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NACHO M. MARTÍN
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EL GRÁFICO
C
orría el año de 1969 y el Club Atlético Independiente estaba viviendo los inicios de su época dorada gracias a figuras como Raúl Savoy, Jorge Maldonado, Aníbal Tarabini, Raúl Bernao o Héctor Yazalde y a la conquista de tres títulos nacionales de liga (1960, 1963 y 1967) y dos de la Copa Libertadores (1964 y 1965) —unos éxitos que, posteriormente, serían acompañados por los triunfos logrados durante la década de los setenta como cuatro títulos nacionales más, otras cuatro Libertadores, una Copa Intercontinental y tres Copas Interamericanas—. Entonces fue cuando a un directivo del Rojo se le ocurrió una idea para engrandecer al club más allá del ámbito deportivo.
La carrera espacial fue uno de los aspectos más trascendentales de la Guerra Fría, en la que los Estados Unidos y la extinta Unión Soviética competían por llevar a sus astronautas (o cosmonautas si tenías una visión soviética de la vida) a superar los confines del conocimiento humano. Y en esa serie de competición los Estados Unidos habían anunciado, a bombo y platillo, que iban a lograr un hito sin precedentes al querer colocar al ser humano en la Luna. Este era el contexto cuando, en abril de 1969, el que fuera secretario de prensa y relaciones públicas de Independiente, Héctor Rodríguez, se enteró de la noticia y se le encendió la bombilla. A los pocos días, Rodríguez contactó con la Embajada de Estados Unidos en Argentina para trasladarle una llamativa propuesta: pretendía hacer socios honoríficos del club a Buzz Aldrin, Neil Armstrong y Michael Collins, los tres hombres escogidos por la NASA para realizar el primer alunizaje. «Si ellos van a ser los héroes más grandes del siglo, tienen que ser socios de Independiente», decía Rodríguez.
«Si ellos van a ser los héroes más grandes del siglo, tienen que ser socios de Independiente»
HÉCTOR RODRÍGUEZ
La embajada estadounidense recibió con mucho gusto aquella propuesta de Independiente, por lo que le facilitó las fotografías de los tres astronautas para que les pudieran hacer los respectivos carnés de socio y se comprometió, una vez terminados, a mandárselos a tierras norteamericanas. Así, Héctor Rodríguez dio la orden para que Buzz Aldrin, Neil Armstrong y Michael Collins se convirtieran en nuevos miembros de la familia del Rojo con los números de socio 80 399, 80 400 y 80 401, además de que también se les enviaran, juntos a sus carnés, la ropa oficial del equipo y un banderín del CAI. Todo ello fue entregado al embajador estadounidense durante un acto en el que estuvieron el presidente del club, Nicolás Arias, el secretario general, Pedro Iso, el tesorero, Boris Lisnovsky, y, cómo no, el impulsor de la idea, Héctor Rodríguez.
Los obsequios de Independiente llegaron a la NASA y fueron recibidos de muy buen grado por los astronautas, toda vez que el propio Neil Armstrong enviaría al club de Avellaneda una carta, fechada el 23 de mayo de 1969 —poco antes del viaje que le llevaría a ser el primer hombre en pisar la Luna—, en la que agradecía a Héctor Rodríguez aquellos presentes y sus buenas intenciones, así como le indicaba que le gustaría viajar a Argentina con el fin de poder expresarle su agradecimiento en persona: «Estimado señor Rodríguez. En nombre de los miembros de la tripulación del Apollo XI, quiero agradecerles por su muy linda carta y su amabilidad al enviarnos los tres banderines. Deseo volver pronto y visitar Buenos Aires. Y espero que las circunstancias me permitan poder aceptar su invitación para visitar su club. Sinceramente, Neil Armstrong»
El 20 de julio de 1969 probablemente sea una de las fechas más relevantes en toda la historia de la humanidad. Aquel día, tres estadounidenses que eran socios de Club Atlético Independiente de Avellaneda, a bordo de la nave Apolo 11, se posaban sobre esa esfera que tanto ha intrigado al ser humano desde que alzó por primera vez la vista al cielo, culminando de esa manera una gesta histórica que había parecido completamente imposible durante siglos. Neil Armstrong mantuvo en vilo a millones de personas delante de la televisión mientras se disponía a decir la inmemorial frase: «Es un pequeño paso para el hombre, pero un gran salto para la humanidad». Convertidos ya en héroes para la posteridad, aquellos astronautas se habían guardado un pequeño secreto que sería desvelado meses más tarde por el mismo Armstrong. Después de su llegada a la Tierra, cumplirían su promesa y visitaron Argentina.
El año 1969 tocaba a su fin cuando la Embajada de los Estados Unidos en Buenos Aires realizó una fastuosa recepción con la intención de darles la bienvenida a los nuevos héroes americanos. En ese acto fueron invitados los ya mencionados Boris Linovsky, quien había firmado los carnés de socio de los tres astronautas, y el ya afamado Héctor Rodríguez. Este último tuvo una conversación con Neil Armstrong —con la mediación de una traductora y la presencia del embajador estadounidense, John Davis Lodge— en la que el comandante del alunizaje le reveló que el Rojo de Avellaneda fue el único club del mundo que tuvo ese gesto; en agradecimiento, la tripulación había llevado, a modo de amuleto, aquel banderín obsequiado a la misión espacial, concretamente dentro del módulo que se posó sobre el satélite terrestre. «Lo llevó a manera de cábala, porque nosotros, antes del viaje, le habíamos expresado que ellos iban a realizar la hazaña más importante del siglo y eso lo había impactado», explicaría Rodríguez tiempo después.
El año 1969 tocaba a su fin cuando la Embajada de los Estados Unidos en Buenos Aires realizó una fastuosa recepción con la intención de darles la bienvenida a los nuevos héroes americanos. En ese acto fueron invitados los ya mencionados Boris Linovsky, quien había firmado los carnés de socio de los tres astronautas, y el ya afamado Héctor Rodríguez. Este último tuvo una conversación con Neil Armstrong —con la mediación de una traductora y la presencia del embajador estadounidense, John Davis Lodge— en la que el comandante del alunizaje le reveló que el Rojo de Avellaneda fue el único club del mundo que tuvo ese gesto; en agradecimiento, la tripulación había llevado, a modo de amuleto, aquel banderín obsequiado a la misión espacial, concretamente dentro del módulo que se posó sobre el satélite terrestre. «Lo llevó a manera de cábala, porque nosotros, antes del viaje, le habíamos expresado que ellos iban a realizar la hazaña más importante del siglo y eso lo había impactado», explicaría Rodríguez tiempo después.
Aquella confidencia que le hizo Neil Armstrong a Héctor Rodríguez significaba que el Club Atlético Independiente es, hasta la fecha, la única institución deportiva de todo el planeta Tierra que ha llegado a la Luna, por lo que no es de extrañar que, el 25 de agosto de 2012, cuando Armstrong falleció, el club argentino guardase un minuto de silencio para su socio número 80 400, antes de jugar un partido contra el Arsenal de Sarandí. Así, si al Independiente de Avellaneda lo apodan con el sobrenombre de Rey de Copas, debido a que ostenta el récord de títulos en la Copa Libertadores, bien podría llamársele como Rey del Cosmos por ser el primer equipo que traspasó la órbita terrestre y el único que ha estado, por el momento, en la Luna.