ENTREVISTA:
ÁLEX MÉRIDA
FOTOGRAFÍA:
JULIÁN VÉLEZ & GETTY IMAGES
ILUSTRACIÓN:
DIEGO URIBE
E
n una calurosa mañana del mes de agosto, nos dirigimos a la ciudad deportiva del Real Betis Balompié, donde nos recibe José Andrés Guardado Hernández (Guadalajara, México; 1986). Tras entregarle como obsequio nuestro book-magazine, su primer comentario y su buen humor evidencian que estamos ante una persona muy agradecida: «Con regalos y todo, así dan gusto las entrevistas. ¡Muchas gracias!». Como cualquier niño, comenzó jugando con la pelota en el pasillo de su casa mientras esquivaba las regañinas de su madre, siempre constante para que tuviera una formación académica y no abandonara sus estudios. Pero el fútbol lo era todo para él. Al igual que su padre y su hermano, el más pequeño de la familia quería labrarse un nombre dentro del mundo del balompié, así que ya con 6 años ingresó a la escuela del Atlas FC. Si bien destacó con creces en sus diferentes etapas, se siente muy afortunado por haber tenido la posibilidad de alcanzar el profesionalismo. «Te encuentras a muchos chavos jugando bien al futbol, pero hay que tener ese toque de suerte y también la mentalidad para llegar a ser profesional —explica Andrés—. En México había escasez de jóvenes e instauraron una regla por la que tenían que jugar a la fuerza dos menores de 20 años en el primer equipo, cumpliendo un número de minutos. Mi primera pretemporada con los mayores coincidió con la nueva regla y tiraron de mí».
«Aunque la historia de mi papá y de mi hermano no fue tan bien, yo pude cumplir el sueño de los tres»
ÁLEX MÉRIDA: Provienes de una familia con mucha afición al deporte, incluso tu hermano también fue futbolista. Estabas destinado a dedicarte a esto, ¿no?
ANDRÉS GUARDADO: Sí. Como a mí me tocó ser el más chiquito de mi casa —y mi padre ya lo había intentado y luego también mi hermano, que me lleva nueve años—, pues entonces desde que nací era futbol y futbol. Estaba detrás de todo lo que envolvía a mi hermano: lo veía en los partidos, en los entrenamientos… Al llevarme tantos años de diferencia, cuando empecé a tener noción con cinco años, él tenía catorce y era mi ídolo. Lo veía jugar en los juveniles del Atlas y yo le pedía a mi papá que también quería inscribirme al futbol y quería jugar. Y así fue: estaba destinado. En mi familia ya crecía con el futbol en las venas y, afortunadamente, aunque la historia de mi papá y de mi hermano no fue tan bien, yo pude cumplir el sueño de los tres.
«Aunque la historia de mi papá y de mi hermano no fue tan bien, pude cumplir el sueño de los tres»
EL BANQUILLO NO ERA PARA ÉL
El 9 de abril de 2005, Andrés Guardado debutó en una convocatoria con el primer equipo de Atlas en la visita a Tiburones Rojos de Veracruz, aunque por desdicha no llegaría a ingresar en el campo. El técnico Daniel Guzmán continuó apostando por él y le demostraría ser mucho más que un entrenador: «Es como un padre para mí. Daniel fue el que me dio la oportunidad de debutar, fue el que confió en mí en ese momento y hoy en día tenemos una relación como de padre e hijo». Cuatro meses más tarde de aquella primera toma de contacto, se produjo su estreno en la élite. En la cuarta fecha del Torneo Apertura, Guzmán lo puso en escena a falta de quince minutos para el final, marchando Atlas 2-2 frente al Pachuca. El extremo izquierdo salía a la cancha en lugar de Marcelo Macedo, quien había marcado los dos goles de los zorros. Ya en las postrimerías del encuentro, los locales harían el tercer y definitivo tanto para asegurarse la victoria. Al siguiente partido, esta vez contra Monarcas Morelia, saldría de nuevo como suplente; en el segundo tiempo, le bastarían solamente dieciocho minutos de juego para convencer a todos de su valía: «Empecé en el banquillo, fui saliendo, aproveché la oportunidad y me fue bien, y ese fue el motivo por el que Atlas se decidió a cumplir esos minutos de jugadores jóvenes conmigo».
El 9 de abril de 2005, Andrés Guardado debutó en una convocatoria con el primer equipo de Atlas en la visita a Tiburones Rojos de Veracruz, aunque por desdicha no llegaría a ingresar en el campo. El técnico Daniel Guzmán continuó apostando por él y le demostraría ser mucho más que un entrenador: «Es como un padre para mí. Daniel fue el que me dio la oportunidad de debutar, fue el que confió en mí en ese momento y hoy en día tenemos una relación como de padre e hijo». Cuatro meses más tarde de aquella primera toma de contacto, se produjo su estreno en la élite. En la cuarta fecha del Torneo Apertura, Guzmán lo puso en escena a falta de quince minutos para el final, marchando Atlas 2-2 frente al Pachuca. El extremo izquierdo salía a la cancha en lugar de Marcelo Macedo, quien había marcado los dos goles de los zorros. Ya en las postrimerías del encuentro, los locales harían el tercer y definitivo tanto para asegurarse la victoria. Al siguiente partido, esta vez contra Monarcas Morelia, saldría de nuevo como suplente; en el segundo tiempo, le bastarían solamente dieciocho minutos de juego para convencer a todos de su valía: «Empecé en el banquillo, fui saliendo, aproveché la oportunidad y me fue bien, y ese fue el motivo por el que Atlas se decidió a cumplir esos minutos de jugadores jóvenes conmigo».
Andrés no tardó en ganarse un puesto en las alineaciones. La irrupción del atacante tapatío siguió in crescendo a lo largo del curso hasta el punto de ser reclamado por Ricardo La Volpe, seleccionador nacional de México en aquel momento. El 14 de diciembre de 2005, en un amistoso con Hungría, sustituyó a José Antonio Olvera en el minuto 69. A partir de entonces, sería uno de los elegidos para los choques previos a la Copa del Mundo. De esa manera, luciendo el 18 a la espalda, se ganó su sitio en la lista de cara a la gran cita de Alemania 2006. La idea era que fuera entrando de a poco en el ambiente del Tricolor, y tanto fue así que no disputaría un solo minuto en la fase de grupos. El sábado 24 de junio, en el Zentralstadion de Leipzig, La Volpe le comunica que saldrá como titular en los octavos de final contra Argentina: «Juega como si estuvieras en el Jalisco con la camiseta del Atlas abajo». Estas palabras no pasan desapercibidas para el delantero Jared Borgetti, quien contradice al preparador argentino: «No, no. Él tiene 19 años y muchos quisieran estar en su lugar, que se dé cuenta, que valore dónde está. Que disfrute, pero con la responsabilidad que es estar en un Mundial». Guardado cuaja una gran actuación, aunque por desgracia se marcha lesionado en el ecuador de la segunda parte. Con empate en el marcador, el desenlace se dirime en la prórroga con una volea de Maxi Rodríguez que elimina a México (2-1).
Á.M.: Dos partidos saliendo desde el banquillo, te consagras como titular en Atlas y empiezas a ir con la selección. ¿Qué vio en ti Ricardo La Volpe para llevarte a un mundial siendo tan joven?
A.G.: El seleccionador, Ricardo La Volpe, había dirigido al Atlas, tenía su residencia en Guadalajara y venía a vernos jugar cada quince días. Tuve esa suerte de que él siempre estaba muy pendiente de nuestro equipo y necesitaban un jugador para la banda izquierda. Creo que esa cercanía de estar viéndome con frecuencia hizo que apostara por mí al gustarle cómo lo venía haciendo. Había debutado en agosto con Atlas y ya en diciembre tuve mi primera convocatoria con México.
Á.M.: ¿Cómo definirías a La Volpe y qué dirías que aportó a tu fútbol?
A.G.: Lo puedo describir como mi maestro, ¿no? Con él aprendí muchísimo. Afortunadamente, me agarró en una edad muy joven y cuando yo, en aquel momento, era una esponja. Él sabe mucho de fútbol. Se le critican mucho sus formas, porque son agresivas y te ponen al límite como persona. Ya no solo futbolísticamente, sino por cómo te habla, cómo te riñe, cómo te corrige… Y creo que me agarró en una edad en la que yo no podía ponerme al tú por tú, donde tenía que agachar la cabeza, trabajar y aprender para hacerlo mejor la próxima vez. Fue mi maestro en muchas cosas, hasta en tonterías como romper una pared. Aprendí muchísimo con él de aspectos tácticos que a uno de chavo le cuesta más.
Después del Mundial de Alemania, Andrés Guardado tuvo varias ofertas para emigrar a Europa, pero Atlas lo quiso retener una campaña más. El extremo hizo algunos partidos sobresalientes, como el que protagonizó en la tercera jornada del Torneo Apertura ante América. Aquel día, los rojinegros consiguieron la victoria en el Estadio Jalisco con un doblete suyo a su gran amigo Guillermo Ochoa (2-0). De hecho, guarda muy buen recuerdo de aquellos dos golazos, ambos convertidos mediante disparos desde fuera del área: «El segundo que le metí a Memo me encantó». Atlas accedió a las eliminatorias por el título como sexto clasificado y luego sería superado en los cuartos de final por América, contra el que Guardado volvió a apuntarse un tanto y, además, regaló otro (1-3 y 3-3). En el sucesivo Torneo Clausura, los zorros calcarían el mismo balance: sextos en liga, eliminados en cuartos por América y con el Principito firmando un gol y una asistencia (3-3 y 4-1). Por otro lado, la progresión de Andrés también continuó con la selección de México, jugando tanto la Copa de Oro como la Copa América y consagrándose como titular en el combinado nacional. El interés del Viejo Continente por la joven promesa azteca cada vez era más fuerte.
Á.M.: Además del Mundial 2006, un escaparate perfecto, ¿crees que las buenas actuaciones que luego tuviste frente al América fueron el desencadenante para que los clubes europeos apostaran por ti?
A.G.: Sí. Creo que llamé la atención en ese partido con Argentina en Alemania 2006, el único que jugué en ese mundial. Tenía 19 años y nadie lo esperaba. No hacía ni un año que había debutado y fue todo muy rápido. Los goles frente al América que vinieron después ayudaron a que los clubes europeos que ya me estaban viendo se acabaran por fijar en mí. En esos seis meses tras el Mundial me fue muy bien con Atlas: antes del América le marqué a Tecos en el partido anterior, nos metimos en la liguilla, que hacía tiempo que no entrábamos… Todo se dio muy bien para que, al verano siguiente, junto con la Copa América que jugué en Venezuela en 2007, ya tuviera ofertas formales y terminara en el Deportivo de La Coruña.
Julián Vélez
Á.M.: Además del Mundial 2006, un escaparate perfecto, ¿crees que las buenas actuaciones que luego tuviste frente al América fueron el desencadenante para que los clubes europeos apostaran por ti?
A.G.: Sí. Creo que llamé la atención en ese partido con Argentina en Alemania 2006, el único que jugué en ese mundial. Tenía 19 años y nadie lo esperaba. No hacía ni un año que había debutado y fue todo muy rápido. Los goles frente al América que vinieron después ayudaron a que los clubes europeos que ya me estaban viendo se acabaran por fijar en mí. En esos seis meses tras el Mundial me fue muy bien con Atlas: antes del América le marqué a Tecos en el partido anterior, nos metimos en la liguilla, que hacía tiempo que no entrábamos… Todo se dio muy bien para que, al verano siguiente, junto con la Copa América que jugué en Venezuela en 2007, ya tuviera ofertas formales y terminara en el Deportivo de La Coruña.
Las enseñanzas de sus primeros mentores y su rendimiento ascendente llevaron a Andrés Guardado a cruzar el charco en el verano de 2007. Tras unos días de negociaciones en los que parecía que su destino sería Eindhoven, en el último momento surgió el interés del RC Deportivo de La Coruña. «Estaban iniciando una reforma después del 2005, último año que se metieron en Champions. Venían del Súper Dépor y estaban cambiando muchos jugadores. Era un muy buen equipo, pero ya no era el mismo», cuenta Andrés, quien ante las dudas respecto a su futuro más inmediato optó por consultar la decisión con Rafa Márquez, compañero de selección y su gran ídolo profesional. Siguiendo su consejo, aceptó recalar en Riazor para cumplir uno de sus sueños: jugar en España. Con tanta juventud en la plantilla, apenas sufriría la transición al fútbol europeo; a decir verdad, aquello hasta le benefició: «Muy rápido me dieron un rol medio protagónico. Llegué como una promesa y Lotina, que era el entrenador, me dio mucha confianza y fui titular desde el primer momento. Y eso a cualquier chavo le da seguridad para sentirse importante».
Para muchos jugadores, portar un dorsal que lo acompañe durante toda su trayectoria es algo muy especial y significativo. Guardado es uno de ellos y el 18 ha sido su número casi desde sus inicios como profesional: «En Segunda División estaba registrado con el 38 y en primera ya debuté con el 17. En México fue una cosa del destino porque fui de rebote al Mundial de 2006, y el jugador que había tenido el 18 en el proceso eliminatorio se quedó fuera. Era el dorsal libre y fue el que me tocó. Me fue bien, me dio suerte y me lo quedé para siempre. El Dépor me vio en la Copa América con el 18 y cuando llegué ni me preguntaron, me lo dieron directamente». Sin duda, uno de los factores que marcaron sus años en La Coruña fue la presencia de Miguel Ángel Lotina. El técnico vasco le hizo la vida mucho más fácil, puesto que «intentaba tener lo mejor para el jugador y que se sintiera cómodo». «Yo que venía de México, si necesitaba comida, me la facilitaba, si necesitaba un dentista, igual… Su forma de gestionar un equipo es algo que el día que sea entrenador lo llevaré apuntado en mi cabeza para copiarle muchas cosas», desvela Andrés, dejando entrever sus futuras intenciones.
Además del buen ambiente que aportaban los jóvenes y la confianza que Lotina había depositado en Andrés, los veteranos también favorecieron a que el mexicano se sintiera plenamente integrado en el Deportivo: «Coincidí con jugadores que ya tenían experiencia y que me trataron muy bien como Valerón, Manuel Pablo, Sergio, Coloccini, Taborda, Aouate… Eso me ayudó mucho para adaptarme rápido a la liga española y a mi nueva vida». Desde la jornada 1 se hizo con un sitio en el once blanquiazul, disputando prácticamente cada uno de los minutos disponibles. En la tercera fecha vería puerta por primera vez en el duelo en casa frente al Real Betis, dándole el triunfo por la mínima al conjunto gallego (1-0). En total, su carta de presentación en Europa serían 5 goles y 3 asistencias. Quizás la mácula que le quede al deportivista fuera no haber podido disfrutar tanto de Guardado a causa de las lesiones: «Desafortunadamente, sufrí demasiado muscularmente el cambio físico de la liga mexicana a la española; me pasó factura y lo pasé mal». Tras una fenomenal primera vuelta, había sufrido una rotura de fibras que le hizo perderse trece partidos. En la siguiente campaña, que arrancó con el billete a la Copa de la UEFA vía Intertoto, superaría otra vez la decena de encuentros en la grada por la misma razón. Aun con ello, terminó la liga con 2 goles y 8 asistencias, dejando a su equipo cerca de repetir clasificación europea.
En su tercer curso en España, Andrés ya era uno de los pesos pesados en el Dépor y una de sus referencias en ataque. Asumió la responsabilidad de ejecutar no solo jugadas a balón parado, sino también lanzamientos de penalti. Después de una temporada en la que tuvo que volver a superar un par de lesiones, en el verano de 2010 acudiría a su segundo mundial consecutivo, esta vez en Sudáfrica. Con Javier Aguirre a los mandos de México, Guardado partió desde el banquillo en el encuentro inaugural contra los anfitriones. En el 55’ entraría al campo y a falta de diez para el final asistiría a Rafa Márquez para empatar (1-1). En la victoria ante Francia no disfrutó de minutos (0-2) y en el tercer choque, con Uruguay, el Vasco por fin lo alineó desde inicio. Luis Suárez marcó justo antes del descanso y la Celeste vencería por la mínima, dejando al Tricolor como segundo del grupo (0-1). En octavos de final, con el 18 también como titular, se repetiría la misma historia de cuatro años atrás frente a Argentina, que apeó nuevamente a los mexicanos del torneo (3-1). Finalizado el certamen mundialista, la aventura europea de Andrés iba a sufrir un duro revés.
En su tercer curso en España, Andrés ya era uno de los pesos pesados en el Dépor y una de sus referencias en ataque. Asumió la responsabilidad de ejecutar no solo jugadas a balón parado, sino también lanzamientos de penalti. Después de una temporada en la que tuvo que volver a superar un par de lesiones, en el verano de 2010 acudiría a su segundo mundial consecutivo, esta vez en Sudáfrica. Con Javier Aguirre a los mandos de México, Guardado partió desde el banquillo en el encuentro inaugural contra los anfitriones. En el 55’ entraría al campo y a falta de diez para el final asistiría a Rafa Márquez para empatar (1-1). En la victoria ante Francia no disfrutó de minutos (0-2) y en el tercer choque, con Uruguay, el Vasco por fin lo alineó desde inicio. Luis Suárez marcó justo antes del descanso y la Celeste vencería por la mínima, dejando al Tricolor como segundo del grupo (0-1). En octavos de final, con el 18 también como titular, se repetiría la misma historia de cuatro años atrás frente a Argentina, que apeó nuevamente a los mexicanos del torneo (3-1). Finalizado el certamen mundialista, la aventura europea de Andrés iba a sufrir un duro revés.
El Deportivo estuvo toda la liga 2010/11 coqueteando con la zona baja de la tabla y, finalmente, no conseguiría salvar la categoría. Andrés recuerda aquello con dolor, pues las lesiones le impidieron ayudar al equipo durante varios meses: «El año que descendimos apenas jugué al sufrir varias lesiones musculares muy fuertes, las recaídas… No pude dar lo mejor de mí». Como consecuencia, le tocaba enfrentarse a una situación completamente nueva para él y que le generó mucho desconcierto. Con una propuesta interesante para abandonar la entidad gallega y tras una conversación con el presidente Augusto César Lendoiro, decidió quedarse para devolver al club a la élite. Tenía una cuenta que saldar. Por otro lado, el deportivismo se uniría más que nunca. Al término de las vacaciones, más de 1 500 personas fueron a la Ciudad Deportiva de Abegondo para animar a los jugadores. Aquel Dépor contaría en Riazor con más de 24 000 abonados, superando incluso la cifra del año anterior. La afición también se volcaría con el equipo en los desplazamientos. A partir de diciembre, los de José Luis Oltra encadenaron nueve victorias consecutivas, con tres goles y una asistencia de Guardado en los cuatro primeros envites. En la penúltima jornada, después de remontar ante el Huesca (2-1), los coruñeses retornarían a Primera División logrando el récord histórico de puntos (91). En el plano personal, el azteca jugó 36 choques, con 11 goles y 10 asistencias, la mayor contribución ofensiva de su carrera.
Á.M.: Al igual que disfrutaste de buenos momentos en el Deportivo, también pasaste por el trance de sufrir un descenso. ¿Cómo lo viviste y qué te motivó a quedarte en Segunda División?
A.G: Me motivaban muchas cosas. Primero que cuando uno desciende se asusta y tiene esas dudas sobre hacia dónde ir. Me quedaba también un año de contrato, venía del Mundial de Sudáfrica y barajé mis opciones y las valoré. La verdad es que tuve pocas ofertas para salir del Deportivo. La única así realmente interesante era del Sporting de Lisboa. Hablé con Augusto César Lendoiro y me dijo: «Mira, Andrés, yo gano más si tú te quedas porque la cantidad de dinero que me va a dar el Sporting ya la debo. Entonces, no gano nada con eso y pierdo mucho si tú te vas, por lo que preferiría que te quedaras y nos ayudaras a ascender». Le dije que sin problema. Yo también me sentía en deuda con el equipo, así que decidí quedarme. Y la verdad es que fue un año espectacular, uno de los mejores de mi carrera en muchos aspectos.
«Me sentía en deuda con el Deportivo, así que decidí quedarme en Segunda División»
VALENCIA, LEVERKUSEN Y BRASIL
Tras cinco años en La Coruña, Andrés Guardado hizo las maletas y se marchó al Valencia CF. Creía que era el momento idóneo para cambiar de aires y seguir progresando como futbolista: «Era un salto que quería dar en mi carrera. Tenía la edad perfecta, 25 años ya. Quedaba libre y había tres ofertas: Atlético de Madrid, Sevilla y Valencia. En aquel entonces el Valencia llevaba tres años seguidos siendo tercero sobrado. Yo valoré eso y quería jugar Champions; era el sueño que tenía». Sin embargo, en su nuevo hogar se encontraría una realidad totalmente diferente a la que esperaba, con el club inmerso en un complicado proceso de venta. El cuadro che comenzó el campeonato con Mauricio Pellegrino de entrenador, pero no terminaba de arrancar y, en diciembre, Ernesto Valverde tomaría las riendas. La polivalencia del Principito se puso de manifiesto cuando el cacereño le planteó una nueva función en el equipo. «Mira Andrés, yo te veo, porque no tengo otro, jugando como lateral», le dijo el Txingurri, a lo que él respondió: «Míster, lo que usted me diga yo lo hago». A posteriori, piensa que retrasar su posición en el campo provocó que quizá no se valorara tanto el gran año que realizó. «La gente tiene el recuerdo de que en Valencia no me fue bien y no es así, jugué muchísimo —subraya—, pero al ser lateral me perdieron de vista; ya no era aquel que desbordaba, mandaba centros y marcaba goles. Sienten que fue un año malo para mí, pero fue espectacular». 36 titularidades, 1 gol, 5 asistencias y un quinto puesto en la liga corroboran sus palabras.
En la temporada 2013/14, Miroslav Djukic llegó al banquillo del Valencia y mantuvo a Guardado en la defensa. Antes de finalizar la primera vuelta, el serbio sería destituido y relevado por Juan Antonio Pizzi, que también seguiría confiando en Andrés. No obstante, el recién nombrado director deportivo, Rufete, prefirió apostar por el canterano Juan Bernat para esa demarcación y acordó la cesión del mexicano al Bayer Leverkusen. «Sí que es verdad que el hecho de jugar de lateral me estaba mermando mucho a nivel selección», de manera que la conversación que tuvo con Sami Hyypiä supuso un gran incentivo; el técnico finlandés iba a colocarlo como interior, más cerca de su posición natural. «Sentía que era mi oportunidad para ganarme un lugar en el Mundial y por eso me fui allá», asegura. Por desgracia, justo cuando se asentaba como titular se vio obligado a perderse el resto del campeonato. Su suerte no parecía haber cambiado respecto a las lesiones. Siempre ha sido un déficit durante su carrera deportiva, aunque con los años ha ido aprendiendo a gestionarlo cada vez mejor para ser capaz de superar las dificultades: «Uno cuando va creciendo también va cambiando sus hábitos. Hay que cuidarse en todos los aspectos, no solo cuando vienes a entrenar. Eso te lo da la experiencia y la madurez».
A pesar de que las lesiones lastraron su cesión al Bayer Leverkusen, el tiempo le acabó dando la razón a Guardado: finalmente, estaría en Brasil 2014 para apuntarse a la que sería su tercera presencia en la Copa del Mundo. En esta ocasión no jugaría por fuera al igual que venía haciendo durante todas sus intervenciones con México. El esquema sin extremos de Miguel Herrera lo llevó a situarse como interior zurdo y pasó a ser un fijo en cada una de sus alineaciones. El arranque fue positivo con un triunfo ante Camerún (1-0). En la segunda fecha, los aztecas lograron un resultado sin precedentes respecto a sus participaciones en el torneo: un empate contra Brasil dejando su portería imbatida (0-0). En el último encuentro del grupo tumbaron a Croacia, un enfrentamiento que significaba también el estreno de Andrés como goleador mundialista (0-3). Clasificándose en segundo lugar, el Tricolor se mediría en octavos con Países Bajos. Giovani dos Santos adelantó a los suyos en un buen partido por parte de los americanos, pero, ya en los compases finales, Wesley Sneijder y Klaas-Jan Huntelaar le darían la vuelta al marcador, este último convirtiendo un penalti muy discutible sobre Arjen Robben (2-1).
Á.M.: ¿Qué supuso para ti trabajar a las órdenes de un técnico tan importante dentro del fútbol mexicano como Miguel Herrera?
A.G.: Es un entrenador que ha entendido muy bien que la cancha no está peleada con el vestidor, ¿no? Él trabaja muy bien tácticamente, pero el vestidor tiene que estar muy bien para que resulte lo de la cancha. Lo combina perfectamente en ese sentido. Es un entrenador que te exige muchísimo, que es muy pasional, pero que les da una gran importancia a tus necesidades como grupo: si estábamos cansados, si necesitábamos una tarde libre, si echábamos en falta estar con la familia, si nos venía bien bebernos una cerveza o una copita de vino en una cena… sabía cuándo hacerlo y cuándo no. Eso yo creo que lo llevó a estar lo más cerca que hemos estado en los últimos cuatro mundiales de romper esa barrera del quinto partido.
Á.M.: ¿El Mundial de Brasil fue un punto de inflexión en tu carrera? Recuerdo que cambiaste de demarcación y empezaste a jugar de interior.
A.G.: Sí, empiezo a jugar más de interior. Jugábamos en 5-3-2 y yo jugaba de interior por la izquierda. La verdad es que fue un torneo muy bueno para México en muchos aspectos. Desafortunadamente, a nivel de resultado nos quedamos en octavos, igual que en los anteriores, pero creo que dimos muy buena imagen. Le empatamos a Brasil en su mundial, le ganamos a Croacia muy bien, pasándole por encima, y estuvimos a nada de meternos en esos ansiados cuartos de final, pero perdimos contra Holanda, que nos eliminó en el último minuto con aquel penalti famoso. A nivel personal, fue un mundial en el que yo sentía que tenía otro peso y otra responsabilidad, más madurez, y sí que fue un punto de inflexión en mi carrera.
El buen hacer en la Copa del Mundo de Brasil le había dado a Guardado mucha moral para afrontar con energías el nuevo contexto que envolvía al Valencia: «Venía muy motivado, estaba Nuno y yo seguía perteneciendo al club. Sentía que iba a ser mi año. En el Mundial demostré que podía jugar de interior, así que hablé con el míster y le dije que esa era mi posición, que quería competir ahí y podía ser útil». En su regreso a la capital del Turia realizó una pretemporada interesante, ganando la Emirates Cup tras empatar contra el Mónaco y vencer al Benfica, con gol suyo incluido. «Todo iba muy bien y, de repente, llegaron muchos refuerzos como João Cancelo, André Gomes, Enzo Pérez…» y de la noche a la mañana dejó de entrar ni siquiera en las convocatorias, quedándose fuera del partido contra el Milan en el Trofeo Naranja. Entonces se replanteó el panorama que tenía ante sí y conversó con el entrenador para aclarar su posición en el equipo: «Nuno, esto me parece un poco extraño. Sé sincero conmigo y no pasa nada, me busco otro camino —le comentó al portugués—, y me dijo que iba a contar con los refuerzos que habían llegado». En ese instante supo que le tocaba buscarse un nuevo destino.
En 2007, antes de que el Deportivo de La Coruña se hiciera con sus servicios, Andrés Guardado ya había estado cerca de recalar en el PSV Eindhoven; siete años más tarde, los neerlandeses llamarían de nuevo a su puerta. En un principio, el futbolista había aparcado la propuesta porque estaba muy comprometido con el Valencia, pero, después de la charla con Nuno, le pidió a su representante que contactara con el club de Philips: «Habló con ellos y dijeron que seguían interesados. Ya iban por la tercera jornada porque se hizo todo al final. Fue la mejor decisión que pude haber tomado en ese momento de mi carrera». Así pues, se convertiría en el tercer mexicano en la historia del PSV tras Carlos Salcido y Francisco ‘Maza’ Rodríguez, el sexto si nos referimos a Eredivisie. En Eindhoven no solamente asumiría galones dentro y fuera del campo, sino que se descubriría como pivote gracias a su nuevo entrenador: Phillip Cocu. «Fue el que me dio la confianza para ser el jugador que soy ahora —afirma muy convencido—. Jamás me imaginé que iba a terminar jugando de pivote y él fue el que me lo vio para poder alargarme mi carrera. Si me hubiera mantenido por la izquierda, estaría en otro lugar. Estoy segurísimo. Gracias a lo que viví con él he podido mantenerme activo al alto nivel».
En Países Bajos, Andrés recuperó las ganas de jugar al fútbol y el prestigio que sentía que había perdido. Aunque llegó en calidad de cedido y pertenecía al Valencia, ello no fue óbice para que desempeñara un papel decisivo, aportando jerarquía a un PSV donde había jugadores como Santiago Arias, Jeffrey Bruma, Adam Maher, Gini Wijnaldum, Luuk de Jong o Memphis Depay. Tal era su liderazgo dentro del vestuario que, en la última fecha de la fase de grupos de Europa League, contra el Dinamo de Moscú, portó el brazalete de capitán pese a llevar tres meses en el equipo. Aún más significativo sería el 15 de marzo de 2015. Antes del partido con el Groningen, la hinchada del Philips Stadion exhibió un mosaico en su grada de animación con la bandera de México y un mensaje: «Nuestra águila de oro es mexicana. Tiene que estar en el PSV Eindhoven. Nuestra casa es tu casa, Andrés». No es de extrañar que Guardado se emocione al recordar esta etapa: «El PSV me ha dado gran parte de todo lo que soy». Los rojiblancos dominaron con autoridad la Eredivisie y fueron campeones tan sobradamente que batieron su propio récord histórico de puntos (88); por tanto, el club no dudó en ejecutar la opción de compra para que el Principito continuase en Eindhoven. Su excelente estado de forma se vio igualmente reflejado con la selección. En la Copa Oro 2015, capitaneó a México y realizó un torneo sensacional con 6 tantos y 2 asistencias, incluyendo el gol que abrió el marcador ante Jamaica en la final, donde fue el MVP y el encargado de levantar el trofeo (1-3).
«El PSV me ha dado gran parte de todo lo que soy»
Á.M.: A simple vista, México y Países Bajos son lugares muy diferentes. ¿Por qué crees que es una liga que apuesta tanto por el futbolista mexicano y por qué piensas que conectó tan bien contigo la hinchada del PSV?
A.G.: Creo que como es un fútbol muy formador, que saca jugadores con muchísimo talento —que no sé de dónde lo hacen porque tienen un país muy chiquito—, saben trabajar muy bien con el joven; sus entrenadores y su cultura en general ayudan en lo que se necesite. Entonces, como mexicano llegué ahí y, entre la jerarquía que yo tenía ya en ese momento al haber jugado tres mundiales y que tuvieran un equipo tan joven fue como: queremos aprender de ti y tu experiencia, de lo que has traído de España, de tu selección… Te hacen sentir muy cómodo más allá del idioma. No es como algunos países en los que, si no hablas el idioma, no tratan de ayudarte. Ahí era todo lo contrario. En vez de yo aprender holandés, ellos aprendían español; era muy muy curioso. Eso para el día a día y para mi familia nos ayudó mucho a sentirnos en casa rápidamente y a enamorarnos de Eindhoven. Hoy en día, con cada oportunidad que tengo voy para allí, visito amigos, voy al club a ver a su gente… porque la verdad es que les tengo un cariño muy especial. Hasta mi hijo Máximo nació ahí. Es de esos equipos que te marcan para toda la vida.
Las siguientes temporadas en el PSV también serían muy positivas para Andrés. En la 2015/16, se alzó con la Supercopa Johan Cruyff y revalidó el título de campeón en la Eredivisie disputando 25 partidos con 1 gol y 11 asistencias, a lo que sumó actuaciones notables en la Liga de Campeones. En la 2016/17, conquistó otra Supercopa y mantuvo sus buenas cifras estadísticas, aunque los de Eindhoven se estancaron en la tercera posición liguera. Después de tres años, el centrocampista pensaba en emprender un nuevo reto, pero otro giro de los acontecimientos volvió a llevarlo a un lugar diferente del que había previsto. «Lo tenía ya prácticamente cerrado para irme a Los Ángeles de la MLS, y cuando apareció el Betis detuve todo porque sentía una espinita con la liga española —confiesa el mexicano, que necesitaba demostrar que podía seguir rindiendo para triunfar al más alto nivel competitivo—. En México somos muy críticos y esos tres años espectaculares que tuve en el PSV me los reconocen, pero decían: es Holanda, no es una de las grandes ligas de Europa. A mí eso me picaba y por eso al final decidí venir al Betis».
HELIÓPOLIS: AVENTURA PASIONAL
Nada más aterrizar en el Real Betis Balompié, Andrés Guardado quedó prendado del profundo sentimiento que tienen los seguidores verdiblancos a sus colores: «Cuando en México me preguntan por el Betis, yo les digo que es el Atlas de España; tal cual, ¿sabes? Porque no es un equipo tan ganador, más allá de que haya ganado una liga y ahora tres Copas del Rey. No entiendes por qué en las calles y en España en general hay ese amor y esa pasión por el club. Para explicarte qué es el Betis tienes que vivirlo porque no sabría explicarte lo que significa ser bético, ni lo que significa para la gente su equipo». A su llegada, no solo le sorprendió el Betis, sino también la ciudad de Sevilla. En Eindhoven, con más de la mitad del año sin ver el sol y con continuas lluvias y nevadas, apenas podía darse un paseo con su hijo. Sin embargo, en el clima del sur de Andalucía pudo cambiar por completo su estilo de vida. «Al final, son detalles tontos que te hacen el día a día más llevadero. Encima creo que, para el que tiene la fortuna de conocerla, Sevilla es espectacular: el centro es precioso, la catedral, el río, Triana… Es una ciudad muy española. A la gente de aquí les digo que son los mexicanos de Europa, porque son muy felices, bromistas, abiertos y extrovertidos». Por ello, tanto el Betis como la capital hispalense supusieron un antes y un después en su carrera.
La incorporación de Andrés Guardado al Real Betis había sido una petición expresa de Quique Setién. La conexión entre ambos le proporcionó mucha tranquilidad para recalar en las filas verdiblancas. Y la elección no pudo ser mejor, dado que su idea de fútbol le hizo sentirse muy a gusto en el campo, destacando «su estilo de juego y la manera de plantear los partidos. Quique puede tener muchos defectos, pero como jugador uno lo que quiere es tener la pelota y con él la teníamos casi siempre, y eso lo disfrutas mucho». Al igual que Guardado le profesa elogios a Setién, el técnico cántabro quiso resaltar la importancia del futbolista azteca en unas declaraciones recogidas en ABC de Sevilla: «Es un tío honrado, trabajador, que no tiene ni frío ni calor. Con independencia del tipo de partido siempre sale al campo, da el máximo, se entrega. Tiene capacidad para muchas cosas y la inteligencia necesaria para sacar el máximo rendimiento a sus condiciones». En su primer año, Andrés anotó 2 goles y repartió 8 asistencias en 29 partidos. El Betis pasó a ser uno de los equipos más atractivos de ver en toda Europa y acabó sexto en la tabla de liga, regresando a las competiciones europeas tras un lustro.
Á.M.: Viniendo del fútbol neerlandés, ¿te fue más fácil adaptarte a ese estilo tan marcado que propone Quique Setién?
A.G.: Me ayudó mucho el venir ya de un estilo muy parecido. Philipp, al igual que Quique, quería jugar bien al fútbol, salir con la pelota dominada desde atrás, tener muchas variantes y mucha posesión… Creo que también por eso se interesó Quique en mí. De hecho, cuando hablé con él, me dijo literal: «Mira, Andrés, yo lo que quiero es que seas el jugador que me dé esa conexión entre la salida de balón y los pases en profundidad. Sé que eres un jugador que trabaja muchísimo y eso es lo que busco». Entonces, yo creo que, si no hubiera estado en un equipo como el PSV, a lo mejor Quique ni se hubiera fijado en mí.
Á.M.: ¿Cómo resultó esa relación entre ambos?
A.G.: ¡Puf! Si Daniel Guzmán es como mi padre futbolístico, Quique es como mi abuelo, con todo el respeto para él [risas]. Lo quiero mucho porque me hizo disfrutar en la cancha. Ha sido con el único técnico que he ido al Bernabéu y me he sentido superior a los de blanco, ¿sabes? Y les podía ganar con mi futbol. Eso tiene un mérito en el futbol de hoy en día que no se valora lo suficiente. Pocos equipos pueden presumir de ganarle al Real Madrid en su campo dos años consecutivos. Quique puede tener muchos defectos, en muchos sentidos, pero como él nos hizo jugar en esos dos años creo que difícilmente se vaya a volver a ver no solo en el Betis, sino en muchos equipos del nivel del que hablamos.
La Copa del Mundo de Rusia 2018 sería la cuarta para Guardado. Seguramente, aquella fuera una de las ediciones a las que mejor plantel ha llevado la selección de México: «Para mí es el mejor que me ha tocado porque todos estábamos en una edad óptima. Había mezcla de juventud y experiencia muy buena, pero la experiencia no era tanta a excepción de Rafa. La mayoría teníamos entre 25 y 31 años: Vela, Gio, Chicharito, Moreno, Herrera, Layún, Ochoa, yo… luego venía gente como el Chucky, que era más chico. Memo y yo éramos de una generación a la que nos había tocado estar en otro mundial más aparte de ellos y teníamos esa responsabilidad y esa batuta de guiarlos, mantener la calma y apretar cuando se necesita para poder cumplir por fin lo que pretendíamos». En el primer partido contra Alemania, vigente campeona del mundo, México vencería con un gol del ‘Chucky’ Lozano (0-1 ). Para la historia quedará el minuto 74, cuando Andrés Guardado dejaba su lugar en la cancha y le entregaba el gafete de capitán a Rafa Márquez, que saltaba al césped a comparecer en su quinta cita mundialista; desde luego, aquel era «uno de esos momentos que con los que te recompensa el fútbol por todo el esfuerzo que has hecho desde chiquito y que se va a quedar para toda la vida». El Tri también superaría a Corea del Sur (1-2), pero la derrota a manos de Suecia volvió a mandarlo al segundo puesto del grupo (0-3). En octavos de final, Brasil apenas les concedió opciones (2-0), por lo que se quedarían una vez más sin ese ansiado quinto partido que se les resiste desde 1986. «Fue una oportunidad que dejamos escapar muy grande, la verdad», lamenta Andrés.
El curso 2018/19 se antojaba ilusionante. Andrés ejercería la capitanía del Real Betis hasta en dieciséis ocasiones, aunque los verdiblancos dijeron adiós antes de lo previsto en la Europa League y bajaron a la décima posición de liga. La nota más reseñable residió en la Copa del Rey, donde alcanzaron semifinales, y en sus visitas a los dos grandes del fútbol español, pues protagonizaron triunfos muy meritorios en el Camp Nou (3-4) y en el Santiago Bernabéu (0-2). A nivel de selección, el mexicano se alzó con la Copa de Oro 2019 tras imponerse en la final a Estados Unidos (1-0). En su regreso al Betis, la salida de Quique Setién daría paso a un año muy flojo tanto en el plano individual como en el colectivo, de ahí que el club decidiera contratar a Manuel Pellegrini, quien para Andrés tiene bien catalogados sus estudios de ingeniero: «Es muy inteligente. Distingue cuando un jugador no está bien y tiene que meter a otro, cuando toca rotar o cuando hay que hacer un trabajo de recuperación. Su gran virtud es saber qué hacer en cada momento. Son decisiones de intuición y no es casualidad. No es una virtud que trabajas, es algo que traes de nacimiento, y él la tiene». La intención era recuperar el dominio de los partidos con el balón y los resultados fueron inmediatos. El chileno recuperó la mejor versión de los heliopolitanos y añadió solidez a su defensa, lo que se tradujo en una sexta posición que daba acceso a competiciones europeas.
Olga Maltseva – David S. Bustamante – Álex Caparrós
Olga Maltseva – David S. Bustamante – Álex Caparrós
El fútbol de Guardado en el Betis ha ido mutando con el transcurso de las temporadas. Al principio con Quique «jugaba un poco más con esa conexión entre la salida y los delanteros», siendo un centrocampista con más llegada al área contraria y sobresaliendo por su último pase. «Luego, Canales se convirtió en ese jugador que yo fui el primer año. De hecho, mis goles eran de penal y de falta, hasta que Sergio y Nabil empezaron a tomar esa responsabilidad», explica. Con la llegada de sus compañeros, su rol fue cambiando para ofrecer más equilibrio, intensidad y garra, unidos a la experiencia de toda su trayectoria: «A diferencia de otros años, ya no soy tan pasador, sino más de apagar fuegos, por así decirlo, y la verdad es que me gusta que mis compañeros se sientan tranquilos cuando estoy, que sepan lo que aporto más allá de mi edad y me den ese valor». En su quinta campaña en las filas verdiblancas, el Betis no solo subió hasta el quinto puesto de liga, sino que, además, saborearía las mieles de la victoria al proclamarse campeón de la Copa del Rey diecisiete años después. Lo hizo en Sevilla, en el Estadio de La Cartuja y en un duelo frente al Valencia que, tras los goles marcados por Borja Iglesias y Hugo Duro, se resolvió desde los once metros (1-1; 5-4).
Á.M.: Después de una larga trayectoria en España sin haber podido levantar un título, ¿qué ha significado para ti ganar la Copa del Rey con el Betis? Imagino que es el penalti más importante que has lanzado.
A.G: Para mí es lo mejor que me ha pasado en el futbol. Esa sensación de ganar algo en una liga tan importante como la española, en un equipo como el Betis, lo pongo al nivel de haber ganado una liga, porque desgraciadamente en el futbol solo unos cuantos pueden ganar y todos los demás hasta donde alcancen, ¿no? Si te da para meterte en Europa o para salvarte, pues es lo que te llevas. Pero ganar un trofeo de verdad, ¡puf!, parece casi imposible. Entonces, al ganar la Copa del Rey con el Betis, con lo que significa el Betis y lo que ha sufrido en los últimos años, percibes otra cosa. El Betis como estructura, como institución, ha ido creciendo año tras año. Ya no es como hace cinco años que llegué; el mismo gimnasio era otro, el vestidor era otro, la ciudad deportiva ha cambiado muchísimo, el comedor… Ser parte de esto y combinarlo con un título es algo que siento que va a quedar para la historia. Nosotros llegamos aquí y había puras fotos por todos lados de los campeones de 2005. Parece una tontería, pero los chavos que vengan más adelante te verán ahí y cuando hablen de la tercera Copa del Rey estará tu nombre ahí. Es algo que para mí significa mucho.
«Ganar la Copa del Rey con el Betis es lo mejor que me ha pasado en el fútbol»
Recién iniciada su sexta campaña en el Real Betis, a Andrés Guardado se le presenta la posibilidad de entrar en el selecto grupo de futbolistas que han disputado cinco mundiales. De nuevo alberga la esperanza de alcanzar los cuartos de final, pero tampoco quiere que dicho objetivo sea una obsesión para México: «Siento que mientras más lo dices, menos lo vas a cumplir. Creo que en este mundial vamos más de tapados porque, desgraciadamente para nosotros, hay mucha crítica alrededor. Obviamente, en la cancha lo que se ha visto no ha convencido a la gente para ilusionarse. Pero siento que así es cuando pasan las cosas, cuando internamente te unes, te haces fuerte y tiendes a hacer tu capsulita como equipo». Además de tener el reto del quinto partido entre ceja y ceja, es consciente de que su retirada del Tricolor está próxima y que en Catar será la última vez que defienda la camiseta de su país. «Juego el Mundial y mi participación en selección se acaba. Es mi último sueño y no lo veo como que quiero jugar cinco mundiales, sino como mi última oportunidad para conseguir algo para mi selección —revela categóricamente—. Mucha gente piensa que voy por la estadística y no, sigo en España porque quiero, después de tantos años, irme de la selección tranquilo, pensando que lo di todo y ser parte de ese paso que siempre se nos ha atragantado. Quiero ir y ser una pieza importante para ayudar a mi selección a poder cumplir ese objetivo».
En 2009, Rafa Márquez invitó a su amigo Andrés Guardado a un evento de su fundación en Estados Unidos. En ese momento, al 18 le entró la inquietud de crear su propio programa solidario al igual que su compatriota, al que siempre pone de ejemplo. «El día que yo pueda y tenga las virtudes y las maneras para hacer una fundación y ayudar a la gente, lo voy a hacer», se dijo por entonces. Cinco años después de aquella visita, la Fundación Andrés Guardado vio la luz con el objetivo de contribuir al desarrollo integral de niños, niñas y adolescentes que viven en casas hogar, mediante la generación de espacios dignos y adecuados para la construcción de un proyecto de vida en igualdad de oportunidades. La idea era ser una organización referente en Jalisco, contando con un modelo de desarrollo integral de la infancia y la adolescencia que sería llevado a cabo por el mejor talento profesional y con un alto espíritu humano, que complementa dichas actividades de asistencia social. «Cuando conocí a mi mujer, ella se hizo cargo y la verdad es que ha sido una de las cosas que más orgullo me han dado. Cuando ayudas a una persona y ves los resultados, es mucho mejor que hacer 200 goles en una final».
«Cuando ayudas a una persona y ves los resultados, es mucho mejor que hacer 200 goles en una final»
Un 20 de agosto de 2005, Andrés Guardado hacía su debut como profesional en Atlas. El joven mexicano se dio a conocer en su país, con una aventura mundialista de por medio, y se unió al Deportivo de La Coruña con el objetivo de triunfar en Europa. Cinco años en Galicia le bastaron para consagrarse y firmar por un Valencia que le ofrecía otro sueño: jugar la Champions League. En la entidad che primero se reinventó a lateral y luego se quedaría fuera del once, así que se fue cedido a Leverkusen para poder acudir a Brasil 2014, donde recobraría la confianza en su juego. Sin embargo, en su vuelta vivió un verano convulso hasta que decidió atender la llamada del PSV, el club que ya se había interesado por él siete años atrás. Esta vez sí conocería Eindhoven, una ciudad en la que encontró un hogar. Después de tres años en Países Bajos y fruto de su cambio de posición a pivote, una conversación con Quique Setién frenó su marcha a la MLS para probar fortuna nuevamente en España con el Real Betis. Andrés quería demostrar que podía rendir al más alto nivel y lo logró conquistando una Copa del Rey con el conjunto verdiblanco. Tras una extensa trayectoria en el mundo del balompié, el chico al que apodaban el Principito se ha convertido en capitán azteca, destacando por ser un ejemplo de esfuerzo y superación para las nuevas generaciones. En esta etapa de su carrera, los momentos cotidianos son los que más le hacen disfrutar cada día de esta bendita profesión.
Á.M.: En este punto de tu carrera, ¿qué es lo que más te emociona del fútbol?
A.G.: El día a día. A mí lo que más me emociona es venir aquí con mis compañeros: compartir tiempo con los fisios, pegarles gritos, hacerles bromas y todo lo que hay dentro de un vestuario. Eso a mí me encanta. Siento que es lo que más voy a extrañar; como sé que me queda poco, lo disfruto más. Entonces vengo, abrazo a todo el mundo, les doy collejas a todos… Realmente lo estoy viviendo como si este día no lo volviera a vivir nunca más. Creo que lo que más valoro ahora es mi día a día en los entrenamientos, en el campo, con el grupo, una charla en una camilla con otro compañero o con el fisio… Todo eso me motiva y me gusta.