El fútbol depara a veces situaciones inusuales: campeones inesperados, jugadores desconocidos convertidos en estrellas y otros casi retirados que gozan de una segunda juventud. El papel del Once Caldas en la Copa Libertadores de 2004 es cuanto menos para recordar. No solo superó a cada uno de los favoritos en las eliminatorias, sino que, además, venció a un gigante de América en la final. Esta es la historia del sueño vivido por el equipo blanco de Manizales, un sueño que se hizo realidad y cambió las vidas de sus protagonistas para siempre.
TEXTO:
JULIÁN VÉLEZ
ILUSTRACIÓN:
DIEGO URIBE
M
anizales es una ciudad particular de Colombia. El café es el producto insignia en esta zona lluviosa y fría ubicada en medio de la cordillera central de los Andes. El reinado de los pasodobles y la fuerte influencia de los conquistadores españoles marcan el carácter cultural de esta bella tierra. Fue allí, en abril de 1947, donde nació el Deportes Caldas. La historia del Blanco Blanco siempre ha sido la de un club modesto. Para hablar de su primer título habría que remontarse al equipo de mediados del siglo XX, popularmente conocido como el Relojito Cuezzo en honor al gran Alfredo Cuezzo —que bien merece otro reportaje aparte—. Este argentino llegó al país a finales de la década de los años treinta como jugador del CD Municipal, y ya como director técnico dirigió al Deportes Caldas durante toda la década de los cincuenta. El conjunto albo, que contaba con jugadores tan determinantes como el también argentino Julio ‘Stuka’ Ávila, finalizó el Campeonato colombiano de 1950 en primer lugar, ganando una liga en la que habían mantenido un pulso constante por el liderato con el Deportivo Cali y sobre todo el histórico Ballet Azul de Millonarios, compuesto por superestrellas de la época como Néstor Raúl Rossi o Alfredo Di Stéfano. Toda una proeza.
Para la temporada de 1951, Deportes Caldas defendía el título liguero. Sin embargo, sufrió más de lo previsto debido a los cambios en la plantilla, la salida de sus principales figuras y la entrada de jugadores que no dieron el rendimiento que se esperaba de ellos. Al final, los caldenses acabaron en décima posición con 34 puntos, con hasta 26 de desventaja respecto al flamante campeón que sería Millonarios. En 1952, Deportes Caldas decidió fusionarse con el otro club de fútbol de Manizales, Once Deportivo, formando el Deportivo Manizales, que apenas contó un año de vida. En 1954, se creó otro nuevo equipo para representar a la ciudad llamado Atlético Manizales, pero tras cuatro temporadas también puso fin a su existencia. Un año más tarde de su desaparición, en 1959, Carlos Gómez Escobar y Eduardo Gómez Arrubla pretenden recuperar el espíritu tanto de Deportes Caldas como de Once Deportivo. Gracias a la intermediación de Hernán Bueno Ramírez se tomó una parte de cada uno de ellos y de esta forma nació una nueva institución que sería bautizada con el nombre de Corporación Deportiva Once Caldas.
Tras la consecución del Campeonato colombiano de 1950, tendría que pasar más de medio siglo para poder volver a ver a un club de fútbol de Manizales levantar un trofeo. Ya en el año 1998, Once Caldas firmó una campaña memorable al terminar como subcampeón de liga. Por tanto, calificó por primera vez a la Copa Libertadores de América, ofreciendo un rendimiento más que digno como local contra Vélez Sarsfield, Deportivo Cali y River Plate. El escaparate internacional resultó bastante propicio para que el Real Madrid se fijara en Edwin Congo, uno de los jóvenes más prometedores de los manizaleños. Los madridistas pagaron más de 800 millones de pesetas a cambio del delantero, lo que supuso entonces la segunda venta más cara de un futbolista colombiano en la historia. Aquella venta mejoró notablemente la situación económica del club. A nivel nacional, en los años posteriores se afianzó en la primera mitad de la clasificación, levantando incluso el Torneo Finalización de 2001, pero una vez llegados los cuadrangulares, no alcanzó la final por el título. En su segunda participación en Copa Libertadores, se quedó únicamente a un punto de pasar el que, posiblemente, era el grupo más duro, con Olimpia, Universidad Católica y Flamengo. Aun así, de nuevo fue capaz de transformar el Estadio Palogrande en un fortín inexpugnable, doblegando a todos sus rivales y acumulando una racha de seis encuentros invictos a nivel continental.
En el año 2003, el presidente de Once Caldas, Jairo Quintero, decide contratar a Luis Fernando Montoya. El técnico nacido en Caldas había entrenado a diferentes selecciones de Antioquia y a las divisiones inferiores de Atlético Nacional, dirigiendo también al primer equipo y logrando el subcampeonato en el 2002. Una persona tranquila, discreta, generosa y con un planteamiento futbolístico muy bien definido; el entrenador ideal para el club. Buen ejemplo de ello es la anécdota que deja durante una sesión de entrenamiento en la que Néstor Mario Marín, preparador de porteros del equipo, no para de gritar a los jugadores desde un lado del campo y casi pierde la paciencia por completo. El Profe se acerca hasta Marín y entonces le dice: «Las cosas no se dan cuando uno quiere, sino poco a poco; no se desespere». En cuanto a la nómina de futbolistas, el volante ofensivo Arnulfo Valentierra —uno de los centrocampistas con más clase que ha visto el fútbol colombiano— regresa tras su paso por América de Cali, mientras que también llegan como refuerzos el defensa Samuel Vanegas (Atlético Nacional) y los delanteros Luis Eduardo Lara (Deportes Quindío) y Jefrey Díaz (Santa Fe).
«Las cosas no se dan cuando uno quiere, sino poco a poco; no se desespere»
LUIS FERNANDO MONTOYA
«Las cosas no se dan cuando uno quiere, sino poco a poco;
no se desespere»
LUIS FERNANDO MONTOYA
Luis Fernando Montoya configura una escuadra muy competitiva y dominante que apenas concede tregua a sus rivales. Una de sus decisiones más notorias consiste en cambiar la demarcación de Jhon Viáfara, que viene actuando como defensa central y pasa a ser uno de los baluartes en la posición de mediocentro. En ataque, el factor diferencial corre a cargo de Arnulfo Valentierra, quien acaba el campeonato como el máximo artillero nacional con 13 goles. Once Caldas amarra el primer puesto en el Torneo Apertura de 2003 con 35 puntos, seguido otra vez, curiosamente, por Millonarios FC. Después de la fase de liga regular, se componen dos grupos con los ocho primeros equipos de la tabla de clasificación para disputar los play-offs por el título. Once Caldas integra el cuadrangular junto a América de Cali, Deportivo Cali y Unión Magdalena. El primer envite se traduce en una victoria convincente de los blancos frente a América de Cali (1-3), al que no ganaban en el Estadio Olímpico Pascual Guerrero desde hacía veintiséis años. En la segunda fecha vencen con bastante autoridad a Unión Magdalena (4-0) y en la tercera lo hacen en la cancha de Deportivo Cali (0-3). Luego igualan ante estos dos últimos con un resultado idéntico (1-1) y en la última jornada del grupo vuelven a doblegar a América (2-0), clasificándose así para la final del campeonato en la que espera ya Junior de Barranquilla.
El partido de ida de la final, celebrado en el Estadio Metropolitano Roberto Meléndez, se salda con empate gracias a la buena defensa visitante (0-0). El 8 de junio se disputa la vuelta en un Estadio Palogrande que está totalmente abarrotado desde bien temprano. En este punto hay que hablar de Sergio Galván. El delantero argentino había aterrizado en Caldas en 1996 para convertirse no solamente en el máximo anotador histórico del club, sino también del Campeonato colombiano con sus 224 goles, superando, precisamente, al barranquillero Iván René Valenciano. Faltando poco más de un cuarto de hora para la conclusión del choque, Galván marca el tanto más especial en toda su carrera: una buena jugada combinativa al borde del área rival se resuelve con un zurdazo cruzado del Rey del gol que decide la final a favor de los caldenses (1-0). De esta manera, el Blanco de Manizales se proclama campeón tras cincuenta y tres años de sequía, llevando a sus vitrinas la segunda estrella de su historia. Pese a que el éxito se trunca en el Torneo Finalización con un decepcionante decimocuarto puesto, el título del Apertura le da acceso directo para disputar la Copa Libertadores 2004.
COPA LIBERTADORES 2004
Ya con la clasificación directa en el bolsillo, los componentes del Once Caldas se marchan a las vacaciones de Navidad sin ni siquiera imaginarse la aventura que están a punto de vivir en esos 14 partidos que disputarán durante unos cuatro meses y medio. Al inicio de temporada, empiezan a surgir rumores sobre la más que posible salida de su referente ofensivo, Sergio Galván. A pesar de ello, tienen un grupo bien compaginado entre el tesón de los veteranos y el hambre de los jóvenes. En el plantel están como porteros Juan Carlos Henao, Juan Carlos González y Rolando Ramírez; como defensas Mauricio Casierra, Edgar Cataño, Edwin García, Alexis Henríquez, Wilmer Ortegón y Samuel Vanegas; como centrocampistas Diego Arango, Javier Araújo, Germán Casas, César Hernández, Edwin Móvil, Raúl Marín, Elkin Soto, Arnulfo Valentierra, Rubén Velásquez y Jhon Viáfara; y como delanteros Jorge Agudelo, Jefrey Díaz, Sergio Galván y Dayro Moreno. A todos ellos se sumarán los fichajes del lateral diestro Miguel Rojas (Atlético Huila), el mediapunta paraguayo nacionalizado argentino Jonathan Fabbro (Boca Juniors) y el delantero Herly Alcázar (Centauros Villavicencio).
El director técnico del Once Caldas, Luis Fernando Montoya, plantea un sistema compacto que ofrece varias soluciones ofensivas. Así, va mutando la alineación titular y el esquema de juego según las necesidades del equipo. Aunque nunca se limita a un dibujo fijo, normalmente alterna el 4-3-2-1 con el 4-3-1-2: Juan Carlos Henao es indiscutible bajo el arco; en defensa apuesta por una línea de cuatro con dos centrales altos y aguerridos como son Samuel Vanegas y Edgar Cataño y laterales muy fiables en el repliegue como Miguel Rojas y Edwin García; en el centro del campo suele formar con un trivote compuesto por Diego Arango, Jhon Viáfara y Elkin Soto; y en el ataque o bien juega con doble enganche, en el que actúan Arnulfo Valentierra y Jonathan Fabbro, o bien con dos puntas más puros como Sergio Galván y Herly Alcázar.
«No teníamos nada que perder y sí mucho que ganar»
JHON VIÁFARA
«No teníamos nada que perder y sí mucho que ganar»
JHON VIÁFARA
«Éramos un equipo humilde y todos lo sabíamos. Nadie apostaba por nosotros. Pero en el interior de cada uno de nosotros sabíamos que no íbamos a regalar nada a nadie e íbamos a luchar. No teníamos nada que perder y sí mucho que ganar», recordaría Jhon Viáfara, una de las grandes revelaciones en aquella Copa Libertadores. Once Caldas forma parte del Grupo 2 con Unión Atlético Maracaibo, Centro Atlético Fénix y Vélez Sarsfield. El torneo no puede arrancar de mejor manera para los de Manizales, que tumban en casa a Fénix con un doblete de Arnulfo Valentierra —con esa técnica tan peculiar de cobrar los penales— y otro tanto de Jefrey Díaz (3-0). En la siguiente fecha viajan a Venezuela para enfrentarse al UAM que lideran, entre otros, Rafael Dudamel, Leopoldo Jiménez o Cristian Cásseres. Los colombianos se acabarán imponiendo con un gol de Jonathan Fabbro en los primeros compases del partido y otro de Sergio Galván muy al final del mismo (1-2). En la tercera jornada, visitan el Estadio José Amalfitani para medirse con el Vélez Sarsfield de José Luis Chilavert, Leandro Somoza, Pato Pérez, Fabián Cubero, Rolando Zárate… Al principio, casi nadie cree lo más mínimo en las posibilidades del Tricolor. Tanto es así que, al llegar a Buenos Aires, únicamente se presenta un periodista en el hotel. Juan Carlos Ángel, preparador físico del equipo, advierte: «Nadie apuesta por nosotros y eso es muy bueno. Si queremos ser protagonistas, tenemos que ganar a los mejores». Si bien caen en un duelo que resulta ser de lo más tenso (2-0), es la última derrota que sufrirían en todo el certamen.
El fútbol siempre regala segundas oportunidades, y ya en Manizales el Once Caldas consuma su revancha contra Vélez Sarsfield con Sergio Galván marcando por partida doble (2-0). El triunfo como local frente a Unión Maracaibo (2-1), con los tantos de Elkin Soto y Arnulfo Valentierra, y el empate a domicilio frente a Fénix (2-2), con Jonathan Fabbro como héroe de la remontada tras anotar dos goles, cierran una primera fase de ensueño para el equipo de los blancos. Los pupilos de Luis Fernando Montoya se marchan hasta los 13 puntos (4 victorias, 1 empate y 1 derrota) y consiguen clasificarse para la siguiente ronda de Copa Libertadores como los líderes de su grupo. En la eliminatoria de octavos de final les aguarda uno de los grandes clubes de Ecuador, que incluso ya sabe lo que es ser subcampeón de América.
OCTAVOS DE FINAL: SC BARCELONA
A medida que se había ido desarrollando la Copa Libertadores, la atención de los focos sobre el Once Caldas fue en un claro aumento. En los hoteles crecía la expectación por la presencia de los manizaleños. Además, los incentivos económicos por partido ganado que se enviaban desde la directiva eran cada vez más importantes en un intento de motivar lo máximo posible a la plantilla. Sin embargo, el segundo tramo de la competición llega con una noticia que todos temían: la marcha de Sergio Galván rumbo al NY MetroStars de la Major League Soccer (MLS). La sensible baja del goleador tucumano, que continuaba siendo la gran amenaza ofensiva de los blancos, siembra dudas sobre el rendimiento inmediato del equipo, unas dudas que se disipan rápidamente cuando la pelota echa a rodar. La primera cita de los octavos de final será agónica, como casi todas las eliminatorias. El Once Caldas se enfrenta al siempre complicado Barcelona de Guayaquil, que cuenta con varios jugadores con bastante experiencia internacional como Walter Ayoví, Edwin Tenorio, José Gavica, el argentino José Chatruc o su principal referente, Iván Kaviedes.
Una vez iniciada la fase eliminatoria de la Copa Libertadores, Luis Fernando Montoya opta por un esquema más sólido (4-4-1-1), dando entrada en el once a Rubén Velásquez para componer un doble pivote muy poderoso junto a Jhon Viáfara. El encuentro de ida disputado en el Estadio Monumental Isidro Romero Carbo de Guayaquil depara una auténtica avalancha por parte de los futbolistas ecuatorianos, que desperdician múltiples ocasiones para adelantarse. Es justo entonces cuando comienza a forjarse la leyenda de Juan Carlos Henao, que logra salvar a los suyos en los momentos más delicados; «muchas veces, el triunfo en el fútbol solo es posible cuando estás en estado de gracia», reconoce más tarde el guardameta paisa. El choque se vuelve tan intenso que ambas escuadras finalizan con diez hombres. Tanto Tenorio como Viáfara ven la roja directa, el primero por cometer una falta violenta sobre Valentierra y el segundo por una entrada totalmente a destiempo. El resultado final refleja las tablas en el marcador (0-0).
«Muchas veces, el triunfo en el fútbol solo es posible cuando estás en estado de gracia»
JUAN CARLOS HENAO
«Muchas veces, el triunfo en el fútbol solo es posible cuando estás en estado de gracia»
JUAN CARLOS HENAO
Si el primer encuentro entre Once Caldas y Barcelona es de infarto, el segundo será ya una verdadera tortura para las dos aficiones. Después de medirse en Ecuador, ambos clubes se juegan el todo o nada en el Estadio Palogrande. Aunque se suceden las llegadas para cada bando, serán los amarillos los que se adelanten tras el intermedio. La jugada nace de un robo de Walter Ayoví, que le entrega el esférico a José Gavica. El mediocentro realiza una buena pared con Rodrigo Teixeira, con taconazo incluido del brasilero, dejando la pelota para que el propio Gavica la pique por encima de Juan Carlos Henao; un tanto que pone las cosas difíciles, que no imposibles —por aquel entonces los goles fuera de casa todavía no contaban el doble en caso de empate—. A partir de ahí, los ecuatorianos intentan aprovecharse de la desesperación de los colombianos. Pero tanta especulación les sale cara, ya que su ventaja acabaría esfumándose. Jorge Agudelo, que había ingresado desde el banco en la segunda mitad por Diego Arango, igualaría las fuerzas con un fantástico gol de espuela en el minuto 83 (1-1).
Si el primer encuentro entre Once Caldas y Barcelona es de infarto, el segundo será ya una verdadera tortura para las dos aficiones. Después de medirse en Ecuador, ambos clubes se juegan el todo o nada en el Estadio Palogrande. Aunque se suceden las llegadas para cada bando, serán los amarillos los que se adelanten tras el intermedio. La jugada nace de un robo de Walter Ayoví, que le entrega el esférico a José Gavica. El mediocentro realiza una buena pared con Rodrigo Teixeira, con taconazo incluido del brasilero, dejando la pelota para que el propio Gavica la pique por encima de Juan Carlos Henao; un tanto que pone las cosas difíciles, que no imposibles —por aquel entonces los goles fuera de casa todavía no contaban el doble en caso de empate—. A partir de ahí, los ecuatorianos intentan aprovecharse de la desesperación de los colombianos. Pero tanta especulación les sale cara, ya que su ventaja acabaría esfumándose. Jorge Agudelo, que había ingresado desde el banco en la segunda mitad por Diego Arango, igualaría las fuerzas con un fantástico gol de espuela en el minuto 83 (1-1).
Aquella tanda de penales entre Once Caldas y Barcelona era la más importante que había acontecido hasta aquel día en Manizales. Geovanny Caicedo y Ángel Escobar anotan para el cuadro ecuatoriano, mientras que Arnulfo Valentierra, Elkin Soto y Dayro Moreno lo hacen para el colombiano. Tras el disparo que estrella en el palo Walter Ayoví, la eliminatoria parece que empieza a decantarse en favor del equipo local. En el cuarto lanzamiento por parte de los visitantes, Juan Carlos Henao detiene el tiro de José Chatruc y luego Jorge Agudelo se erige como el protagonista de la noche marcando también el penalti definitivo (4-2). El Blanco Blanco avanza a los cuartos de final y despierta la ilusión no solamente en el departamento de Caldas, sino en toda Colombia. El próximo reto en la Copa Libertadores los llevará hasta Brasil para enfrentarse contra uno de los candidatos más fuertes de la competición.
CUARTOS DE FINAL: SANTOS FC
El rival de Once Caldas en los cuartos de final de Copa Libertadores sería nada más y nada menos que el Santos, que en diciembre de ese mismo año conquistará el octavo Brasileirao de su historia. Entrenado por un experimentado Vanderlei Luxemburgo, el conjunto peixe está repleto de jóvenes promesas del fútbol sudamericano como son Diego Ribas, Elano Blumer, Renato Dirnei o Robinho. Sin duda, es uno de los equipos más complicados de la competición. El primer partido se disputa en Brasil, en el Estadio Urbano Caldeira de Santos. Debido al buen rendimiento ofrecido en la eliminatoria anterior, Luis Fernando Montoya decide repetir el mismo esquema compuesto por cinco centrocampistas, con todos ellos volcados en la marca y un Arnulfo Valentierra más liberado desde el enganche. La intensa lluvia, el terreno impracticable y otra buena actuación defensiva de los albos provocan que los locales propongan un juego cauteloso y sin mucho ritmo, a pesar de su claro dominio. Incluso así, los brasileros están a punto de adelantarse con un remate de cabeza de Deivid que se topa con la madera.
En la segunda mitad entre Santos y Once Caldas, la expulsión de Léo facilita bastante la labor de los visitantes. Así, los blancos se animan y presentan su réplica en ataque con una pelota desviada por la espalda de Jorge Agudelo que acaba rechazando el travesaño. Sin importarle la inferioridad numérica, el Alvinegro aumenta la presión, obligando a Juan Carlos Henao a ser nuevamente el hombre de la noche. Aun así, tanto va el cántaro a la fuente que el arquero no puede hacer mucho para impedir el gol de Basílio, que define bien dentro del área en el minuto 83. Con la ventaja en su bolsillo, los santistas continúan teniendo el control absoluto del juego y parece que se adjudicarán la victoria. En cambio, un error grave en la salida de balón de Fábio Pereira propicia el robo de Valentierra; el mediapunta no perdona y su zurda privilegiada coloca las tablas en el marcador a falta de solo dos minutos, silenciando el Urbano Caldeira hasta el final (1-1). «Nos faltó un poco de más sorpresa, salida rápida por los costados, pero me parece que cumplimos en Santos», reflexiona Montoya en la rueda de prensa.
Manizales es una olla a presión en el encuentro de vuelta de estos cuartos de final. Aunque esta vez es el Once Caldas el que toma mayor iniciativa, las oportunidades se suceden para uno y otro equipo. Como no puede ser de otra forma, Juan Carlos Henao vuelve a convertirse en uno de los más destacados de la noche, conteniendo los contragolpes comandados por un inspiradísimo Diego que no para de causar problemas a la zaga contraria con sus movimientos y su visión de juego. El talentoso centrocampista es el que antes prueba suerte al conectar un chut al primer toque que se marcha fuera por muy poco. Seguidamente, los caldenses responden con un testarazo de Samuel Vanegas a la salida de un córner y un potente golpeo de Arnulfo Valentierra desde la frontal del área. Ya en el segundo tiempo, al arquero local se le acumula todavía más el trabajo y tiene que desbaratar ocasiones de gol muy claras en las botas de Robinho y el propio Diego. Parece imposible que los brasileros continúen sin haber inaugurado su casillero; por desgracia para ellos, la estrella de esta eliminatoria milita en el otro bando.
Corre el minuto 70 de partido y el Once Caldas dispone de una falta peligrosa. A pesar de los 30 metros de distancia que separan el balón de su portería, los jugadores del Santos forman una barrera poblada porque saben que enfrente se coloca un experto en las jugadas de estrategia. Cuando muchos esperan un centro al área, Valentierra se saca de la manga un cañonazo magistral que se cuela directamente por la escuadra izquierda del arco defendido por Júlio Sérgio. Nada que hacer. Arnulfo transforma uno de los goles más importantes en la historia del club colombiano —«el gol más importante que he tenido en mi carrera», como admitiría años más tarde el futbolista barranquillero para Futbolred—. Santos apenas es capaz de reaccionar y el árbitro argentino Horacio Elizondo decreta el final con victoria del equipo colombiano (1-0). En las gradas se desata la locura. Para sorpresa de propios y extraños, el Once Caldas está entre los cuatro clubes más importantes de América, junto a los tres gigantes del continente que parten como favoritos para alzarse con el título: River Plate, Boca Juniors y su siguiente rival: São Paulo.
SEMIFINALES: SÃO PAULO FC
El São Paulo, al igual que el Santos, es un hueso duro de roer. El elenco que dirige Cuca compite con futbolistas como Rogério Ceni, Cicinho, Gustavo Nery, Diego Lugano, Danilo Andrade, Fábio Simplício, Diego Tardelli, Grafite o su gran killer, Luís Fabiano, que a estas alturas del torneo ya ha marcado 8 goles y terminaría como máximo anotador del certamen. Los futbolistas del Once Caldas se encuentran tranquilos, sin presión y con los deberes hechos; después de haber llegado hasta aquí, saben que ya han hecho historia, aunque no están dispuestos a regalar nada. Eso sí, tampoco esperan lo que acontecerá en los próximos ciento ochenta minutos de competición. El primer envite de la eliminatoria sería de nuevo fuera de casa y en un ambiente realmente impresionante. Hasta 70.500 espectadores se dan cita en las gradas del Estadio Morumbi, creando una atmósfera que pone bastante nervioso al plantel visitante. El técnico Luis Fernando Montoya y su preparador físico, Juan Carlos Ángel, enseguida se dan cuenta de ello. «Vamos a la cancha antes para que perdamos el miedo, porque hasta yo tengo miedo», les transmite el Profe a sus jugadores con el fin de romper el hielo, causando las risas de todo vestuario. De esa forma, cuando salen al escenario ya han perdido tanto el nerviosismo como el respeto. «Si les ganamos a estos, somos los campeones» es el lema que más se repite.
«Vamos a la cancha antes para que perdamos el miedo, porque hasta yo tengo miedo»
LUIS FERNANDO MONTOYA
Los noventa minutos del encuentro de ida de estas semifinales suponen un duro ejercicio de resistencia al sufrimiento para Once Caldas. A priori, São Paulo parece absolutamente confiado en sus posibilidades y se siente muy superior a su rival. Sin embargo, a medida que avanza el tiempo su ataque es cada vez más impotente, chocando con la férrea y ordenada defensa que viste de negro, especialmente, cómo no, contra la figura de Juan Carlos Henao. Luís Fabiano en varias ocasiones, Gustavo Nery, Rodrigo, Cicinho e incluso Rogério Ceni intentan superarlo por todos los medios posibles, pero la Araña está por la labor de continuar prolongando su heroica actuación. El partido termina finalmente con un empate que deja la eliminatoria totalmente abierta de cara a la vuelta (0-0). Por cierto, este resultado interrumpe una racha de 19 victorias consecutivas de los paulistas en su estadio, lo que refleja la enorme dimensión de la hazaña lograda por los cafeteros. «En Manizales será diferente. Con el apoyo de todos pasaremos a la soñada final», declara convencido Montoya tras la conclusión.
El partido de vuelta entre Once Caldas y São Paulo será un homenaje al fútbol. La comuna Palogrande es una caldera y el estadio y sus aledaños lucen completamente de blanco; una noche mágica que promete emociones fuertes. Los locales empiezan con un buen pase al espacio de Rubén Velásquez para Herly Alcázar, quien, habilitado por un defensor paulista, se planta solo ante Rogério Ceni, pero no acierta entre los tres palos por unos milímetros. La primera gran alegría llega en el minuto 27: Arnulfo Valentierra patea una falta escorada buscando el palo largo, donde aparece Jhon Viáfara para cabecear el esférico hacia el área pequeña; Alcázar entra con todo a rematar —de forma poco ortodoxa aunque efectiva— y esta vez sí consigue abrir el marcador. Lamentablemente para los blancos, la respuesta de sus oponentes apenas se hace esperar. Solo cinco minutos más tarde, aprovechando que Samuel Vanegas está siendo atendido por lesión, Danilo captura una dejada de un compañero y apunta a la base del palo más alejado de la meta custodiada por Juan Carlos Henao, que no puede evitar el tanto de la igualada.
A raíz del gol del empate, la eliminatoria pasa a ser un espectáculo de ida y vuelta permanente. Jhon Viáfara está a punto de firmar el mejor gol de la Copa Libertadores con un misil desde fuera del área que se encuentra con el larguero. A continuación, Grafite exige otra intervención meritoria de Juan Carlos Henao, mientras que por parte de los locales es Elkin Soto quien pone a prueba a Rogério Ceni con un disparo bombeado. Poco después, Henao tiene que ser de nuevo decisivo saliendo de su zona para negarle una ocasión muy clara a Gustavo Nery. Entonces Luis Fernando Montoya decide dar entrada primero a Javier Araújo, un joven volante con buena técnica que ya había firmado actuaciones destacables, y luego a su hombre talismán, Jorge Agudelo. Es Araújo quien recibe la pelota escorado a la izquierda, regatea hacia dentro sorteando a dos rivales y asiste en profundidad para Agudelo. El antioqueño frena con una clase tremenda, se coloca el balón para su pierna diestra, deja pasar de largo al defensor rival y define con mucha frialdad en el minuto 90 (2-1). El Once Caldas ya está en la final y Manizales es una fiesta eterna.
LA FINAL: CA BOCA JUNIORS (I)
Es una sorpresa mayúscula que el modesto Once Caldas haya llegado vivo al desenlace de la Copa Libertadores, superando, por si eso fuera poco, a las dos escuadras más potentes de Brasil. En la final le aguarda un equipo que viene muy enfurecido tras una tremenda eliminatoria contra su eterno rival, River Plate, que dejó por el camino hasta seis futbolistas expulsados. Hablamos del todopoderoso Boca Juniors, probablemente, el club más laureado de América, campeón de la competición en tres de las cuatro ediciones anteriores. Roberto ‘el Pato’ Abbondanzieri, Nicolás Burdisso, Luis Perea, Clemente Rodríguez, Rolando Schiavi, Diego Cagna, Raúl Cascini, Pablo Ledesma, Pedro Iarley, Fabián Vargas, Guillermo Barros Schelotto, Carlos Tévez… solo son algunos de los nombres ilustres que componen este plantel argentino, el más temible del continente y dirigido desde el banquillo por el técnico que ha conquistado más veces el trofeo en su historia: Carlos Bianchi. Más que nunca, el emparejamiento se prevé demasiado desequilibrado.
El primer acto de la final se desarrollaría en el Estadio La Bombonera de Buenos Aires. Si el ambiente de Brasil había sido abrumador, meterse en la piel de los jugadores del Once Caldas mientras escuchan los cánticos argentinos debe ser otra aventura de emociones intensas. Los blancos son conscientes de que aquel sueño inimaginable meses atrás ahora está al alcance de la mano, aunque todavía queda un último obstáculo, el más complicado de todos. Boca Juniors se presenta algo debilitado por las tarjetas rojas que ha visto en las semifinales. Además del mediocentro cafetero Fabián Vargas, Carlos Tévez —su máxima estrella y que pronto se despediría de los suyos para marcharse a Brasil— había sido expulsado tras festejar su agónico gol a River Plate con el gesto de una gallina. «El partido contra Boca era muy difícil porque era la primera vez que jugábamos una final de copa —explicaría Jhon Viáfara en una entrevista para Fox Sports—. Boca siempre ganaba. Pero ahí, la idea que teníamos era clara. Aplicar la misma táctica que se aplicó contra São Paulo. Sacar el empate a cero en La Bombonera y, en Manizales, con nuestra gente, decíamos que teníamos que ganar… aunque fuera haciendo trampa».
«La idea que teníamos era sacar el empate a cero en La Bombonera y, en Manizales, con nuestra gente, teníamos que ganar… aunque fuera haciendo trampa»
JHON VIÁFARA
«La idea que teníamos era sacar el empate a cero en La Bombonera y, en Manizales, con nuestra gente, teníamos que ganar… aunque fuera haciendo trampa»
JHON VIÁFARA
La ida de la final parece una copia exacta de las semifinales disputadas ante São Paulo tan solo dos semanas atrás. Luis Fernando Montoya ensambla un correoso entramado defensivo con el claro objetivo de intentar aguantar como sea el asedio continuo de Boca Juniors: un cabezazo a la madera de Antonio Barijho, chutes peligrosos a portería de Rolando Schiavi y Pablo Ledesma, regates de todos los colores de Diego Cagna, subidas constantes por ambas bandas con Clemente Rodríguez y Pablo Álvarez y diversas opciones de anotar para Guillermo Barros Schelotto. Juan Carlos Henao y los postes serían otra vez protagonistas, al igual que lo venían haciendo a lo largo del torneo. La peor noticia para Once Caldas será la lesión de Arnulfo Valentierra, que se retira muy dolorido tras recibir un golpe en su rodilla izquierda. Sin duda, una de las anécdotas más recordadas —y esperpénticas— de este primer periodo corre a cargo de Jhon Viáfara. A la media hora de encuentro, el mediocentro le pide a su entrenador que lo sustituya para ir al baño, a lo que este replica: «Cágate en la cancha y en el entretiempo te bañas, pero ni por nada vamos a dar ventaja». Según recuerdan algunos de sus compañeros, el fuerte olor lo delata y los jugadores xeneizes ni siquiera se le acercan hasta después del descanso, cuando ya puede ducharse y cambiarse de ropa. Por suerte, aquel día su equipo vestía de negro.
En la segunda parte, el Once Caldas se va estirando y dispone de dos buenas ocasiones, ambas en los pies de Elkin Soto; la primera, tras un descuido de la defensa de Boca Juniors y un intento que se marcha ligeramente alto; la segunda, en un tiro libre escorado que se envenena y que casi se mete dentro de la meta de Roberto Abbondanzieri. Al término del partido, el resultado refleja el 0-0 inicial, dejando todo por resolver para la vuelta. En el cruce de declaraciones de los días posteriores, Carlos Bianchi advierte que sus hombres demostrarán su jerarquía en Manizales, a lo que Luis Fernando Montoya le responde: «Bienvenidos, pero acá demostraremos qué es el Once Caldas, su afición, su estadio, su altura (2 150 m) y la capacidad que tenemos para salir a buscar un resultado positivo y ganar la Copa». Conociendo los antecedentes del Blanco Blanco en la competición, jugarse la final en el Estadio Palogrande supone una invitación a la ilusión y el optimismo de los futbolistas y de toda su hinchada.
LA FINAL: CA BOCA JUNIORS (II)
«Nosotros sabemos la capacidad del rival que viene, pero tampoco nos podemos esconder debajo de la mesa. Nos han creado un ambiente de inferioridad hacia el jugador colombiano, pero demostraremos que aquí somos tan competentes como ellos». Estas eran las palabras que pronunciaba Luis Fernando Montoya en la previa al segundo y definitivo acto de la final. El encuentro de vuelta entre Once Caldas y Boca Juniors dejaría una serie de imágenes que permanecerán para siempre en el recuerdo de todo los amantes al fútbol. Jamás se había teñido tan blanco el Estadio Palogrande como aquella noche del 1 de julio de 2004. Incluso en medio de tanto ruido se puede escuchar el corazón de cada uno de los futbolistas y los aficionados. El Profe alinea un once inicial compuesto por Henao; Rojas, Vanegas, Cataño, García; Moreno, Viáfara, Velásquez, Soto; Valentierra; y Alcázar. Por su parte, Carlos Bianchi recupera para la causa a Fabián Vargas, Raúl Cascini y Carlos Tévez tras haber cumplido sanción.
La noche arranca de maravilla para Once Caldas. En el minuto 7, Rubén Velásquez toca el balón para Jhon Viáfara, que en una jugada de rebeldía le pega con una potencia descomunal desde muy lejos; Roberto Abbondanzieri se resigna viendo cómo se desintegran las telarañas de la escuadra derecha de su arco. Manizales estalla en júbilo y Boca Juniors queda seriamente herido. A pesar de todo, es el equipo que posee más galones en el torneo y sabe aguantar la presión. Los argentinos adelantan sus líneas y se vuelcan para intentar equilibrar el marcador lo más rápido posible; en consecuencia, Once Caldas disfruta de más espacios para ejecutar sus contraataques. En uno de ellos, Herly Alcázar se planta en un mano a mano delante de Abbondanzieri, aunque Luis Perea llega a tiempo para evitar el tanto. Poco a poco, el conjunto azul y oro nota signos de desesperación, ya que no puede traducir su aplastante superioridad en ocasiones de gol. Una vez más, la defensa blanca se muestra muy contundente. Solamente el jovencísimo Franco Cángele, que se revela como el mejor de los visitantes, sería capaz de provocarle cierta sensación de peligro a la sólida zaga caldense.
Después de la pausa, la reanudación del partido viene acompañada por la lluvia. La primera acción peligrosa en este segundo tiempo se trata de un disparo de Dayro Moreno que se marcha desviado. Boca Juniors continúa atacando con todo lo que tiene hasta que por fin halla la recompensa. En el minuto 52, Nicolás Burdisso consigue empatar con un excelso remate de cabeza tras un buen centro a balón parado de Franco Cángele. El choque se torna todavía más tosco, duro e intenso, un intercambio frenético de golpes en el que cualquiera puede salir ganador. Carlos Tévez avisa con una internada por el costado derecho y con un pase desde la línea de fondo que acaba desbaratando la salida de Juan Carlos Henao. Unos minutos más tarde, es Javier Villarreal quien lo intenta desde la larga distancia sin fortuna.
Boca Juniors nunca deja de atacar, pero sigue descuidando sus espaldas y cada vez queda más expuesto debido al cansancio. Once Caldas entiende que es muy posible hacer sangre y ofrece sus mejores minutos en toda la eliminatoria. Un saque de esquina mal botado por el cuadro porteño se convierte rápidamente en un galopada de Jefrey Díaz—que había sustituido a Dayro Moreno—; el atacante decide realizar una pared apoyándose en Arnulfo Valentierra e intenta poner en apuros al Pato Abbondanzieri, aunque cruza demasiado la pelota. El mismo Valentierra amenaza con su guante de zurda, primero con un golpeo escorado que repele el arquero argentino y luego lanzando un córner en el que Díaz conecta el esférico con la testa sin apenas poder darle darle dirección. Conforme avanza el tiempo, el nerviosismo y el miedo a perder eclipsan la lucidez del juego. Aun así, ambos equipos disponen de muy buenas opciones para llevarse el triunfo en el alargue: Burdisso se queda a escasos centímetros de empujar a la red otra falta lateral servida por Franco Cángele y Elkin Soto responde con un zapatazo que pasa a medio metro de la meta rival.
Después de la pausa, la reanudación del partido viene acompañada por la lluvia. La primera acción peligrosa de este segundo tiempo se trata de un disparo de Dayro Moreno que se marcha desviado. Boca Juniors continúa atacando con todo lo que tiene hasta que por fin halla la recompensa. En el minuto 52, Nicolás Burdisso consigue empatar con un excelso remate de cabeza tras un buen centro a balón parado de Franco Cángele. El choque se torna todavía más tosco, duro e intenso, un intercambio frenético de golpes en el que cualquiera de los dos puede salir ganador. Carlos Tévez avisa con una internada por el costado derecho y con un pase desde la línea de fondo que acaba desbaratando la salida de Juan Carlos Henao. Unos minutos más tarde, es Javier Villarreal quien lo intenta desde la larga distancia sin fortuna.
LA FINAL: CA BOCA JUNIORS (III)
El destino pone a prueba los nervios de los hinchas de Once Caldas y Boca Juniors. El pitido final del árbitro chileno Carlos Chandía lleva hasta el límite la edición de la Copa Libertadores de 2004, que se definiría en una de las peores tandas de penales de su historia. Empieza pateando Once Caldas: Arnulfo Valentierra, experto desde los once metros, centra mucho el tiro y Roberto Abbondanzieri lo detiene sin ningún problema. «Cálmese. Yo sé quién es Juan Carlos Henao y vamos a ganar», le asegura Luis Fernando Montoya a Jorge Eduardo Botero, uno de los directivos del club que estaban trastornados por el error. En el primer turno para Boca Juniors, Rolando Schiavi manda el balón a las nubes. Elkin Soto es quien estrena la cuenta ajustando el disparo al palo izquierdo (1-0). A continuación, Juan Carlos Henao se hace grande una vez más al adivinar la ejecución de Raúl Cascini. En la tercera ronda, Wilmer Ortegón emula el fallo de Valentierra y Nicolás Burdisso revienta el cuero contra el larguero. Es la hora del hombre de los momentos decisivos: Jorge Agudelo. El delantero, que había ingresado en el partido en los últimos minutos, engaña al arquero xeneize y define por el centro. La presión recae sobre Franco Cángele, a quien se le nota inquieto. El mediapunta chuta muy flojo a la derecha de Henao, que ataja con facilidad y le da a los suyos la primera Copa Libertadores de América de su historia (0-0 y 1-1; 2-0).
«Fue un momento muy feliz con Caldas porque lo conseguimos con un grupo de amigos que se dijo siempre la verdad y fue responsable; será algo que nunca se
nos olvidará»
SAMUEL VANEGAS
«Feliz por Manizales, por nosotros, por nuestras familias y especialmente por Colombia que necesitaba esta alegría», afirma Juan Carlos Henao al término del encuentro. Samuel Vanegas, eterno capitán de Once Caldas, sería el encargado de alzar el trofeo de la Copa Libertadores: «Fue un momento muy feliz con Caldas porque lo conseguimos con un grupo de amigos que se dijo siempre la verdad y fue responsable; será algo que nunca se nos olvidará como lo es el título de la Copa». Jhon Viáfara, el jugador revelación de esta edición tanto en tareas de contención como apareciendo casi siempre en los momentos más importantes, es elegido el jugador más valioso de la final. Esta Copa Libertadores conquistada por Once Caldas supone el segundo galardón en la historia de la competición para un club colombiano, después de que el Atlético Nacional también lo hubiera logrado en 1989. De esta forma, el Blanco de Manizales había inscrito su nombre con letras de oro en el torneo más importante de América. Por su parte, en Boca Juniors no encajan nada bien la derrota y ni siquiera pretenden pasar a recibir la medalla de subcampeón. Al ser cuestionado en la sala de prensa respecto a este asunto, el entrenador argentino Carlos Bianchi responde: «Yo no sabía, sinceramente, no sabía… es la primera vez que perdemos, entonces, no sabía que a los segundos les daban medallas». Quedaba claro que el equipo más poderoso de todo el continente había recibido una cura de humildad. Posteriormente, el presidente de la institución porteña, Mauricio Macri, tendría que pedir disculpas públicamente por las irrespetuosas declaraciones de Bianchi.
«Fue un momento muy feliz con Caldas porque lo conseguimos con un grupo de amigos que se dijo siempre la verdad y fue responsable; será algo que nunca se nos olvidará como lo es el título de la Copa»
SAMUEL VANEGAS
La gloria alcanzada por el Once Caldas significa el triunfo de un club modesto y sin grandes nombres, pero con muchísimo corazón. Los blancos habían sabido compensar sus carencias ofensivas con su determinación y una capacidad de sufrimiento arrolladora en cada una de las eliminatorias que afrontaron. Luis Fernando Montoya le había sacado el máximo provecho a los limitados recursos de su plantel y les hizo creer a sus jugadores en la idea de que con esfuerzo y confianza cualquier cosa es posible, provocando así la admiración del mundo del fútbol. «Gracias a toda esta gente, a todo este público, a todas y cada una de las personas que colaboraron para que este equipo siguiera adelante», apreciaba el Profe tras la final. La realidad es que la inmensa mayoría de aficionados colombianos se identificaron con Once Caldas, ya no solamente por su humildad, sino porque el equipo de Manizales albergaba representación de casi todas las regiones del país.
Los futbolistas, el cuerpo técnico y la hinchada del Once Caldas son muy conscientes de todo lo que han tenido que pasar para llevar a cabo esta hazaña histórica; por tanto, la fiesta debe ser proporcional a la gesta. La celebración resulta tan desenfrenada que durante la misma el trofeo sufre graves daños; y eso que el tesorero de la Conmebol, Romer Osuna, ya advirtió previamente a Jairo Quintero, presidente del Once Caldas: «Sálvame la copa que se va a dañar». Herly Alcázar la sacude con tanta alegría en la vuelta olímpica que la figura que corona el orbe de la pieza de plata y cobre se desprende en pleno festejo. «Nunca le había pasado nada en más de cuarenta años. Incluso le dije una cosa más fuerte al señor Quintero. La copa está en malas manos», le contaría más tarde Osuna a El Tiempo entre risas. Una vez que regresan a los vestuarios, todos los miembros del equipo se abrazan en un círculo, cierran los ojos, guardan un momento de silencio, rezan un padrenuestro y le ofrecen el título a Dios.
COPA INTERCONTINENTAL: FC PORTO
La fiesta del Once Caldas se prolonga con la Copa Intercontinental de 2004. La cuadragésimo tercera y última edición de este torneo se celebraría ante más de 45 000 espectadores en el Estadio Internacional de Yokohama (Japón). El sueño nipón está presente en los jugadores albos, aunque para cumplirlo antes deben superar al campeón de la UEFA Champions League: FC Porto. El conjunto luso ha perdido a algunos futbolistas importantes y ya no tiene en su banquillo a José Mourinho, firmado por el Chelsea y relevado por el español Víctor Fernández. Pese a ello, cuenta con Vítor Baía, Jorge Costa, Nuno Valente, Carlos Alberto, Costinha, Maniche, Derlei o Bennie McCarthy y añade a Pepe, Giourkas Seitaridis, Hugo Leal, Raúl Meireles, Ricardo Quaresma, Hélder Postiga, Diego Ribas y Luís Fabiano, estos dos últimos pensando en vendetta. Por su parte, el Blanco de Manizales mantiene el bloque campeón. Entre sus hombres clave pierde a Arnulfo Valentierra (Al-Hilal) y Jorge Agudelo (Deportivo Pereira), que son reemplazados por el mediocentro venezolano Leopoldo Jimenez (UA Maracaibo) y el delantero mexicano Antonio de Nigris (Polideportivo Ejido), además del defensor Roller Cambindo (Millonarios).
El 12 de diciembre de 2004 se disputa el duelo por la Copa Intercontinental entre el Porto y el Once Caldas. Luis Fernando Montoya apuesta por un once formado por Henao; Rojas, Vanegas, Cambindo, García; Viáfara, Arango, Velásquez, Soto; Fabbro; y De Nigris. Son los europeos los que acaparan mayor posesión de pelota y se topan con la madera hasta en tres ocasiones, aunque los sudamericanos, luciendo otra vez de negro, también tienen sus opciones, especialmente en las botas de un Jhon Viáfara que de nuevo cuaja una actuación soberbia. Juan Carlos Henao sigue en estado de gracia y en la recta final salva a los suyos atajando el intento de cabeza de Ricardo Costa. El tiempo reglamentario y la prórroga terminan con el resultado en tablas (0-0).
Once Caldas encara una nueva tanda de penales. Vanegas, Alcázar y Viáfara aprovechan bien sus lanzamientos para el cuadro colombiano, mientras que Diego, Carlos Alberto y Quaresma hacen lo propio para el portugués. En la cuarta ronda, De Nigris transforma su penalti y Maniche manda el balón al travesaño. Fabbro puede darle el título a los caldenses con el gol definitivo, pero su tiro se estrella en el palo y McCarthy empata la serie, que continúa con la muerte súbita: Velásquez, Díaz y Cataño anotan, al igual que Costinha, Jorge Costa y Ricardo Costa. Con el tanteo equilibrado, García desperdicia el noveno cobro y Pedro Emanuel marca el último penal para darle la victoria al Porto. «Ellos mantuvieron la posesión del balón mejor que nosotros. Nuestros jugadores estaban relajados y confiados en ganar, pero los penaltis son siempre una lotería», asevera Montoya tras la derrota. Aunque esta vez no pudo ser, el Once Caldas había vuelto a ilusionar al planeta fútbol plantándole cara al campeón de Europa hasta el último suspiro.
Once Caldas encara una nueva tanda de penales. Vanegas, Alcázar y Viáfara aprovechan bien sus lanzamientos para el cuadro colombiano, mientras que Diego, Carlos Alberto y Quaresma hacen lo propio para el portugués. En la cuarta ronda, De Nigris transforma su penalti y Maniche manda el balón al travesaño. Fabbro puede darle el título a los caldenses con el gol definitivo, pero su tiro se estrella en el palo y McCarthy empata la serie, que continúa con la muerte súbita: Velásquez, Díaz y Cataño anotan, al igual que Costinha, Jorge Costa y Ricardo Costa. Con el tanteo equilibrado, García desperdicia el noveno cobro y Pedro Emanuel marca el último penal para darle la victoria al Porto. «Ellos mantuvieron la posesión del balón mejor que nosotros. Nuestros jugadores estaban relajados y confiados en ganar, pero los penaltis son siempre una lotería», asevera Montoya tras la derrota. Aunque esta vez no pudo ser, el Once Caldas había vuelto a ilusionar al planeta fútbol plantándole cara al campeón de Europa hasta el último suspiro.
El aterrador incidente que sufre Luis Fernando Montoya siembra una nube negra sobre todo el entorno del Once Caldas. No obstante, hablamos de un tipo especial, «un hombre que se ha curtido en dificultades», según cuenta Darío Vélez, amigo personal y su asistente durante su etapa en Manizales. No solo se convierte en un ejemplo de superación, sino que continúa vinculado al mundo del fútbol como analista deportivo para reconocidos medios periodísticos y pasa a ser gestor formativo en el equipo de Deporte y Convivencia del Instituto de Deportes y Recreación de Medellín (IDRM). Por otro lado, comienza a participar en diferentes charlas para los más jóvenes, promoviendo el respeto, la integridad y el juego limpio. Incluso recibe visitas asiduas de diversos jugadores y entrenadores que buscan su consejo. El hombre que hizo creer a una entidad modesta que podía llegar hasta lo más alto, que desafió y superó a los gigantes de América, que ilusionó a Colombia entera con sus triunfos y que, en definitiva, cambió la historia del Once Caldas, desde aquel fatídico día también es un referente vital para todas aquellas personas que se hallan en condiciones físicas similares a la suya, ganándose el sobrenombre del Campeón de la Vida. Mil gracias, Profe.