Bajo las órdenes de Jokin —así lo bautizaron en San Mamés—, los leones recuperaron la consistencia y serían undécimos en liga como los cuartos menos goleados (43).

Julián Vélez

Julián Vélez

El Athletic no abrió bien la liga 2008/09 y apenas logró un triunfo y dos empates en ocho jornadas. Entonces llegó la Copa del Rey, ese torneo que le ha dado tantas alegrías a la entidad bilbaína. En dieciseisavos de final eliminó al Recreativo de Huelva (2-0 y 2-1), inyectándole una dosis extra de autoestima; en dos meses y medio tan solo perdería un partido (7 victorias y 4 empates), incluyendo el pase en los octavos de la Copa frente a Osasuna (1-1 y 2-0). El fútbol que caracteriza a los rojiblancos le venía como anillo al dedo a Caparrós, cuyos equipos suelen generar peligro a través de un juego intenso y directo. Ahora bien, él cree que «muchas veces solo nos quedamos en eso; para jugar como lo hacíamos con el Athletic, donde teníamos muy buenos rematadores como Fernando Llorente o Gaizka Toquero, por ejemplo, también debíamos poner muy buenos futbolistas de banda como Fran Yeste, Markel Susaeta o Iker Muniain, porque si no, no puedes practicar ese tipo de juego». El Athletic apostó todas sus cartas a la Copa, superando al Sporting de Gijón en cuartos de final (0-0 y 1-2) y al Sevilla en semifinales (2-1 y 3-0), por lo que se plantó en una final después de veinticuatro años sin hacerlo. En la final se encontraría con el FC Barcelona de Pep Guardiola. El 13 de mayo de 2009, en el Estadio de Mestalla, Jokin alineó a Iraizoz; Iraola, Aitor Ocio, Amorebieta, Koikili; David López, Orbaiz, Javi Martínez, Fran Yeste; Toquero y Llorente. Tras el tempranero tanto de Toquero, los culés igualaron a la media hora por medio de Yaya Touré y sentenciarían en la segunda parte con los goles de Messi, Bojan y Xavi (1-4).

J.G.: En Bilbao te guardan muy buen recuerdo. Tomaste las riendas de un equipo que venía de haber pasado un año muy malo y lo convertiste en uno de los más competitivos de la liga. ¿Cuáles fueron las claves de aquel proceso?

J.C.: También es cierto que cuando fui al Athletic ellos pensaron, como no podía ser de otra forma, en un técnico al que le gustara trabajar con la cantera y vieron que, efectivamente, eso a mí me gustaba. Era un momento en el que se estaba discutiendo un poco si Lezama era productiva o no por lo que tú has comentado, que venían de un año muy delicado en el que se habían salvado en el último partido contra el Levante. Por tanto, nos pusimos a hacer una labor muy intensa. Nos metimos dentro de lo que son las tripas y la historia del Athletic, sobre todo en lo que es Lezama. Empezamos a observar, a tener mucho contacto con los directores de cantera y salieron futbolistas que luego han jugado muchos años. La verdad es que fue un trabajo muy bonito.

«Creamos otra vez un ambiente de ilusión en Bilbao y en el País Vasco»

J.G.: En 2009 regresasteis a una final de Copa del Rey después de veinticuatro años, eliminando a cuatro clubes de Primera División por el camino. Todo ese recorrido os repercutió bastante en liga. ¿Eres más partidario de priorizar determinadas competiciones o de ir adaptándote a lo que los tiempos van deparando?

J.C.: Según, porque cada situación es distinta. Nosotros teníamos la oportunidad, como tú dices, de disputar una final después de veinticuatro años; además, en una competición que siempre ha sido la del Athletic como la Copa. Entonces, teníamos que valorar el contexto y decidimos asumir un riesgo. Así lo hicimos y no nos salió del todo bien porque del todo bien hubiera sido ser campeón, pero por lo menos nuestra gente volvió a ver una final. No solo conseguimos el objetivo de la permanencia, sino que creamos otra vez un ambiente de ilusión vez en la ciudad y en el País Vasco.

«Creamos otra vez un ambiente de ilusión en Bilbao y en el País Vasco»

Athletic Club

Athletic Club

La temporada 2009/10 se presentaba apasionante para el Athletic. Como subcampeón de la Copa del Rey disputaría la Europa League, al igual que una Supercopa de España en la que palmó de nuevo contra un Barcelona imparable (1-2 y 3-0). Joaquín Caparrós ya había hecho debutar a muchos futbolistas de la casa como Ion Vélez, Markel Susaeta, Aitor Ramos, Ander Iturraspe, Xabier Etxeita, Xabier Etxebarria, Eneko Bóveda y Adrien Goñi, y en este curso haría lo mismo con Isaac Aketxe, Iñigo Pérez o Iker Muniain. Este último se estrenó con 16 años en la previa de la Liga Europa ante el Young Boys y fue autor del tanto decisivo en el partido de vuelta (0-1 y 1-2), lo que lo convirtió en el debutante y el goleador más precoz en toda la historia del club. Después de doblegar en la siguiente ronda al Tromso (3-2 y 1-1), el Athletic fue segundo del grupo que integraba con Werder Bremen, Nacional de Madeira y Austria Viena. En los dieciseisavos de final se enfrentaría a un poderoso Anderlecht. Aunque en San Mamés mantuvo el tipo y mereció mejor suerte (1-1), en el Constant Vanden Stock se vio desbordado por talentos emergentes como Romelu Lukaku, que con su gol allanó el terreno para el paseo de los belgas (4-0). En cuanto a la liga, los bilbaínos comenzaron a buen nivel y ocuparon posiciones altas buena parte del campeonato, pero al final se deshincharon y se quedaron a las puertas de repetir clasificación europea.

UN HOMBRE DE CANTERA

Uno de los puntos fuertes de Joaquín Caparrós es su predilección por las categorías inferiores, aspecto básico en el Athletic. Durante su estancia en Sevilla le había dado la oportunidad de saltar a la élite a quince jugadores y en Bilbao lo hizo con más de veinte. A pesar de que se lo reconoce como el principal valedor de estos futbolistas, él prefiere quitarse méritos: «Eso es una suma de mucha gente. El entrenador que sube a un jugador al primer equipo y se quiere poner la medalla, se equivoca. Cuando subes a alguien, es por la información que tienes de todos los técnicos y el director de fútbol base, porque te van diciendo “ese chico tiene talento”. Entonces, tú lo observas y luego lo llevas al entrenamiento, le vas formando un poco». El hecho de que jóvenes criados en los filiales jueguen en el equipo profesional es gratificante para todo el club, «desde el ojeador que estaba en un barrio viéndolo muy chiquitito y lo ficha, hasta todos los técnicos que lo han estado formando. Creo que eso es un trabajo muy bonito». Al igual que millones de españoles, Joaquín sintió una alegría tremenda la noche del 11 de julio de 2010, cuando la selección nacional de España se alzó con la Copa del Mundo en Sudáfrica. De los veintitrés futbolistas campeones, había dirigido hasta siete: Carlos Marchena, Jesús Navas, Sergio Ramos, Joan Capdevilla, Álvaro Arbeloa, Javi Martínez y Fernando Llorente: «Siempre es una gran satisfacción ver a chicos que han salido, insisto, a muy temprana edad triunfar en el fútbol mundial, futbolistas que has estado disfrutando en los entrenamientos, que veías cómo escuchaban y cómo iban creciendo».

«El entrenador que sube a un jugador al primer equipo y se quiere poner la medalla se equivoca; eso es una suma de mucha gente»

J.G.: En ocasiones has llegado a decir que la cantera española es una de las mejores del mundo, pero que quizá no se aprovecha al cien por cien.

J.C.: Totalmente, porque está en un momento en el que cada vez se le saca menos provecho. La referencia la hemos tenido todos estos años en el Real Madrid y el Barcelona y la prueba la tenemos en nuestra selección. Si clubes como Madrid, Barcelona, Atlético, Sevilla, Valencia o Villarreal tienen pocos jugadores donde nuestro seleccionador pueda escoger, poco a poco se irá debilitando nuestro fútbol. Hay muy buenos chicos y muy buenos técnicos en la formación que preparan y enseñan muy bien a los chavales. Los futbolistas que tienen 20 o 21 años lo que están es están deseosos de que llegue el entrenador del primer equipo y los ponga a jugar.

J.G.: Entonces, ¿crees que deberían contagiarse un poco el resto de los clubes españoles de esa filosofía que tiene el Athletic con Lezama?

J.C.: Hombre, yo opino que sí. Eso es complicado, pero creo que algo tendrán que hacer a nivel federativo o a quien le corresponda porque el fútbol va cambiando. Ya pasó de las sociedades deportivas a las sociedades anónimas y ahora están pasando, diríamos, a cantidades de dinero por las televisiones y los nuevos inversores. El capital viene de fuera: árabe, chino, etc., y traen otra mentalidad a la hora de incorporar futbolistas; priorizan más el negocio y muchas veces olvidan todo lo de abajo. Por tanto, las federaciones tienen que anticiparse a este tipo de situaciones, a lo mejor, como hace la UEFA, obligando a que los equipos tengan un número de jugadores inscritos formados en su club. Pues quizá la Federación Española debería exigir también tener un mínimo de canteranos o que la Liga de Fútbol Profesional prime mediante las televisiones a aquellos que tienen en su alineación canteranos. No sé si será lo correcto o no, es una idea.

En verano de 2010 se despidieron del Athletic los veteranos Armando, Iñaki Muñoz, Fran Yeste y Joseba Etxeberria, a la vez que otro peso pesado como Aitor Ocio no conseguía recuperarse de sus problemas en el hombro. Jokin tuvo que buscar relevo y lo halló, cómo no, en los campos de Lezama, así que ascendió al primer equipo a Raúl Fernández, Jon Aurtenetxe, Borja Ekiza, Igor Martínez e Ibai Gómez. En dieciseisavos de final de la Copa del Rey, el conjunto vasco se deshizo del Alcorcón (0-1 y 2-0), pero en octavos tuvo que medirse con el Barcelona: tanto el encuentro de ida en el Camp Nou como la vuelta en San Mamés se resolvieron en tablas, siendo los culés los que obtuvieron el pase por el valor doble de los goles en campo contrario (0-0 y 1-1). En liga el Athletic nunca llegó a ser del todo regular, penalizado por sacar poco rédito ante los rivales de arriba. La entereza mostrada frente al resto y los notables registros de Fernando Llorente (18 goles) lo mantuvieron en la zona media hasta la jornada 20, cuando se instaló en puestos europeos para no salir ya de ahí. Igualado con Sevilla y Atlético de Madrid a 58 puntos, volvería a meterse en Europa League. Ya en julio se celebrarían elecciones a la presidencia del club; el elegido fue el exfutbolista Josu Urrutia, acompañado de un proyecto con el argentino Marcelo Bielsa. Los buenos resultados, el cariño de la afición y la predisposición de renovar no fueron suficientes para Caparrós, que se marchó como el tercer entrenador con más partidos dirigidos en la historia del Athletic (187).

Julián Vélez

Julián Vélez

AVENTURAS AL RESCATE

A finales del julio de 2011, Joaquín Caparrós emprendió su primera andadura fuera de España, firmando por el Neuchâtel Xamax FC de la Superliga Suiza. En aquel equipo, que tuvo un comienzo nefasto, encontró una decena de nacionalidades diferentes y algunos viejos conocidos de la liga española como David Navarro, Víctor Sánchez, Kalu Uche o Javier Arizmendi. Si bien los rojinegros dieron claras muestras de mejoría (1 victoria y 2 empates), trabajar en ese ambiente resultaba casi inviable: «Las funciones de un entrenador que en España se consideran normales, como hacer la lista de convocados y decidir los días de entrenamiento, allí las llevaba un propietario que siempre quería imponerte todo». Ese propietario era el controvertido empresario checheno Bulat Chagaev. En la séptima jornada, tras empatar en casa con el Lausana-Sport (2-2), Chagaev bajó a los vestuarios armado y rodeado de guardaespaldas para amenazar al cuerpo técnico y a unos jugadores que vivían atemorizados. Caparrós no se dejó intimidar y no dudó en defender a los suyos. «Ahí tuve que ser más entrenador que nunca y lo fui —recuerda con orgullo—, no solamente por esa parte, sino por gestionar a unos futbolistas que eran de muchísimos países distintos y tenían el referente no solo en el entrenador, sino en el cuerpo técnico; mi deber, en este caso, era ser fuerte y estar con ellos». Ante tal panorama, Chagaev se enfureció hasta el punto de intentar agredirle y tuvo que ser retenido por su propia escolta. Aquel incidente fue la gota que colmó el vaso para acabar inmediatamente con su aventura helvética: «Fue un mes muy intenso y de muchísima enseñanza».

En octubre de 2011, Caparrós fichó por el RCD Mallorca para suceder a Michael Laudrup. El cuadro bermellón iba decimocuarto en Primera División y sus sensaciones eran muy negativas. «Cuando llegamos a Mallorca dejamos claro que había que cumplir un objetivo y todo el mundo se mentalizó», cuenta Joaquín. Su idea de fútbol contrastaba mucho con la del danés, así que no llevó a cabo una gran revolución y optó por amoldarse a las necesidades: «El entrenador se tiene que adaptar. Convencimos a la plantilla porque eso es lo más importante, que los jugadores crean en ese mensaje que se manda; si no, no vale para nada. Pero si llegas a un equipo donde predomina el toque y tienes futbolistas para hacerlo, estás obligado a mantener esa idea». La clave estaba en insuflar aire fresco a los mallorquinistas para reforzar su espíritu competitivo. En cuanto a nombres propios, dio muchos minutos a los canteranos Pau Cendrós, Pedro Bigas, Tomás Pina y Michaël Pereira; se apoyó en la experiencia de dos tipos a los que ya había dirigido como Dudu Aouate y Pep Martí; y volvió a enchufar a un extremo diferencial: el uruguayo Gonzalo Castro. El Mallorca mejoró hasta asegurar la permanencia en abril: «El objetivo se cumplió mucho antes y matemáticamente tuvimos opciones de meternos en Europa League hasta el último partido, lo que pasa es que nos tocó el Real Madrid de los récords con Mourinho, que ese año rompió la hegemonía del Barcelona». Consiguiendo un promedio de 12 victorias, 9 empates y 11 derrotas, el andaluz amplió su contrato con los baleares.

Dani Pozo

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La segunda campaña en el Mallorca fue una de las más difíciles que ha vivido Caparrós durante su carrera como entrenador. Para empezar, sufrieron hasta doce bajas, entre ellas toda la zaga titular (Pau Cendrós, Iván Ramis, Chico Flores y Pablo Cáceres) y su principal estrella, el ‘Chory’ Castro. Aquel vacío debía ser ocupado por varios refuerzos que nunca llegarían a asentarse en el once, salvo Pedro Geromel (Colonia), Javi Márquez (Espanyol) y Giovanni dos Santos (Tottenham Hotspur). Pese a que el arranque fue esperanzador (3 victorias y 2 empates), la fragilidad defensiva le pasaría factura a los mallorquines, que se desmoronaron con solamente 6 puntos en cuatro meses de competición. «Hubo situaciones límite. Nosotros hicimos de todo para intentar animar al equipo y también para cambiar la rutina y la dinámica de trabajo», y eso que Joaquín lo probaría con diversas formas, dado que en el ámbito emocional «no hay un libro que te diga los códigos. La motivación tienes que aplicarla en el momento: parando el entrenamiento, provocando algunas risas… en fin, miles de situaciones en las que el entrenador tiene que ser, como el líder del grupo, muy observador y darse cuenta de que el mínimo detalle puede motivar al jugador». Y el ejemplo más rocambolesco se daría en la decimosexta jornada de liga contra el Athletic. El Mallorca estaba perdiendo por la mínima al descanso y su técnico sorprendió al vestuario con la proyección de un vídeo pornográfico, con el que buscaba despertar a los jugadores: «Creímos que era el momento oportuno para crear una situación como aquella para activar al grupo; y eso se hace ya, no es cuestión de prepararlo, se planea cinco minutos antes». Pero ni siquiera así pudieron reaccionar. En el mes de febrero, Caparrós fue destituido y el Mallorca acabaría descendiendo a la Segunda División.

Dani Pozo

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La segunda campaña en el Mallorca fue una de las más difíciles que ha vivido Caparrós durante su carrera como entrenador. Para empezar, sufrieron hasta doce bajas, entre ellas toda la zaga titular (Pau Cendrós, Iván Ramis, Chico Flores y Pablo Cáceres) y su principal estrella, el ‘Chory’ Castro. Aquel vacío debía ser ocupado por varios refuerzos que nunca llegarían a asentarse en el once, salvo Pedro Geromel (Colonia), Javi Márquez (Espanyol) y Giovanni dos Santos (Tottenham Hotspur). Pese a que el arranque fue esperanzador (3 victorias y 2 empates), la fragilidad defensiva le pasaría factura a los mallorquines, que se desmoronaron con solamente 6 puntos en cuatro meses de competición. «Hubo situaciones límite. Nosotros hicimos de todo para intentar animar al equipo y también para cambiar la rutina y la dinámica de trabajo», y eso que Joaquín lo probaría con diversas formas, dado que en el ámbito emocional «no hay un libro que te diga los códigos. La motivación tienes que aplicarla en el momento: parando el entrenamiento, provocando algunas risas… en fin, miles de situaciones en las que el entrenador tiene que ser, como el líder del grupo, muy observador y darse cuenta de que el mínimo detalle puede motivar al jugador». Y el ejemplo más rocambolesco se daría en la decimosexta jornada de liga contra el Athletic. El Mallorca estaba perdiendo por la mínima al descanso y su técnico sorprendió al vestuario con la proyección de un vídeo pornográfico, con el que buscaba despertar a los jugadores: «Creímos que era el momento oportuno para crear una situación como aquella para activar al grupo; y eso se hace ya, no es cuestión de prepararlo, se planea cinco minutos antes». Pero ni siquiera así pudieron reaccionar. En el mes de febrero, Caparrós fue destituido y el Mallorca acabaría descendiendo a la Segunda División.

CAMINOS SINUOSOS

La próxima parada en el camino llevó a Joaquín Caparrós a Valencia. En junio de 2013, el Levante UD vio en él un reemplazo natural para Juan Ignacio Martínez, que había protagonizado dos años históricos con participación europea incluida. La mitad de la plantilla cambió, lo que no impidió que Caparrós constituyera una escuadra férrea y muy potente físicamente: comenzando con un fantástico Keylor Navas en la portería y con Pedro López, David Navarro, Loukas Vyntra y Juanfran en una retaguardia versada y frustrante para los delanteros; la fortaleza en la medular de Pape Diop y Simão Mate y el esfuerzo en segunda línea de Nabil El Zhar, Jordi Xumetra y Pedro Ríos liberaban a los hombres de más calidad, como el canterano Rubén García y el austríaco Andreas Ivanschitz; en la ofensiva, David Barral garantizaba una presión constante y generaba espacios a sus compañeros. Después del mal trago en el Camp Nou en el estreno liguero (7-0), los granotas apretaron los dientes en dos meses en los que únicamente caerían ante el Real Madrid (2-3). En la segunda vuelta cuajaron actuaciones muy meritorias, empatando como local contra el Barcelona (1-1), sacando una victoria frente al Sevilla en el Ramón Sánchez-Pizjuán (2-3) y siendo implacables con el Atlético de Madrid que se proclamaría campeón de liga, pero que antes salió derrotado del Ciutat de Valencia (2-0). El triunfo sobre los colchoneros significó la permanencia para un Levante que fue décimo clasificado y el quinto menos goleado (43). Aunque su labor fue encomiable, Caparrós no pudo alcanzar un acuerdo con el club para extender su contrato.

J.G.: Según explicas en tu libro El Míster, el fútbol son dos deportes en uno, por un lado, el físico y, por otro, el técnico. ¿Qué porcentaje en cuanto a importancia darías a cada uno?

En el fútbol le pondría más parte a lo que es el juego. El jugador tiene que dominar esa faceta técnica y nosotros en eso somos un país con unos futbolistas sensacionales. Tú ves ahora en una escuela a chavales con 12 años y técnicamente son buenísimos: hacen buenos controles, golpean la pelota con las dos piernas… eso es porque se les está enseñando correctamente y es una base importante para que luego sean buenos tácticamente, para que jueguen con más velocidad, etc. Igualmente, es cierto que para jugar a la pelota hay que tenerla y para ello hay una pelea, por lo tanto, ese concepto físico también es fundamental.

«Me gusta el jugador que no solamente toca bien el balón, sino que entiende bien el partido»

J.G.: Eres un entrenador al que le gusta mucho la intensidad. ¿Cuál dirías que es tu gran sello? ¿Qué debe tener siempre un equipo de Joaquín Caparrós?

J.C.: A mí me gusta el buen futbolista, sobre todo aquel que vive su profesión, porque es el que de verdad asimila lo que le estás diciendo y el que acepta que lo corrijas. Me gusta el jugador que tiene un buen trato de balón, pero que sea siempre con un concepto colectivo; es decir, me gusta el jugador que no solamente toca bien el balón, sino que entiende bien el partido, que técnicamente esté dotado y tenga una mentalidad grupal. ¿Y quién juega mejor? Aquel equipo que crea muchas ocasiones de gol y encima las mete. El fútbol se juega para generar peligro y que no te lo generen a ti. Si tú creas muchas ocasiones, es señal de que estás haciendo bastantes cosas bien.

«Me gusta el jugador que no solamente toca bien el balón, sino que entiende bien el partido»

En la temporada 2014/15, Caparrós regresó a Andalucía de la mano del Granada CF. En las primeras jornadas, los nazaríes vencieron al Deportivo de La Coruña en el Nuevo Los Cármenes (2-1) y al Athletic en San Mamés (0-1), además de empatar en su viaje a Elche (1-1) y en la visita del Villarreal (0-0). Por desgracia, los resultados dejarían de sonreírles hasta el punto de hundirles toda la moral. Joaquín admite que «hay veces que por muchas cosas que hagas no llegas ni al futbolista ni al grupo», una misión aún más compleja en un bloque tan variopinto como aquel, con numerosas nacionalidades diferentes. Para colmo, tuvo que hacer frente a otros obstáculos al margen de lo estrictamente futbolístico; en la previa de la décima jornada, en la que recibiría al Real Madrid, el diario deportivo de mayor tirada nacional lo entrevistó y extrajo el siguiente titular para su portada: «Solo pido que no nos pasen por encima». Su reacción fue antológica, destrozando el periódico en plena rueda de prensa con un enfado morrocotudo. No son pocas aquellas ocasiones en las que los medios de comunicación ejercen una presión dañina, especialmente cuando quieren alimentar a su audiencia mediante la polémica, «pero es lo que hay; nos beneficiamos todos porque se vende muchísimo fútbol y eso repercute en los profesionales, así que hay que adaptarse y llevarlo lo mejor posible dentro del respeto que debe haber entre ambas profesiones». A mitad de enero, tras 14 partidos de liga sin ganar y siendo colista, la institución granadina y el entrenador sevillano decidieron terminar su vinculación.

A principios de noviembre de 2016, Caparrós llegaría a CA Osasuna. Los rojillos, integrados en su mayoría por canteranos y recién ascendidos a Primera División, marchaban penúltimos en liga. Los problemas para enderezar a un grupo deprimido por la salida de Enrique Martín, técnico de la casa y artífice del ascenso, propició demasiado rápido el cese del utrerano, que solamente desconectó de la práctica profesional hasta mayo de 2017, cuando se embarcaría en su desafío más exótico: el Al Ahli SC de la Qatar Stars League. «Desde el primer momento en el que me plantearon la posibilidad de entrenar al Al Ahli me ilusioné con el proyecto, ya que se trata de uno de los equipos históricos del fútbol asiático», reflejaba a través de un comunicado. En Doha contó con futbolistas importantes en la liga nacional como el pivote mozambiqueño Simão Mate —al que dirigió en el Levante—, el mediapunta tunecino Yassine Chikhaoui y el ariete internacional catarí Meshal Abdullah. El tramo inicial fue turbulento con 1 empate y 3 derrotas, pero una goleada al Qatar SC les dio el impulso que necesitaban (0-3). Antes del parón invernal, cuando las piezas estaban encajando y los puntos iban llegando, Joaquín presentó su dimisión por razones personales, dejando a la Brigada en sexto lugar.

Julián Vélez

Julián Vélez

VUELTA A CASA

Si hay algo que nadie puede dudar acerca de Joaquín Caparrós, aparte de la vocación y la profesionalidad, es su devoción al Sevilla FC. El curso 2017/18 fue de lo más extraño en Nervión. Los buenos números de los primeros meses se fueron agotando, evidenciando los defectos de un equipo cuyo juego no convencía a nadie; en Navidad, la directiva sustituyó a Eduardo Berizzo por Vincenzo Montella, que tampoco supo dar con la tecla. A falta de un mes de competición y viendo peligrar su clasificación europea, la entidad presidida por Pepe Castro determinó que el único capaz de reanimar a los sevillistas era Caparrós. Respaldado por gente comprometida con el club como Antonio Álvarez, Carlos Marchena y Paco Gallardo, no solo exprimiría el rendimiento de jugadores como Gabi Mercado, Sergio Escudero, Steven N’Zonzi, Éver Banega, Pablo Sarabia o Wissam Ben Yedder, sino que recuperó para la causa a Nico Pareja, Roque Mesa, Nolito y Sandro Ramírez. Tal como escribe en su web personal, «llegados a este punto, el aspecto mental se convierte en esencial. El concepto físico ya no vale como excusa, porque se sobreentiende que se debe llegar en el pico de forma». A base de garra, lucha y tablas le ganaron a la Real Sociedad (1-0) y al Real Madrid (3-2). En la previa del Gran Derbi con el Real Betis, Joaquín alentó a sus tropas improvisando un entreno a puertas abiertas. El Sevilla empató en el Benito Villamarín (2-2) y doblegó al Alavés (1-0), con la grada coreando el nombre de Caparrós. No era para menos; logró 10 puntos de 12 posibles para meterse así en la Europa League.

«La motivación son sentimientos y tienes que saber cómo tocar la sensibilidad del futbolista y el grupo»

J.G.: A veces, los entrenadores deben afrontar ciertas situaciones que quizás requieren más habilidades humanas que futbolísticas. En tu opinión, que has trabajado en contextos muy complicados y diferentes, ¿crees que este tipo de factores también pueden entrenarse?

J.C.: Claro, la creatividad y la capacidad de superación se pueden entrenar; por supuesto. Para eso te da mucha riqueza tu experiencia y tu intuición. Ahora bien, ¿la intuición de por sí es experiencia o es algo que tú ya tienes innato? Pueden ser las dos cosas, porque también habrá gente muy intuitiva que tenga solo 20 años; es una mezcla de todo. Yo creo que el entrenador debe tener unas determinadas cualidades. Evidentemente, se da por hecho que tienes que saber manejar bien los conceptos físicos, técnicos y tácticos, pero después hay que gestionar unos recursos humanos. Cada persona es distinta, la motivación son sentimientos y tienes que saber cómo tocar la sensibilidad del futbolista y del grupo.

«La motivación son sentimientos y tienes que saber cómo tocar la sensibilidad del futbolista y el grupo»

En mayo de 2018, Caparrós fue nombrado nuevo director de fútbol del Sevilla, encargándose de la secretaría técnica: «Hay que aspirar a ser exigentes y luego la competición te pondrá donde merezcas, pero tenemos que aspirar a lo máximo». En primer lugar, contrató como entrenador a Pablo Machín, que había realizado un trabajo espléndido en Girona. El sistema que utilizaba el soriano (3-4-2-1) exigía una remodelación profunda del plantel. Para ello, la dirección deportiva firmó al portero Tomás Vaclik (Basilea); a los defensas Sergi Gómez (Celta) y Joris Gnagnon (Rennes); al carrilero diestro Aleix Vidal (Barcelona); a los centrocampistas Ibrahim Amadou (Lille) y Maxime Gonalons (Roma); al extremo Quincy Promes (Spartak); y al delantero André Silva (Milan); en la ventana de enero también se incorporarían Max Wöber (Ajax), Marko Rog (Nápoles) y Munir El Haddadi (Barcelona). El Sevilla empezó la temporada como un tiro, liderando la liga durante varias semanas, aunque poco a poco se fue desinflando. La exigencia de jugar tres competiciones y la acumulación de partidos cada vez pesaban más en las piernas y bajó considerablemente sus prestaciones. En marzo, la eliminación europea en los octavos de final a manos del Slavia Praga sentenció a Machín, que fue relevado por el propio Caparrós.

«Una de las obligaciones que debe tener un entrenador, por encima de todo, es analizar la plantilla y sacarle el máximo rendimiento», y Joaquín conocía al detalle la que él había confeccionado. Encomendándose a su tradicional 4-4-2, confió en los futbolistas más aguerridos y más verticales, mientras que colocó a los más creativos como Éver Banega o Franco ‘el Mudo’ Vázquez por las bandas. Justamente el día que regresaba a los banquillos, celebró 500 partidos en Primera División con una victoria frente al Espanyol (0-1), acabando con el lastre de un Sevilla que no ganaba en liga como visitante desde septiembre. Después, tropezó con el Valencia (0-1) y venció a Alavés (2-0) y Valladolid (0-2). Entonces, para disipar los rumores que circulaban sobre su estado de salud, Caparrós dio una noticia que conmocionó al fútbol español: «Sabéis que me hierve la sangre roja, pero ha habido un pique entre la sangre roja y la blanca, ha querido equilibrarse. Me han dicho que tengo una leucemia crónica, no me impide seguir y puedo entrenar a diario. Quiero disfrutar de mi profesión. Tengo que dar las gracias a todos. A disfrutar la oportunidad que me han dado la dirección deportiva y el presidente, estoy enchufado más que nunca y quiero seguir». En la jornada siguiente, los suyos le regalaron un emotivo triunfo ante el Real Betis (3-2). Desde luego, su papel en los derbis sevillanos merece una mención aparte; hablamos del entrenador que ha disputado más duelos de este tipo con 4 victorias, 7 empates y 1 derrota. Nadie sabe prepararlos como él, todo un especialista en avivar a su parroquia con su discurso y su energía. El Sevilla no se aseguraría el billete europeo hasta el final, imponiéndose con sufrimiento al Athletic (2-0). De esta forma, el utrerano puso fin a su tercer capítulo como técnico sevillista, convertido ya en el que más partidos ha dirigido en la historia del club (241).
Julián Vélez

Julián Vélez

«Una de las obligaciones que debe tener un entrenador, por encima de todo, es analizar la plantilla y sacarle el máximo rendimiento», y Joaquín conocía al detalle la que él había confeccionado. Encomendándose a su tradicional 4-4-2, confió en los futbolistas más aguerridos y más verticales, mientras que colocó a los más creativos como Éver Banega o Franco ‘el Mudo’ Vázquez por las bandas. Justamente el día que regresaba a los banquillos, celebró 500 partidos en Primera División con una victoria frente al Espanyol (0-1), acabando con el lastre de un Sevilla que no ganaba en liga como visitante desde septiembre. Después, tropezó con el Valencia (0-1) y venció a Alavés (2-0) y Valladolid (0-2). Entonces, para disipar los rumores que circulaban sobre su estado de salud, Caparrós dio una noticia que conmocionó al fútbol español: «Sabéis que me hierve la sangre roja, pero ha habido un pique entre la sangre roja y la blanca, ha querido equilibrarse. Me han dicho que tengo una leucemia crónica, no me impide seguir y puedo entrenar a diario. Quiero disfrutar de mi profesión. Tengo que dar las gracias a todos. A disfrutar la oportunidad que me han dado la dirección deportiva y el presidente, estoy enchufado más que nunca y quiero seguir». En la jornada siguiente, los suyos le regalaron un emotivo triunfo ante el Real Betis (3-2). Desde luego, su papel en los derbis sevillanos merece una mención aparte; hablamos del entrenador que ha disputado más duelos de este tipo con 4 victorias, 7 empates y 1 derrota. Nadie sabe prepararlos como él, todo un especialista en avivar a su parroquia con su discurso y su energía. El Sevilla no se aseguraría el billete europeo hasta el final, imponiéndose con sufrimiento al Athletic (2-0). De esta forma, el utrerano puso fin a su tercer capítulo como técnico sevillista, convertido ya en el que más partidos ha dirigido en la historia del club (241).

Julián Vélez

Julián Vélez

VOCACIÓN INFINITA
Joaquín Caparrós ama el fútbol de manera visceral y siente un compromiso que va más allá de lo profesional. «A través de mi familia me comentaron: “Con todo lo que te ha dado a ti, tienes que hacer algo por el fútbol”», así que en 2013 decidió crear una fundación con la que intentar ayudar al máximo de gente posible. Por un lado, cada mes de julio organiza un campus de fútbol base en San Esteban de Gormaz (Soria), así como participa en diversos proyectos de integración. Por otro, programa másteres, conferencias y charlas donde comparte los conocimientos y la experiencia que ha adquirido a lo largo de su carrera. Al mismo tiempo, cuando no está trabajando para ningún club le gusta colaborar con la prensa deportiva. De hecho, comenzó a estudiar Periodismo y alguna vez ha manifestado que durante su formación echó en falta algún apartado relacionado con este tema: «En cada equipo en el que he estado he puesto en el cuerpo técnico una persona que conozca los medios, la ciudad y el club, porque eso me ayuda no solo a mí, sino a los jugadores. Igual que hay preparador físico, nutricionista o fisio, tiene que haber un especialista en comunicación». Joaquín siempre examina muy de cerca la evolución que ha tenido cada área el deporte, algo que lo ha llevado a reinventarse continuamente para seguir al pie del cañón. Por algo es el sexto entrenador con más partidos en Primera División (510).

J.G.: Uno de tus lemas es: «Cada día una cosa nueva». Ya llevas más de cuarenta años en la profesión. ¿Cómo han cambiado los métodos y las herramientas de entrenamiento en los últimos años?

J.C.: El mismo porcentaje respecto a cómo era antes la vida y cómo es ahora; pues igual. Antes hacíamos de preparador físico, entrenador de porteros, jefe de prensa… teníamos que dar hasta masajes. El entrenador era individual y poco a poco se fue adaptando. Luego añadió a su segundo, que era una persona dedicada nada más que a repartir los petos en los partidillos de los jueves y ahora no; por eso a mí no me gusta llamarlo el segundo, sino el asistente, el hombre de confianza. Además, ya hay muchos especialistas y cada vez se unen más. Hemos ido creciendo con la especialización. Tienes que innovar para ir por delante, porque el fútbol va muy rápido y si te paras, te come.

«Tienes que innovar para ir por delante, porque el fútbol va muy rápido y si te paras, te come»

Julián Vélez

Julián Vélez

En marzo de 2020, Caparrós abrió su capítulo dentro del fútbol de selecciones: «El banquillo es mi vida. Recibí una propuesta muy interesante por parte de Ginés Meléndez, el director técnico de la Federación de Armenia, y me ha despertado el gusanillo de volver al césped». En el estreno de esta nueva etapa, Armenia se fue de vacío de Macedonia del Norte (2-1). Sin embargo, completaría una magnífica Liga de Naciones superando a la propia Macedonia del Norte, Georgia y Estonia con 3 victorias y 2 empates. El último encuentro de grupo fue especial. Tras un conflicto armado con Azerbaiyán, jugando en Chipre, en pandemia y con pocos jugadores habituales por el coronavirus, los caucásicos tiraron de épica para tomarse la revancha contra los normacedonios y ascender así a la Liga B (1-0); a la conclusión, el andaluz pidió a gritos que pusieran el himno nacional armenio por megafonía para festejar la gesta. «Es muy importante tener un buen ambiente y encontrar las palabras adecuadas para motivarlos. Todos deben darse cuenta de que jugar en el equipo nacional es una gran responsabilidad», subrayaba en una entrevista con la FIFA. El próximo reto era clasificarse para la Copa del Mundo. A pesar de que arrancaron con tres triunfos ante Liechtenstein, Islandia y Rumanía, perderían fuelle en un grupo comandado por Alemania. En la penúltima jornada aún tenían opciones de repesca, pero una derrota con Macedonia del Norte los dejaría fuera (0-5). Joaquín le había inculcado a Armenia la competitividad que lo caracteriza y la convirtió en una selección a tener en cuenta, ayudando al desarrollo de su fútbol nacional. Después de todo, da igual el equipo, el lugar, el idioma y el campeonato, su idiosincrasia siempre es la misma: «Esfuerzo, entrega, lucha y pasión».

J.G.: Joaquín, ¿qué es lo que más y lo que menos te gusta del fútbol?

J.C.: Lo que más disfruto del fútbol es ponerme las botas, salir al campo y entrenar. Lo que menos me gusta, qué duda cabe, es todo aquello que afecta negativamente a un futbolista, como no ponerlo a jugar cuando está entrenando con ilusión y con la máxima intensidad, no convocarlo para los partidos o decirle que no cuentas con él; para mí esa es la parte más fea de ser entrenador, pero es algo que tenemos que hacer porque está entre nuestras obligaciones. Al final, nos pagan para tomar decisiones.

Julián Vélez

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